TÍTULO ORIGINAL: The Last Picture Show
AÑO: 1971
DURACIÓN: 118 minutos
PAÍS: Estados Unidos
DIRECTOR: Peter Bogdanovich
GUIÓN: Larry McMurty y Peter Bogdanovich,
basado en la novela de McMurty
basado en la novela de McMurty
PRODUCCIÓN: BBS/Last Picture Show
(Stephen J. Friedman)
(Stephen J. Friedman)
FOTOGRAFÍA: Robert Surtees (blanco y negro)
MONTAJE: Donn Cambern
DIRECCIÓN ARTÍSTICA: Walter Scott Herndon
MÚSICA: Varias grabaciones de los años 50
INTÉRPRETES: Timothy Bottoms (Sonny Crawford), Jeff Bridges (Duane Jackson),Cybill Shepherd (Jacy Farrow), Ben Johnson (Sam El León), Cloris Leachman (Ruth Popper), Ellen Burstyn (Lois Farrow)
GÉNERO: drama // años 50 / vida rural / adolescenciaARGUMENTO
Año 1951. Anarene es un pequeño pueblo de Texas condenado a la decadencia y el olvido en el que vive una galería de sufridores: Billy, el introvertido huérfano sordomudo del que todos se ríen, que pasa del día barriendo las polvorientas calles como un autómata; Sam "el León", un viejo cowboy que en su senectud regenta los oscuros billares y el desconchado cine de la localidad donde se proyectan antiguos clásicos; Genevive, la camarera de vuelta de todo condenada a pasarse la vida sirviendo hamburguesas a su escasa y hambrienta clientela; Lois Farrow, la amargada esposa casada con el petrolero rico de la zona, cuya única hija, Jacy, experimenta una vida desordenada en lo relativo a los placeres carnales tratando de evitar el tedio amoroso de su progenitora; y Ruth, la infeliz esposa del entrenador del equipo de fútbol del instituto, condenada a la soledad y la depresión crónica de la menopausia. Alrededor de este elenco de perdedores se mueven Sonny y su amigo Duane, dos adolescentes sin ningún porvenir que, sin embargo, conservan una gran amistad y una visión descontaminada de la vida. Sonny canaliza su educación sentimental en la figura de Sam, al que reconoce como su mentor, mientras se ocupa de Billy como si fuese su hermano. Duane trabaja como pocero y sueña con casarse algún día con su novia, Jacy Farrow, sin sospechar que para la caprichosa joven él es sólo un divertimento pasajero.
Un buen día, Sonny comienza una relación furtiva con Ruth, la mujer del entrenador, veinte años mayor que él. Mientras la aventura dura, el muchacho se siente feliz, aunque consciente de su evanescencia. Las cosas se complican cuando Sam muere repentinamente y Jacy abandona a Duane de forma caprichosa para liarse con otro joven con más futuro. Entonces la sensual rubia engatusa a un embobado Sonny hasta conseguir casarse con él en secreto como medida de rebeldía contra la voluntad de sus padres. El episodio, además de la desesperanza de Ruth, genera una pelea entre los dos amigos que solo se saldará cuando tiempo después acudan juntos a ver la última película que el cine proyecta antes de su anunciado cierre, justo el día anterior a la marcha de Duane a la guerra de Corea. El mundo parece desmoronarse para Sonny cuando un desgraciado atropello acaba con la vida de Billy. Confuso y maltrecho emocionalmente, no es capaz de huir del pueblo y termina encaminando sus pasos hacia la casa de Ruth en busca del perdón y el cariño que un día tuvo.
COMENTARIO
Peter Bogdanovich (Nueva York, 1939) es, además de responsable de una veintena de largometrajes entre los que se halan algunos de estimable calidad, un cinéfilo compulsivo que ha escrito algunos de los ensayos pedagógicos de mayor difusión en torno a la obra de realizadores admirados como John Ford o Howard Hawks. Hijo de un matrimonio entre serbio y austriaca huido del nazismo, en los 50 se desmpeñó como actor de teatro y televisión, programador de películas en el MOMA y crítico de cine. Su gran oportunidad se la dio Roger Corman al producirle su primer film, Viaje al planeta de las mujeres prehistóricas (Voyage to the Planet of Prehistoric Women, 1967). Su posterior maduración en el oficio se confirma en El héroe anda suelto (1968), pero su consagración como cineasta se la debe, sin ninguna duda, a su siguiente trabajo: La última película. Esta se filmó en once semanas en la ciudad natal de McMurtry (Archer City), que inspiró el libro, en un ambiente tenso en el que el realizador se relacionaba exclusivamente con los actores desatendiendo al resto del equipo. El montaje lo llevó a cabo el propio Bogdanovich trabajando durante seis meses en su casa de California, pero, no queriendo acaparar protagonismo en los créditos, el realizador adjudicó este mérito al montador Donn Cambern, a pesar de que únicamente se había ocupado de unos retoques finales.
