lunes, 30 de diciembre de 2013

PERSONAJES: Reina Cristina

Cuando Greta Garbo accedió a convertirse en la reina Cristina de Suecia (otro de los muchos nombres propios que titulan las películas de la Divina), se encontraba en la cumbre de su carrera. En esos momentos, su homosexualidad ya era un secreto a voces en Hollywood. Por lo que Irving Thalberg, mandamás de la Metro, se asustó un poco ante la insistencia de la actriz por interpretar a su compatriota reina, conocida por su rechazo a casarse y su afición a vestir con ropajes masculinos. Pero Hollywood nunca ha sentido ninguna necesidad de ser fiel a la historia, ni falta que hace. El yugo del código Hays todavía no estrangulaba a la meca del cine, por lo que en la película se insinuó la ambivalencia sexual de Cristina a través de un casto pero explícito beso de la Garbo a una de sus damas de compañía, interpretada por Elizabeth Young, y por un carácter de rasgos tradicionalmente masculinos. Pero se derivó la atención amorosa del personaje hacia un embajador español, a quien la reina seduce... ataviada con ropa de hombre.

Una de las claves que convierte a la reina Cristina en un personaje por encima de los demás interpretados por la Divina es su director. Junto a Lubitsch, Rouben Mamoulian fue el mejor realizador con quien trabajó la Garbo, acostumbrada a contar con correctos artesanos más dispuestos a ponerse al servicio de la estrella que al de la grandeza del cine. Aunque director y actriz no acabaron de entenderse, Mamoulian diseñó para la Garbo unos encuadres en los que su misteriosa belleza irradiaba con más fuerza que nunca, como en toda la secuencia en que la reina, disfrazada de hombre, conoce y se enamora del embajador español, don Antonio (John Gilbert), con quien comparte una única pero inolvidable noche de pasión. A la mañana siguiente, ella rememora esas horas de amor acariciando todos los objetos de la habitación en una coreografiada y sugerente escena, digna de los mejores momentos del cine silente. O el final, con la Garbo en el barco, cual mascarón de proa, ofreciendo su efigie a un incierto futuro.

La química romántica de La reina Cristina de Suecia (1933) también se impregnó de realidad. Greta Garbo y John Gilbert no solo habían compartido grandes pasiones en títulos como El demonio y la carne (Clarence Brown, 1926) o La mujer ligera (Clarence Brown, 1928), también habían sido amantes. Al estudio, su relación le iba de perlas: era la mejor publicidad para los filmes que interpretaban juntos. Gilbert estaba perdidamente enamorado, y le pidió la mano a Greta. Ella lo dejó plantado casi al pie del altar. Con la llegada del sonoro, la rutilante estrella del cine mudo que había sido Gilbert se eclipsó, mientras que su ex novia a la fuga emprendía una carrera meteórica hacia el estrellato. Durante la preparación de La reina Cristina de Suecia, el primer actor contratado para el papel del embajador español fue un Laurence Olivier en sus primeros pinitos en Hollywood. Pero la química con la sueca no funcionó. Entonces la Garbo reclamó a su antiguo amante. La MGM no tenía claro recuperar a un actor a quien había condenado al ostracismo. Garbo insistió. No solo era un favor para Gilbert, también permitiría recuperar una llama que había ardido fuera y dentro de la pantalla. John Gilbert resultó también el mejor amante de la Garbo en el sonoro, pero no le sirvió de mucho. Solo rodó otra película más antes de fallecer prematuramente en 1936.


LAS OTRAS REINAS
Para el recuerdo cinéfilo, la reina Cristina de Suecia siempre será Greta Garbo. Pero otras actrices han encarnado a este personaje histórico. Entre ellas, Liv Ullmann en Abdicación (Anthony Harvey, 1974) y Leonor Silveira en Palabra y utopía (Manoel de Oliveira, 2000).

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