"Era sencillo sentirme identificada con Carrie", reflexionaba Sissy Spacek muchos años después de haberse metido en su torturada
piel, en Carrie (Brian De Palma, 1976). "La sensación de ser el patito feo
es algo que he vivido. La mayoría de las veces no nos convertimos en cisnes.
La vida no es un cuento. Pero tampoco acabamos transformándonos en
monstruos, y Carrie no lo es, al menos para mí". Este fue el punto de mayor
discusión entre De Palma y Spacek: las reacciones violentas y vengativas del
personaje. Mientras el director pedía en la actriz una mirada de odio y rabia,
ella intentaba mostrar tristeza e impotencia en los ojos de Carrie, incapaz
de detener sus peligrosos poderes telepáticos. De todo eso hay en un icono
del terror pirotécnico, cortesía de Stephen King, que estuvo a punto de ser
interpretado por Karen Allen y AmyIrving, su única amiga en el film.
MÁS MIEDO NO
La escena final del film me parece
efectiva, pero innecesaria". Sissy
Spacek no aprobó el susto onírico
de la mano surgiendo de la tumba,
así como tampoco quiso aparecer,
como guiño, en la desangelada
secuela que Katt Shea rodó en
1998, titulada La Ira, Carrie II
(The Rage: Carrie 2). Y es que
nunca ha sido una fan del género
terrorífico.
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