Basada en la novela Celle qui n'était plus, de Pierre Boileau y Thomas Narcejac, sus derechos de adaptación a la pantalla se dice que fueron comprados or H. G. Clouzot horas antes de que el mismísimo Alfred Hitchcock lo intentara. Efectivamente, la trama bien podría haber sido otra de las grandes películas del inglés; no obstante, el resultado del trabajo de Clouzot no tiene desperdicio. Cuatro años más tarde, Hitchcock adaptaría otra novela de los mismos autores, D'entre les morts, en su obra cumbre Vértigo: De entre los muertos (Alfred Hitchcock, 1958).
La brasileña Véra Clouzot (1913-1960), esposa del director de Las diabólicas, exhibe en esta película un discreto, encantador y casi subliminal erotismo dirigida por su marido. |
"Somos unos monstruos, y no me gustan nada los monstruos", dice la actriz Véra Clouzot a Simone Signoret cuando éstas viajan en coche tras asesinar al marido y amante de ambas, respectivamente. Esta fras muy bien podría interpretarse como una velada declaración de intenciones por parte de Clouzot a la hora de enfocar la realización de esta película, que perfectamente podría haberse contado de manera que quedara totalmente codificada dentro del cine de terror; sin embargo, pese al engañoso título, de indudable sugerencia terrorífica, parece que Clouzot estaba más por la labor de recrear la historia dentro de unos parámetros diferentes. Hay que considerar que el género, como tal todavía patrimonio casi exclusivamente hollywoodiense, no estaba en su mejor momento; recordemos que las películas que se aceptan generalmente como fundacionales en otras cinematografías europeas, como la italiana y la española, con Los vampiros (I vampiri, Riccardo Freda, 1956) y Gritos en la noche (L'horrible Dr. Orloff, Jesús Franco, 1961), respectivamente, todavía estaban por llegar, y ambas dotadas de una dispersión considerable en cuanto a su estricta adscripción genérica; las dos con toques de policíaco, como el caso que nos ocupa, y en el caso de la española incluso con un tono cercano al sainete típicamente español en algunos de sus pasajes.
Estamos entonces ante un thriller con una muy ligera incursión, casi a escondidas, del elemento terrorífico que aporta el supuesto muerto vuelto de la tumba, con planos que evocan al Nosferatu, el vampiro de Murnau (esa sombra de la mano que se acerca al pomo de la puerta) y al cine de vampiros en general (la forma en que el cadáver resucita en la bañera); así, ciertos códigos del cine de terror, que se encuentran subyacentes y muy presentes en la mente del director, salen de esa manera a relucir y ponen el marchamo genérico que sin ellos no tendría. Dentro de esta indefinición, tan bien estructurada, encontramos igualmente elementos del cine negro en la figura del inspector de policía jubilado, quien insiste en encargarse del la búsqueda del desaparecido, recordando en sus formas al inspector de seguros que encarnó Edward G. Robinson en Perdición (Billy Wilder, 1944), con el mismo talante entre inquisitivo y despistado que no impide presentarle como una amenaza muy a tener en cuenta por el criminal. La narración de Clouzot, fluida y elegante, reconforta con las imágenes de interiores y calles tan europeas, sin ningún disgusto por no querer imitar los paisajes del cine americano. Con un triángulo, nunca mejor dicho, de actores protaghonistas extraordinarios, sobre todo el malvado encarnado por Paul Meurisse (el verdadero monstruo), que nos cuentan una trama que ya desde su misma base es más fantástica, sin quererlo, que muchas películas que lo pretenden: una esposa y la amante de su marido, juntas y confabuladas contra él. A destacar también el toque erótico que aporta la secuencia final, con ese camisón casi transparente que luce, más bien exhibe, la brasileña Véra Clouzot, esposa del director, por cierto, cuya filmografía se reduce a tan sólo tres películas, las tres dirigidas por su marido. Murió, ¡de un ataque al corazón!, en 1960.
Siguiendo con la sequía de ideas del cine americano actual, Hollywood realizó el remake Diabólicas (Diabolique, Jeremiah S. Chechik, 1996), con Sharon Stone e Isabelle Adjani, intentando suplantar, sin conseguirlo, a Simone Signoret y Véra Clouzot.
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