sábado, 23 de noviembre de 2013

TERROR - La novia de Frankenstein


TÍTULO ORIGINAL: The Bride of Frankenstein
AÑO: 1935
DURACIÓN: 76 minutos
PAÍS: Estados Unidos
DIRECTOR: James Whale
GUIÓN: William Hurlbut y John L. Balderston
PRODUCCIÓN: Universal (Carl Laemmle Jr.)
FOTOGRAFÍA: John Mescall (blanco y negro)
MONTAJE: Ted Kent
DIRECCIÓN ARTÍSTICA: Charles D. Hall
MÚSICA: Franz Waxman
MAQUILLAJE: Jack Pierce
EFECTOS ESPECIALES: John P. Fulton
INTÉRPRETES: Boris Karloff (el Monstruo), Colin Clive (Dr. Henry Frankenstein), Valerie Hobson (Elizabeth), Elsa Lanchester (Mary Shelley/la novia), O. P. Heggie (el ermitaño), Una O'Connor (Minnie), Ernest Thesiger (Dr. Septimus Pretorius), Dwight Frye (Karl)
GÉNERO: terror / ciencia ficción //
secuelas / monstruos


Cuatro años después de iniciarse el ciclo dedicado al monstruo de Frankenstein llega esta secuela, de nuevo bajo la dirección de James Whale y con la que éste consigue su obra cumbre y una de las indiscutibles mejores películas del género fantástico de todos los tiempos. Nótese la referencia específica al género fantástico y no al terrorífico. Esto es así dada la realidad innegable de encontrarnos ante una grandiosa comedia; tono general que invade una narración que, tal y como persigue, antes consigue arrancarnos una sincera carcajada que un escalofrío. No estamos ante una chufla o parodia del estilo a las que acudirían más tarde nuestros queridos monsters bajo la agradable compañía de Bud Abbott y Lou Costello, sino ante la mirada pícara e irónica de un Whale en su estado más puro, liberado y alocado; entiéndase este último adjetivo en el más amplio sentido del término.   

La novia de Frankenstein cambia el tono empleado por su predecesora en la saga dedicada al personaje,
convirtiéndose en una absoluta rareza, pero fascinante y divertidísima en sus propuestas.


El tono sombrío que caracterizaba a El doctor Frankenstein en particular, y a toda la producción estrictamente terrorífica de la Universal en general, aquí da un giro completo para situarse en unos parámetros bien distintos, que consiguen una visión diferente siempre manteniéndose dentro de los márgenes del respeto. Visión con la que nos sumergimos en lo más profundo del género cómico sin que se pierda por ello la esencia terrorífica del conjunto; sin duda, un curioso logro de compatibilidad entre géneros tan opuestos. Sencillamente, se destapa el lado menos melodramático de los personajes, logrando convertirse en una continuación natural de la película original. Sin embargo, ese tono socarrón que aquí se exhibe no tendrá continuidad en ninguna de las películas de los diversos ciclos terroríficos de la Universal. Tono socarrón, inteligentemente intencionado, que nada tiene que ver con la caricia a la frontera de lo ridículo en la que se vieron inmersos los posteriores cócteles de monstruos perpetrados por la productora en la etapa de desgaste de los diversos ciclos.

Los títulos previstos fueron The New Adventures of Frankenstein, The Monster Lives y The Return of Frankenstein.
Tras La novia de Frankenstein siguieron las secuelas La sombra de Frankenstein (Rowland V. Lee, 1939),
El fantasma de Frankenstein (Erle C. Kenton, 1942) y Frankenstein y el hombre lobo (Roy William Neill, 1943).
Tanto La zíngara y los monstruos (1944) como La mansión de Drácula (1945), pese a la aparición
del personaje, podemos considerarlas secuelas del ciclo dedicado a Drácula.

La novia de Frankenstein se convierte de esta manera en un espécimen único, y no sólo en el contexto de la producción terrorífica de Universal durante la década de los treinta, sino dentro de una visión más amplia que engloba todo el cine clásico, cualquiera que sea su género; una rara avis que demuestra su precoz modernidad y una extraordinaria visión de futuro, con la que James Whale manifiesta ser el hombre adelantado a su tiempo que era. No será hasta los años ochenta cuando se adopte de forma generalizada este tipo de humor negro e irónico, falsamente renovador del género dada la precocidad de la película de Whale, y cuyo máximo exponente en el cine moderno podría ser la estupenda Re-Animator (Stuart Gordon, 1985), sin olvidar, acudiendo a la comparación desde otro punto de vista, el tratamiento similar del género que se da en The Rocky Horror Picture Show (Jim Sharman, 1975), en este caso compartiendo protagonismo con el musical y que bien podría haber sido una película dirigida por Whale si éste hubiera disfrutado de su plenitud artística en los setenta.

