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domingo, 29 de diciembre de 2013

LOS SETENTA - Aguirre, la cólera de Dios

TÍTULO ORIGINAL: Aguirre der Zorn Gottes
AÑO: 1972
DURACIÓN: 93 minutos
PAÍS: Alemania del Oeste (RFA)
DIRECTOR: Werner Herzog
GUIÓN: Werner Herzog, basado en el diario de Gaspar de Carvajal
PRODUCCIÓN: Werner Herzog Filmproduktion
FOTOGRAFÍA: Thomas Mauch
MONTAJE: Beate Mainka-Jellinghaus
EFECTOS ESPECIALES: Juvenal Herrera y Miguel Vázquez
MÚSICA: Popol Vuh
INTÉRPRETES: Klaus Kinski (Lope de Aguirre), Helena Rojo (Inés de Atienza), Ruy Guerra (don Pedro de Ursúa), Del Negro (Gaspar de Carvajal), Peter Berling (don Fernando de Guzmán), Cecilia Rivera (Flores de Aguirre), Dany Ades (Perucho), Armando Polanah (Armando), Edward Roland (Okello)
GÉNERO: aventura / drama // histórico / siglo xvi / conquista de américa / existencialismo / naturaleza / humor negro


ARGUMENTO

"A finales de 1560 una gran expedición española comandada por el conquistador Gonzalo Pizarro partió de la antiplanicie peruana en busca de un lugar mítico, El Dorado, territorio repleto de yacimientos de oro que según los indios se situaba en las ignotas fuentes del Amazonas. El único testimonio que se conserva de aquella expedición, desaparecida sin dejar huella, es el diario de fray Gaspar de Carvajal". Con este texto comienza la famosa película de Werner Herzog, que narra el proceso de enajenación mental que llevó a Lope de Aguirre (1510-1561), apodado el Loco, a rebelarse contra Pizarro y el gobernador del Perú, hasta convertirse en un traidor al imperio español de Felipe II, un rebelde que perseguía un sueño imposible. Tras derrotar a los incas, Aguirre y sus lugartenientes, don Fernando de Guzmán (encarnado por el célebre escritor alemán Peter Berling), don Pedro de Ursúa, el citado fraile y el resto de la expedición quedan atrapados en un terreno selvático e inexplorado. Lo que debió ser una excursión de saqueo de una semana, en un descenso en balsa por el Amazonas, se convierte en un viaje infernal sin fin. Múltiples desastres, disputas, enfermedades van minando la moral de los conquistadores españoles, unidos al cerco de los indígenas, que van eliminándolos con sigilo animal. El hambre, las enfermedades y, sobre todo, la locura obsesiva de Aguirre haran fracasar la expedición, que terminará con la muerte de todos ellos.



COMENTARIO

Partiendo de este supuesto texto (en realidad, una pura invención de Werner Herzog) y del conocido libro La aventura equinoccial de Lope de Aguirre (1964), del escritor Ramón J. Sender, Herzog escribe un guión en dos días y medio ("de pura locura", admite el director), lo produce también y dirige, poco después, una de sus películas más importantes y una de las obras maestras de lo que se llamó Nuevo Cine Alemán. Nacido en Munich en 1942, Werner Herzog Stipetic debutó muy joven en el largometraje con Signos de vida (1967), a la que siguieron También los enanos empezaron pequeños (1968) y Fata Morgana (1971). Es un director proteico, con una obra amplísima que, además de una veintena de largometrajes en cuarenta y pocos años, incluye la dirección de más de treinta documentales y trabajos para televisión, unos trece cortos, así como obras de teatro y óperas (un total de dieciocho montajes operísticos, en Alemania e Italia, fundamentalmente, con dos incursiones en Japón y España).


Sin embargo, pese a tal despliegue creativo y a una energía vital excepcional, sus mayores logros fueron en la década de 1970 y, de entre ellos, su obra más conocida y reconocida internacionalmente fue y sigue siendo, cuarenta años después, Aguirre, la cólera de Dios, su cuarta película, a la que siguió la notable El enigma de Kaspar Hauser (1974).

Interesado por la Historia (fue estudiante universitario de Literatura y de Historia) y por sus personajes más intrigantes y colaterales, Herzog desarrolla a partir de la figura de Aguirre una historia exótica sobre la megalomanía, mediante la disección en imágenes de una monumental utopía, tema central de casi toda su obra fílmica. Cuenta cómo Pizarro divide su expedición en dos y nombra a don Pedro de Ursúa comandante de la misión río abajo, acompañado de su esposa, doña Inés de Atienza, don Lope de Aguirre y su hija Flor y don Fernando de Guzmán. Parten el 4 de enero de 1561 guiados por Aguirre. Rompen los lazos con la España de Felipe II y nombran a Guzmán emperador de El Dorado. Tras su muerte por infección, ahorcan a Ursúa.


