La productora Ilya Salkind sabía que la búsqueda del actor idóneo
para que Superman dejara las viñetas de cómic y se corporeizara en
el celuloide iba a ser complicada. De hecho, todo el proyecto era de por sí
complicado. Hubo un momento de lucidez entre tanto desbarajuste, múltiples
versiones del guión y presupuestos desbordados. "Cuando Marlon
Brando firmó -recuerda Salkind-, tuve la seguridad de que ya podíamos
dejar de pelearnos con la Warner por el tema de tener actores conocidos
en el reparto. Brando, Gene Hackman, Terence Stamp y Glenn Ford eran el
envoltorio estelar para alguien nuevo, alguien que fuera aceptado por el
público como Superman". Richard Donner, director de la cinta (Superman, 1978), era de la misma opinión, así que las disparatadas ideas de
ver a Robert Redford con esquijama volando sobre Metrópoli se descartaron.
Entre los actores jóvenes que hicieron una prueba destacó Christopher
Reeve. Su porte, su atractivo y sentido del humor cautivaron a Donner.
Ni siquiera el abundante sudor de las axilas (producto del nerviosismo
del actor) que manchaba el azulado traje de superhéroe echó atrás al personal.
A pesar de su teórica inexperiencia, Reeve supo hacer dos interpretaciones
diametralmente opuestas: Clark Kent andaba con los hombros
encogidos, miraba al suelo y dudaba al hablar como Cary Grant en las comedias
que hizo con Howard Hawks, y Superman era pícaro, honesto y lleno
de magnetismo, el ideal nortamericano en estado puro.
MUCHAS GRACIAS
Por mucho que se siga citando
"la maldición de Superman" (George Reeves, Christopher
Reeve, Margot Kidder...), la verdad
es que el malogrado Chris
(tetrapléjico tras caer de un
caballo y fallecido en 2004) jamás
renegó del personaje que le dio
fama. Superhéroe hasta el final.
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