En el año 2029, la guerra entre máquinas y seres humanos se halla
en su apogeo, y Bill Gates parece que no tiene nada que ver con ello.
¿O sí? El T-800, cyborg de apariencia humana, alma y chasis de metal y fines
destructivos, no nació en un futuro lejano sino en 1992, tal como explica la
secuela del propio Cameron, Terminator 2: El día del juicio (1991). A partir de la chatarra del Terminator vencido por Linda
Hamilton en 1984, la empresa Cyberdine Systems crearía el programa de
inteligencia artificial Skynet, génesis de los Terminators. Y a partir de los mejores
desechos de la serie B de ciencia ficción, Gale Anne Hurd y, su por aquel
entonces marido, James Cameron, imaginaron un ser indestructible que viene
del futuro a matar a la madre de un salvador neonato. El director quería como
protagonista a su actor fetiche, Michael Biehn, así que le pareció una locura
que alguien le recomendara a Arnold Schwarzenegger. Pensando que este se
pediría el papel de héroe, Cameron repasó algunas de sus películas y salió
horrorizado. Una semana después, recibió una carta muy simpática del Conan
austríaco, "He leído su guión y me ha parecido magnífico. Me haría muy feliz
que me dejaran optar al personaje del Terminator. Creo que podría dar el tipo:
feo, forzudo y de pocas palabras". Arnie se ganó prueba y papel, a pesar de
que la idea inicial de Cameron consistía en contratar a un especialista caracterizado
para encarnar al maléfico robot. Schwarzenegger no puso ningún
problema en el transcurso del rodaje. El resto es historia.
FRASES METÁLICAS
Ya sabemos que Terminator se
pasó al lado luminoso de la Fuerza
en las dos secuelas. Fuera villano
o héroe positivo, la verdad es que
el cyborg más famoso de la
historia del cine nos ha legado
frases míticas como "Volveré" o
"Sayonara, baby" ("Hasta la vista,
baby" en perfecto castellano en la
versión original).
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