Ha pasado un mes y nada se sabe del oro. "Mis hombres solo buscan oro, cuando es más importante el honor y la fama", le dice Aguirre al fraile. Alucinado (en una interpretación única de Kinski), Aguirre los conduce a un suicidio colectivo, mientras sus hombres caen como moscas bajo las flechas envenenadas de un enemigo invisible y de las enfermedades y el hambre. Escuchamos en voice over los pensamientos de Aguirre: "Yo soy la cólera de Dios". Tras encontrar el cadáver de Flor planea casarse con su hija y continuar una estirpe de emperadores en Nueva España. Estas imágenes existencialistas son las más impactante, junto con las del inicio: filas de conquistadores e incas descendiendo por un desfiladero de la cordillera andina, rodeados de nubes.


Los planos de los rápidos del río, la construcción de la balsa, la pesca, están rodados exclusivamente en exteriores con una fotografía realista y con cámara al hombro, lo que confiere al film un aspecto extrañamente documental y atemporal. Las espectaculares imágenes de la húmeda selva amazónica se ven perfectamente arropadas por la música electrónica, trascendente y repetitiva, dotándolas de un aliento poético inconmensurable. Hay que hacer hincapié en la banda sonora, porque, aunque pudiera parecer contradictorio emplear música postmoderna para una narración de época (el siglo XVI en este caso), las imágenes enajenadas de Kinski y los demás actores perdidos en la inmensidad amazónica encajan con maestría con esta música hipnótica creada con una mezcla de guitarra eléctrica y melotrón (instrumento musical polifónico, electromecánico, inventado a comienzos de los años sesenta por Harry Chamberlin), por obra y gracia de Popol Vuh (nombre tomado del célebre libro maya homónimo), grupo de rock progresivo alemán que volvería a trabajar con Herzog en otras seis películas más, entre ellas las geniales Nosferatu (1979) y Fitzcarraldo (1982).


Aguirre representa perfectamente las esencias de casi todos los protagonistas herzoguianos (héroes o antihéroes, según se mire): a saber, la utopía de querer cumplir sueños imposibles, individuales o colectivos, y el conflicto entre el ser humano y la Naturaleza circundante (pensemos en Fitzcarraldo o Cobra verde). Hay en el film, por lo menos, tres conexiones cinéfilas que merecen ser citadas. En primer lugar, se ha escrito que la secuencia final con el travelling circular sobre la balsa, repleta de cadáveres, macacos y con un enajenado Aguirre, es un homenaje a Os cafajestes (1962), debut del mozambiqueño Ruy Guerra, afincado en Brasil, que interviene como actor en Aguirre, la cólera de Dios en el importante papel de don Pedro de Ursúa. En segundo lugar, se detecta un influjo evidente en Apocalypse Now (1979), tanto en la historia del viaje río abajo como en las difíciles condiciones del rodaje en la selva y, en suma, en los problemas psicológicos de ambos cineastas, Herzog y Coppola. Coppola reconoció esta influencia al afirmar: "Aguirre, con su increíble imaginería fue una influencia muy fuerte [en Apocalypse Now]. No sería honesto si no lo mencionase". Y, en tercer lugar, Herzog realizó casi tres décadas más tarde, con el numeroso material sobrante, un interesante documental que narra, entre otras cosas, aquel rodaje amazónico y la intensa lucha de egos entre él y Klaus Kinski, hasta el punto de querer ambos asesinarse: Mi enemigo íntimo (Mein liebster Feind, 1999).


Por si fuera poco, la impronta de esta maravilla de séptimo arte crece al detectar que también ha sido fuente de inspiración de Roland Joffé y su excelente acercamiento a las misiones amazónicas en La misión (The Mission, 1986) y a la penúltima obra maestra de Terrence Malick, El nuevo mundo (The New World, 2005), en la que las concomitancias son aún más claras que en Guerra, Coppola o Joffé, entre otros.

El escritor argentino Abel Posse, partiendo muy posiblemente del final de Aguirre, la cólera de Dios, inventa una fábula fantástica sobre Lope de Aguirre y su ejército perdido en la selva amazónica en su muy recomendable novela Daimón (1978), que J. J. Armas compara con Cien años de soledad.

