En vísperas de la globalización, hubo algo, mejor dicho, alguien, que unió a los hombres de finales de la década setentera: Tony Manero. Su manera de vestir, bailar, hablar y salir de la rutina gris de los barrios bajos para brillar cual monarca discotequero sobre una pista de luminosas cuadrículas hicieron época. En su origen, incluso desde el punto de vista que el director John Badham imprimió a la estructura dramática del film Fiebre del sábado noche (1977), Tony Manero es puro documental. No hay que olvidar que nace de un reportaje periodístico de Nick Cohn. El artículo seguía a esos seres anónimos de lunes a viernes que el sábado sabadete se transformaban en dioses de las discotecas. Norman Wexler respetó en el guión ese toque neorrealista, algo que John Travolta no paraba de defender: "Si obvias toda la parte musical, las canciones y el baile, tienes un drama realista, generacional, sobre inmigrantes, padres enfrentados a sus hijos...". Tal vez Travolta, elegido casi in extremis para su papel (Ryan O'Neal estuvo a punto de ser un Manero talludito), piense que sus escenas familiares eran su particular Rebelde sin causa (Nicholas Ray, 1955), a pesar de que lo único que se preparó fue el tema coreográfico, haciendo un exhaustivo trabajo de campo por discotecas. La apuesta de Badham por actores poco conocidos (Travolta venía de estar en una burbuja de plástico telefílmica con Randal Kleiser) dotó de un aire de verosimilitud al film. Badham fue quien convenció a Travolta de llevar el traje blanco diciéndole: "Solo te mirarán a ti, no a la chica".
SECUELA "TRASH"
La obsesión por la masculinidad de un amanerado Tony Manero tuvo efectos contrarios en una secuela delirante dirigida (y coescrita) por un hiperanabolizado Sylvester Stallone. En Staying Alive (1983), Manero triunfa, con aspecto de "Gay Lord of the Dance", bailando en Broadway.
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