No hay como estar arruinado para convertirse en estrella de cine. Con
agujeros en los bolsillos, su mujer embarazada y un currículo tan dudoso
como su apodo de guerrilla (el Semental Italiano) en el porno blando,
Sylvester Stallone rechazó los 75.000 dólares que le ofrecían IrwinWinkler y
Robert Chartoff por un guión que había escrito en tres días. Quería interpretarlo
y dirigirlo. Era tan ambicioso como el héroe que había creado, el boxeador
Rocky Balboa, un chico de los barrios bajos de Filadelfia que soñaba con
ser campeón de los pesos pesados. Consciente de lo mucho que le importaba
su proyecto -Rocky (John G. Avildsen, 1976) no era más que una autobiografía
camuflada-, Stallone consiguió protagonizarlo, firmando un contrato
que le aseguraba un porcentaje de los beneficios en taquilla. Se hizo
millonarioy fue nominado al Oscar como mejor actor y guionista.
A LA SEXTA VA LA VENCIDA
Después de cuatro secuelas que
lo habían sumido en el ostracismo,
todo el mundo, incluso sus fans,
habían abandonado la esperanza
de que Stallone resurgiera de sus
cenizas. Qué sorpresa verle cual
ave fénix disfrazada de boxeador
sonado en Rocky Balboa
(Sylvester Stallone, 2006), donde
ha retomado a su famoso héroe,
ahora llorón dueño de una pizzería,
cosechando un notable éxito.
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