lunes, 19 de agosto de 2013

LOS SETENTA - Woodstock

TÍTULO ORIGINAL: Woodstock.
Three Days of Peace and Music
AÑO: 1970
DURACIÓN: 184 minutos
PAÍS: Estados Unidos
DIRECTOR: Michael Wadleigh
GUIÓN: Michael Wadleigh
PRODUCCIÓN: Bob Maurice y Dale Bell
para Wadleigh-Maurice Ltd. y Warner Bros.
FOTOGRAFÍA: Malcolm Hart, Don Lenzer, Michael Margetts, David Myers, Richard Pearce, Michael Wadleigh, Al Wertheimer
MONTAJE: Jere Huggins,Thelma Schoonmaker, Martin Scorsese, Michael Wadleigh, Stanley Warnow, Yeu-Bun Yee
MÚSICA: Janis Joplin, Jimi Hendrix, The Who, Joe Cocker, Joan Baez, Crosby, Stills and Nash, Richie Havens, Ten Years After, John Sebastian, Sly Stone, Sha-na-na, Carlos Santana
INTÉRPRETES: documental con las interpretaciones de los artistas del festival
GÉNERO: documental // documental sobre música / histórico / años 60 / conciertos


ARGUMENTO

Agosto de 1969. Fracasado el intento de celebrar un macrofestival en Woodstock, serán las laderas que sirven de pasto a las vacas del granjero Max Yasgur, en Bethel, las que se conviertan en testigos mudos del acontecimiento músico-social más grande todos los tiempos. Lo que en su momento parecía no ser sino un festival más, por amor de las vicisitudes, de su inesperada magnitud (finalmente multiplicó casi por diez las expectativas, llegando a congregar a más de medio millón de personas y dejando en los accesos a otros tres millones), de las presencias irrepetibles de artistas como Jimi Hendrix o Janis Joplin, a quienes poco después la muerte (en septiembre y octubre de 1970, respectivamente) transmutó en iconos del olimpo del rock por sus implicaciones políticas y el halo de apología de amor libre y pacifismo con el que convive y en el que tuvo mucho que ver el movimiento hippie y, por fin, por el eco que se le dio en los medios de comunicación en su momento, se convertiría en algo más que un concierto, en un estado de la mente, en una esperanza. Esos mismos medios de comunicación, el cine y los propios participantes contribuyernon a elevar el evento a mito, atribuyéndole la significación propia y legendaria que hoy evoca el nombre de aquella pequeña población del condado de Ulster, en el estado de Nueva York, donde nunca tuvo lugar el concierto.



COMENTARIO

Con un presupuesto ínfimo para el proyecto que no superaba los 600.000 dólares, un equipo técnico en el que despuntaba como segunda unidad -también como coeditor en un montaje que duró nueve meses-, un recién graduado Martin Scorsese y tan solo nueve cámaras, Michael Wadleigh se desplazó a Bethel para cubrir un macroevento musical, de amplias proporciones y grandes artistas, los mejores, pero un festival más. Sin embargo, lo que allí encontró no tenía nada que ver con un festival corriente. Wadleigh topó de bruces con la Historia. Desde la perspectiva de las cuatro décadas qu contemplan Woodstock, su trabajo pasó de suponer el registro documental sin más de un directo a tomar cariz de instrumento propagador de la conciencia humanizadora que se abría paso con el arma de la palabra como único recurso, enarbolando la bandera blanca de la no violencia en un mundo diseñado por los maestros de la guerra, la intolerancia y el racismo. Un estilo de vida que volvía a las raíces mismas del ser humano y su naturaleza social, unas ideas que inundaban ya el panorama musical, y era precisamente la música y la comunión con su público uno de sus instrumentos más contundentes. Como uno más entre ellos, Wadleigh apostó allí sus cámaras, en el escenario y en las colinas que hacían las veces de embarradas gradas, y los asistentes al festival se ocuparon del resto. El montaje final distribuido por la productora dejaba los 180 kilómetros de metraje rodados (aproximadamente 5.208 minutos) en un montaje impuesto por la Warner de poco más de tres horas de documental, si bien en 1994 Wadleigh reedita el film y recupera 44 minutos.

Lo sorprendente es la percepción que muestra Wadleigh desde el comienzo del material montado sobre la importancia real del momento que está filmando sin el privilegio de la distancia. El mensaje es claro, son tan protagonistas quienes están encima del escenario como los que, más atentos o más ausentes, hacen vida, predican con su sola presencia en los pastos de Yasgur. De hecho, los primeros minutos son para introducirnos en la organización del festival. Después, el Black Power con Richie Havens, abriendo el festival con un acústico, y Jimi Hendrix, el hombre en comunión -casi unión perfecta, indisoluble- con su stratocaster, el compromiso de Joan Báez, la rabia de Janis Joplin o The Who, el sosiego de Canned Heat, el delirio rockabilly de Sha na na, o la mano prodigiosa de Santana. La música habla mientras Wadleigh pasea a sus opoeradores y los duplica son sus recurrentes split screens, entre las exiguas instalaciones, las letrinas, las tiendas, el barro. Capta hasta el último detalle con la minuciosidad del que desea transmitir la esencia, las sensaciones de su propia experiencia, por que Wadleigh desea ser uno más dentro de esa comunión. Está presente cuando la lluvia convierte las laderas de Bethel en un parque acuático y cuando surge aquel espontáneo canto, funcionando además como una metáfora del cambio brutal que sacude a la juventud, el ya mítico Let the sunshine de la era de Acuario.