La última película es, ante todo, un hermoso film poético arrollador en su propuesta emocional. El tratamiento fotográfico en blanco y negro, unido a la brillante puesta en escena de corte naturalista que Bogdanovich emplea, arropa muy bien la mirada crepuscular que orquesta sus imágenes. Si se resiente en el plano argumental, ello se debe únicamente a su obligada condensación del material literario original y su renuncia a casi media hora de metraje por exigencia de sus productores. Sin embargo, su diáspora de tramas no supone merma alguna para que el aparente folletín de personajes que disecciona trascienda hasta convertirse en una bella metáfora de la América previa a la guerra fría. Más allá de su condición de drama bien dirigido, el tiempo ha macerado el film, viéndose ahora como una certera radiografía audiovisual sobre el tránsito hacia la madurez y un ejemplo de lo que el Nuevo Hollywood proponía como alternativa al cine pretérito.
Es justo adjudicar una gran parte de sus méritos al trabajo actoral, un aspecto que el director estimuló mucho durante el rodaje, consciente de la delgada línea que separa la verdad del esperpento. Todos ellos, sin excepción, se elevan por encima de lo que los pulsos dramáticos de sus escenas exigen para regalar, con la ayuda de Bogdanovich, momentos inolvidables al espectador: el montaje de cortes que arma el striptease de Jacy en el trampolín de la piscina, la instintiva reacción de Sonny ante la absurda y cruel muerte de su amigo Billy rodada en plano secuencia, o la lírica historia que Sam relata a su pupilo con el lago protagonista de fondo -brillantemente reforzada por un elegante travelling de avance y retroceso- son ejemplos representativos de un film trufado de aciertos formales.
En el plano tematico, La última película homenajea la cinefilia clásica tan del agrado de su responsable al utilizar el cine de la localidad como el último paraíso perdido de la inocencia. La proyección de Río Rojo (Red River, Howard Hawks, 1948) que comparten los dos protagonistas antes de su separación y la clausura definitiva del local son utilizadas como una representación simbólica de un tiempo extinto que ya nunca volverá. Dejada atrás la dulzura de la juventud, el mundo adulto se presenta agridulce y complejo: las relaciones sexuales plenas no proporcionan la felicidad anhelada y el compromiso no es un equivalente del amor. Además de conseguir tres BAFTA, una decena de premios internacionales y dos Oscar, las críticas que recibió fueron excelentes. Fue el comienzo de Cybill Shepherd en el cine y el catalizador para su relación sentimental con Bogdanovich. Atendiendo al resto del reparto, muchas de las entonces jóvenes promesas del cine independiente -Timothy Bottoms, Ellen Burstyn y Jeff Bridges- encontraron en La última película una oportunidad para hacer despegar sus carreras.
→ Fue el actor Sal Mineo quien aconsejó a Bogdanovich que leyera el libro homónimo escrito por Larry McMurtry, sin sospechar que finalmente el propio escritor de la novela sería co-guionista de la versión cinematográfica, necesariamente menos densa que la literaria al condensar su acción dramática en un año trascurrido entre 1951 y 1952. La rica banda sonora empleada se abasteció exclusivamente de música de la época y fue utilizada siempre, por orden de Bogdanovich, de forma diegética. Orson Welles sugirió a Bogdanovich que, para obtener mayor profundidad de campo, rodara el film en blanco y negro, lo que además ayudaría a mejorar las interpretaciones y reflejar el tono lánguido de la historia.
Un buen día, Sonny comienza una relación furtiva con Ruth, la mujer del entrenador, veinte años mayor que él. Mientras la aventura dura, el muchacho se siente feliz, aunque consciente de su evanescencia. Las cosas se complican cuando Sam muere repentinamente y Jacy abandona a Duane de forma caprichosa para liarse con otro joven con más futuro. Entonces la sensual rubia engatusa a un embobado Sonny hasta conseguir casarse con él en secreto como medida de rebeldía contra la voluntad de sus padres. El episodio, además de la desesperanza de Ruth, genera una pelea entre los dos amigos que solo se saldará cuando tiempo después acudan juntos a ver la última película que el cine proyecta antes de su anunciado cierre, justo el día anterior a la marcha de Duane a la guerra de Corea. El mundo parece desmoronarse para Sonny cuando un desgraciado atropello acaba con la vida de Billy. Confuso y maltrecho emocionalmente, no es capaz de huir del pueblo y termina encaminando sus pasos hacia la casa de Ruth en busca del perdón y el cariño que un día tuvo.