Cartel de La novia de Frankenstein que interpreta muy bien el carácter cómico de la película.


Iniciándose con un simpático prólogo/recreación de la ya famosa reunión en Villa Diodati, cuna del original literario, ya se comienza a vislumbrar el tono tan diferente que va a emplearse aquí respecto a la película primigenia, de la cual se interta un rápido resumen para refrescar el argumento. A partir de aquí, el espectáculo no decae, introduciéndonos en un relato mucho más rico, menos esquemático, más profundo incluso en cuanto al retrato del monstruo, quien consigue expresar sus emociones más primarias, y donde asistimos a su posterior aprendizaje junto al ermitaño ciego, personaje con quien comparte los momentos más divertidos de la película y donde se intuye una velada y graciosa alusión a la homosexualidad (recordemos que James Whale era homosexual), si es que ésta apreciación no es el fruto de una mente retorcida, en la escena en la que el anciano ciego relata lo solo que se encuentra, lo mucho que necesita un amigo al hacer mucho tiempo que nadie entra en su cabaña

La profundidad dada al personaje de la criatura ni antes ni después volvería a ser tratada con tanto mimo como
en La novia de Frankenstein, ni en las posteriores apariciones del personaje en el resto del ciclo Universal, ni en
las demás películas centradas en la criatura; ni tan siquiera en el ciclo Hammer, donde el protagonista
absoluto es el doctor Frankenstein y no su retoño.


Se entrevé igualmente una irónica burla a la religión en la escena en la que el monstruo de Frankenstein, capturado, es atado a un palo y alzado como si de un crucificado se tratara; no olvidemos que la criatura representa precisamente el fruto que supuestamente sólo Dios puede crear, pero que en este caso ha sido alumbrado por el hombre, con la carga sacrílega que ello conlleva.


La introducción de un nuevo icono, como es la imagen inmortal de La novia, interpretada por Elsa Lanchester, representa una aportación más al imagenio colectivo, camino ya iniciado por su predecesora, fuente ilimitada de referencias culturales en el futuro.

Elsa Lanchester (1902-1986) y su esperpéntica caracterización consiguieron con
La novia de Frankenstein crear otro icono más para la cultura popular del siglo XX.

La entrada del personaje del Doctor Pretorius conlleva aún mayor carga de diversión en la trama, siendo éste un auténtico prototipo de mad doctor, lleno de ingenio e ironía, que con la exhibición de sus diminutas creaciones, encerradas en tarros de cristal, no hace sino trasladar a través de su personaje, de forma velada, la ácida crítica social que indubitadamente pretende lanzar James Whale a los diversos grupos de poder, Iglesia y Estado concretamente.


Un personaje que, como otros en esta película, rompe con el naturalismo de comportamiento asumido en su antecesora, existiendo aquí de forma predominante, personajes extravagantes, irreales, cómicos a la vez, como salidos de un cartoon, dejando a la pareja formada por el doctor Frankenstein y su prometida como únicos reductos dramáticos de lo que fuera la primera parte de la saga y la teatralidad de sus diálogos. Sin ir más lejos, la escena en la que el monstruo es perseguido a través de un estilizado bosque de árboles desnudos hace gala de una planificación en la que se alternan planos del monstruo con planos de sus perseguidores, que recuerdan a los dibujos animados de la serie Looney Tunes, producida por Warner Brothers, donde siempre destacó el genial Bugs Bunny y que, fíjense en la coincidencia temporal, realizó su primera aparición en pantalla en 1938.

Sin ir más lejos, la escena en la que el monstruo es perseguido a través de un estilizado bosque de árboles desnudos hace gala de una planificación en la que se alternan planos del monstruo con planos de sus perseguidores, que recuerdan a los dibujos animados de la serie Looney Tunes, producida por Warner Brothers, donde siempre destacó el genial Bugs Bunny y que, fíjense en la coincidencia temporal, realizó su primera aparición en pantalla en 1938. 

← Dwight Frye (1899-1943) fue uno de los secundarios de lujo de todo el ciclo de terror de la Universal, interviniendo en varias de sus obras más celebradas: Drácula, El doctor Frankenstein, El hombre invisible, La novia de Frankenstein, La sombra de Frankenstein o El fantasma de Frankenstein; especial mención sus interpretaciones como Renfield (en Drácula) o el jorobado Fritz.


La dirección de Whale, en este caso, es mucho más refinada que la primitiva, perdón por la expresión, de El doctor Frankenstein. Un mayor esfuerzo de producción es patente, y Whale consigue momentos extraordinarios en cuanto a realización y planificación, con una puesta en escena más arriesgada, dominando el conjunto una exuberante belleza plástica que no olvida su recurrente cariz expresionista.

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