eine Symphonie des Grauens
AÑO: 1922
DURACIÓN: 65-94 minutos
PAÍS: Alemania
DIRECTOR: F.W. Murnau
GUIÓN: Henrik Galeen, según la novela, no acreditada, Drácula de Bram Stoker
PRODUCCIÓN: Albin Grau,
Enrico Dieckmann para Prana Film GmbH
FOTOGRAFÍA: Fritz Arno Wagner
DISEÑO DE DECORADOS: Albin Grau
MONTAJE: Hans Erdmann en la versión original, distintos compositores en los diversos montajes aparecidos en 1969
INTÉRPRETES: Max Schreck (conde Orlok, Nosferatu), Alexander Granach (Knock), Gustav von Wangenheim (Hutter), Greta Schroeder (Ellen), G. H. Schnell (Westrenka), Ruth Landshoff, John Gottowt, Gustav Botz, Karl Etlinger
GÉNERO: terror / expresionismo alemán / cine mudo / película de culto / vampiros / siglo xix
Si obviamos dos supuestas adaptaciones anteriores(1) de cuya existencia real no hay pruebas fehacientes, estamos ante lo que se considera la primera adaptación al cine de la novela Drácula, de Bram Stoker, no obstante en forma de plagio. Albin Grau, productor y responsable de otras determinantes funciones en la película, como la dirección artística y el vestuario, evitó pagar por los derechos de adaptación de la novela a la viuda de Stoker, pensando que ésta nunca se enteraría. Pero la jugada fue tan descarada que ocasionó una demanda cuyo resultado fue la prohibición de su exhibición tras el estreno durante dos años, y más tarde, por imperativo judicial, la destrucción de las copias. Ante esto, Nosferatu, el vampiro se convirtió en una película desaparecida. Solo la compra de los derechos por la productora Universal, con el objeto de realizar el Drácula que luego dirigiera Tod Browning en 1931, reavivó el interés por intentar reconstruirla(2) con los negativos que se pudieron encontrar en varios países, eso sí, en muy mal estado.
(1) Concretamente, una versión rusa realizada en 1920 y otra rumana o
húngra -según las fuentes- de 1921, ambas con su existencia entredicho.
(2) El historiador cinematográfico madrileño Luciano Berriatua ha trabajado en la restauración de la película de Murnau desde 1977, siendo requerido como asesor por los productores de La sombra del vampiro (E. Elias Merhige, 2000), película que recrea el rodaje de Nosferatu, el vampiro, introduciendo la fantástica hipótesis de que el actor Max Schreck era un auténtico chupasangre.
Pocas películas en la historia del cine han mantenido, década tras década, la magia y fascinación que fluyen de las imágenes rodadas por Murnau, convirtiendo esta obra maestra, cronológicamente quizá la primera de forma indiscutible, en candidata obligada en cualquier lista que intente la espinosa tarea de relacionar las mejores películas de la historia del cine.
Su potencia reside, sin lugar a dudas, en factores tales como: a) la conseguida recreación estética y conceptual del conde Orlok, un ser aterrador a primera vista, en el que se materializa la mixtura perfecta entre lo siniestro y lo repugnante(3); b) una utilización de las sombras como elemento dramático y sugerente que crearía escuela, constantemente referenciada, si no imitada, en decenas de películas a lo largo de la historia; aquí, con la particularidad no de conseguir significar la proyección ante la luz de un ser corpóreo, sino la representación de la imagen misma de lo ominoso como abstracción. Al menos tres planos referidos a este punto son imágenes imborrables para quien haya visto o bien la película o bien esos concretos pasajes aislados en televisión, utilizados mil veces en ese medio y transformados ya en iconos(4); c) el contraste entre el naturalismo que transmiten una inusitada cantidad de escena en exteriores (bosques, praderas, mar abierto...), donde se percibe, casi se huele, el viento y el sol, enfrentadas contra las escenas en qu entra en plano la inquietante presencia del propio Orlok o los angustiosos estados de ánimo que éste provoca desde la distancia, perfectamente retratados, ya sea sobre Hutter, la esposa de éste, o sobre el aquí trasunto del sempiterno Renfield.
(3) La película estuvo prohibida en Suecia hasta 1972 por su horror excesivo.
(4) Nos referimos, sin ánimo exhaustivo, a escenas como las que siguen: el conde sube por la escalera proyectando su sombra en la pared, esa misma sombra cuyos dedos se alargan sorprendentemente para abrir la puerta, o la sombra de la mano que se posa sobre el pecho de la víctima, cerrándose de pronto, como si aferrara su corazón.
Pese a la vigorosa estética del conde Orlok, al que difícilmente podemos encontrarle adversario en la historia del género, ésta no trascendió como prototipo del vampiro; aunque sin ir más lejos, muchos gestos de Bela Lugosi en la mencionada versión de Tod Browning son imitaciones de los de Max Schreck. Sin embargo, sería el prototipo estético aportado por Lugosi el que conseguiría ser comúnmente aceptado como la imagen arquetípica del vampiro, al menos hasta la llegada de Christopher Lee. Solo en el remake perpetrado por Werner Herzog, Nosferatu, el vampiro de la noche (1978), y en la reivindicable miniserie televisiva El misterio de Salem's Lot (Tobe Hooper, 1979)(5), remontada y estrenada en las salas españolas como Phantasma II, se reflota la imagen creada por Murnau.
(5) Adaptación a su vez de la novela de Stephen King Salem's Lot, editada en España en un primer momento como La hora del vampiro, para después pasar a llamarse El misterio de Salem's Lot con el objeto de aprovechar el éxito de la serie televisiva.
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