Para la polifacética Meryl Streep, cruzarse en el camino vecinal de
Francesca Johnson fue, también, ese (pen)último tren que le aparece
a uno en la vida. Ahora está en primera línea de fuego, pero hace dieciocho años su carrera necesitaba rejuvenecer con un gran amor como los que la
convirtieron en estrella. Clint Eastwood quería trabajar con ella, quería que
el tono crepuscularmente romántico de Los puentes de Madison (1995) tuviera la credibilidad y belleza de una
actriz capaz no solo de darle un deje italiano al personaje (La especialidad de
la casa: los acentos) sino de entender que, a ciertas edades, la pasión sigue
viva. La Streep visitó el condado de Madison, habló con sus mujeres, leyó correspondencia
íntima e imitó esa pasividad resignada, sacrificada, de toda
una generación de amas de casa que vivieronsus anhelos en silencio. Logró
que todas, empezando por ella, volvierana sentirse vivas.
NO TENGO EDAD PARA AMARTE
La elección de Meryl Streep no fue,
al final, demasiado contestada.
En cambio, que el propio Eastwood
interpretara al maduro fotógrafo
que despierta las mariposas en
el estómago de Francesca se
consideró un error de casting.
Meryl lo rebatió así: "Clint
representa esa masculinidad
protectora, fuerte, pero cálida
y honesta, que nos enloquece".
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