"Lo importante es la historia de amor, no la catástrofe". James Cameron
sabía que tenía que enganchar al espectador con algo más
que un barco hundiéndose, así que bautizó al Titanic (1997) con una botella
romántica que enloqueciera a los adolescentes. Jack Dawson es guapo, artista
pobre y desafía a los elementos para ganarse el corazón de su chica millonaria.
Leonardo DiCaprio acababa de ser el Romeo de Baz Luhrmann. "Mi
personaje no existió en realidad -comentó-. Es la suma de muchos viajeros
anónimos, gente aventurera y bohemia de esos años". Y lo dice alguien que
fue Arthur Rimbaud en Vidas al límite (Total Eclipse, Agnieszka Holland,
1995). Aparte del acoso de la prensa amarilla en México durante el rodaje (¿romance con Kate Winslet?), quede para el recuerdo el artilugio que Leo introducía
en el tanque de agua para saber si alguien se había orinado!
A CONTRACORRIENTE
Titanic fue un "tsunami"
mediático incontrolable cuya pareja
protagonista intentó superar
embarcándose en proyectos que
rompieran con el cliché de ídolos
románticos para jovencitas.
DiCaprio fue un rey vicioso en El
hombre de la máscara de hierro
(Randall Wallace, 1998) y un okupa
disfrazado de Robinson Crusoe en La playa (Danny
Boyle, 2000).
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