Millonaria autora de best-sellers de intriga, posiblemente autobiográficos,
llenos de sangre y sexo, Catherine Tramell es el ideal de
mantis religiosa que cualquier erotómano misógino (sea Joe Eszterhas al
guión o Paul Verhoeven tras la cámara) querría ver en acción. Encontrar a la
mujer que se ajustara a la desvergüenza y peligrosidad venérea de la devoradora
de hombres (y mujeres) con querencia por los picahielos, fue bastante
complicado. Las estrellas femeninas de Hollywood (de fuera también: Catherine
Deneuve recibió una copia del libreto en casa) fueron echándose atrás ante
la explicitud de lo narrado. Finalmente sería Sharon Stone, superviviente de la
serie Z que ya había sido toda una pécora en Desafío total (Total Recall, Paul Verhoeven,1990), la que no puso pegas (bueno, a lo del cruce de piernas
sí, pero a posteriori) a meterse en harina lúbrica en Instinto Básico (Basic Instinct, 1992).
EL TRAUMA DE MADONNA
La ambiciosa rubia Madonna quiso
ser Catherine Tramell, pero no lo
logró. Tanto lo deseaba, que firmó
a ciegas protagonizar una delirante
copia de Instinto básico llamada El cuerpo del delito (Body
of Evidence, Uli Edel, 1993). Las leyendas urbanas sobre esta
deliciosa basura son infinitas.
La mejor: que Madonna fue adicta
a las bolas chinas durante
la mayor parte del rodaje.
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