COMENTARIO
Peter Bogdanovich (Nueva York, 1939) es, además de responsable de una veintena de largometrajes entre los que se halan algunos de estimable calidad, un cinéfilo compulsivo que ha escrito algunos de los ensayos pedagógicos de mayor difusión en torno a la obra de realizadores admirados como John Ford o Howard Hawks. Hijo de un matrimonio entre serbio y austriaca huido del nazismo, en los 50 se desmpeñó como actor de teatro y televisión, programador de películas en el MOMA y crítico de cine. Su gran oportunidad se la dio Roger Corman al producirle su primer film, Viaje al planeta de las mujeres prehistóricas (Voyage to the Planet of Prehistoric Women, 1967). Su posterior maduración en el oficio se confirma en El héroe anda suelto (1968), pero su consagración como cineasta se la debe, sin ninguna duda, a su siguiente trabajo: La última película. Esta se filmó en once semanas en la ciudad natal de McMurtry (Archer City), que inspiró el libro, en un ambiente tenso en el que el realizador se relacionaba exclusivamente con los actores desatendiendo al resto del equipo. El montaje lo llevó a cabo el propio Bogdanovich trabajando durante seis meses en su casa de California, pero, no queriendo acaparar protagonismo en los créditos, el realizador adjudicó este mérito al montador Donn Cambern, a pesar de que únicamente se había ocupado de unos retoques finales.
La última película es, ante todo, un hermoso film poético arrollador en su propuesta emocional. El tratamiento fotográfico en blanco y negro, unido a la brillante puesta en escena de corte naturalista que Bogdanovich emplea, arropa muy bien la mirada crepuscular que orquesta sus imágenes. Si se resiente en el plano argumental, ello se debe únicamente a su obligada condensación del material literario original y su renuncia a casi media hora de metraje por exigencia de sus productores. Sin embargo, su diáspora de tramas no supone merma alguna para que el aparente folletín de personajes que disecciona trascienda hasta convertirse en una bella metáfora de la América previa a la guerra fría. Más allá de su condición de drama bien dirigido, el tiempo ha macerado el film, viéndose ahora como una certera radiografía audiovisual sobre el tránsito hacia la madurez y un ejemplo de lo que el Nuevo Hollywood proponía como alternativa al cine pretérito.
Es justo adjudicar una gran parte de sus méritos al trabajo actoral, un aspecto que el director estimuló mucho durante el rodaje, consciente de la delgada línea que separa la verdad del esperpento. Todos ellos, sin excepción, se elevan por encima de lo que los pulsos dramáticos de sus escenas exigen para regalar, con la ayuda de Bogdanovich, momentos inolvidables al espectador: el montaje de cortes que arma el striptease de Jacy en el trampolín de la piscina, la instintiva reacción de Sonny ante la absurda y cruel muerte de su amigo Billy rodada en plano secuencia, o la lírica historia que Sam relata a su pupilo con el lago protagonista de fondo -brillantemente reforzada por un elegante travelling de avance y retroceso- son ejemplos representativos de un film trufado de aciertos formales.
En el plano tematico, La última película homenajea la cinefilia clásica tan del agrado de su responsable al utilizar el cine de la localidad como el último paraíso perdido de la inocencia. La proyección de Río Rojo (Red River, Howard Hawks, 1948) que comparten los dos protagonistas antes de su separación y la clausura definitiva del local son utilizadas como una representación simbólica de un tiempo extinto que ya nunca volverá. Dejada atrás la dulzura de la juventud, el mundo adulto se presenta agridulce y complejo: las relaciones sexuales plenas no proporcionan la felicidad anhelada y el compromiso no es un equivalente del amor. Además de conseguir tres BAFTA, una decena de premios internacionales y dos Oscar, las críticas que recibió fueron excelentes. Fue el comienzo de Cybill Shepherd en el cine y el catalizador para su relación sentimental con Bogdanovich. Atendiendo al resto del reparto, muchas de las entonces jóvenes promesas del cine independiente -Timothy Bottoms, Ellen Burstyn y Jeff Bridges- encontraron en La última película una oportunidad para hacer despegar sus carreras.
→ Fue el actor Sal Mineo quien aconsejó a Bogdanovich que leyera el libro homónimo escrito por Larry McMurtry, sin sospechar que finalmente el propio escritor de la novela sería co-guionista de la versión cinematográfica, necesariamente menos densa que la literaria al condensar su acción dramática en un año trascurrido entre 1951 y 1952. La rica banda sonora empleada se abasteció exclusivamente de música de la época y fue utilizada siempre, por orden de Bogdanovich, de forma diegética. Orson Welles sugirió a Bogdanovich que, para obtener mayor profundidad de campo, rodara el film en blanco y negro, lo que además ayudaría a mejorar las interpretaciones y reflejar el tono lánguido de la historia.
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