El caso del director y cámara Michael Wadleigh cobra un cierto halo de misterio, como mínimo de desconcierto. Quizá sea debido a su poco afortunado acuerdo contractual con la Warner para su primer largometraje el hecho de que su escueta carrera posterior como director sólo cuente con tres documentales: Woodstock; una reedición con motivo del vigésimo aniversario del festival, Woodstock: The Lost Performances (1990); y un spin off sobre el venerado por Wadleigh Jimi Hendrix, a partir de los retazos de celuloide no incluidos en su trabajo más emblemático, Jimi Hendrix: Live in Woodstock (1999). Al margen de estos títulos, Wadleigh dirigiría un largometraje de ficción cuyo rodaje abandonó antes de concluirlo, Lobos humanos (1981), film de terror de serie B con un reparto excepcional encabezado por Albert Finney y Edward James Olmos, una rareza convertida en clásico de culto. Sus demás trabajos para la gran pantalla han sido básicamente como fotógrafo.

Se puede señalar que la acogida del film resultó acorde con su significación social. Woodstock fue galardoneado con el Oscar al mejor documental en 1971 y nominado además en los apartados de mejor montaje y sonido. Económicamente el film tambien funcionó, ingresando más de cincuenta millones de dólares solo en los Estados Unidos, una suma más que importante tratándose de un documental. Por su mal acuerdo ya reseñado con la Warner, Michael Wadleigh percibió tan solo un mínimo porcentaje de los benerficios. La permanencia del mito en el tiempo se debe en gran medida a la novísima manera de registrar la épica pacifista por Wadleigh y su influencia se ha dejado sentir en la concepción de rodaje de posteriores eventos musicales, empezando por Gimme Shelter (1970), que cubre el impresionante y trágico Festival de Altamont, o en el propio Scorsese y su homenaje en la retirada de The Band. En 2009, en Talking Woodstock, Ang Lee rescató con precisión y afecto la atmósfera del festival desde el off de su organización, tras las laderas llenas de fantasmas de Yasgur y apenas quedando como anecdótico el hecho musical en sí que justificaba la macrorreunión.

Woodstock fue el antecedente de otros grandes eventos (isla de Wight, Altamont) y cinematográficamente supuso también la primera incursión de Scorsese en el género. Pocos años despues de formar parte del esquipo de realizacion y edición del film, dirigiría el documental sobre el último concierto de uno de sus grupos reverenciados, The Band. Con una cuidadísima realización, en esta ocasión sí centrada en el escenario, El último vals (1978) era un homenaje rodado, una sucesión de los grandes monstruos del rhythm and blues, el soul o el folk. Van Morrison o Bob Dylan a Neil Young o Muddy Waters.

jueves, 25 de julio de 2013

CINE MUDO - El asesinato del duque de Guisa


TÍTULO ORIGINAL: L'assassinat du duc de Guise
AÑO: 1908
DURACIÓN: 15 minutos (300 metros)
PAÍS: Francia
DIRECTOR: Charles Le Bargy (dirección de actores) y André Calmettes (puesta en escena)
GUIÓN: Henri Lavedan
PRODUCCIÓN: Film d'art
DECORADOS: Émile Bertin
MÚSICA: Camille Saint-Saëns
INTÉRPRETES: Charles Le Bargy (Enrique III), Albert Lambert (el duque de Guisa), Gabrielle Robinne (la marquesa), Berthe Bovy
GÉNERO: drama // histórico / siglo xvi / cine mudo / orígenes del cine / cortometraje

Hasta el momento apenas había podido considerarse un vulgar divertimento de feria, pero el cine se eleva ahora a la altura de las artes "nobles": para ello se procura los servicios de la Comedia y de la Academia francesas.


ARGUMENTO

Francia, 1588. El rey Enrique III decide desembarazarse de su encumbrado rival Enrique de Lorena, duque de Guisa. Lo convoca a su castillo de Blois. A pesar de las advertencias de su amante la marquesa de Noirmoutiers, que sabe que se avecina un drama, el duque acepta, seguro de su autoridad. A la hora convenida, en el Cabinet-Vieux, será apuñalado por los guardias del rey. Éste último, que ha asistido al crimen oculto tras un tapiz, manda quemar el cuerpo, "todavía más grande muerto que vivo", en tanto que la marquesa rompe a llorar, dejando escapar su dolor.



COMENTARIO: hacia una legitimación cultural del cine

En 1908 las pantallas francesas son invadidas por farsas groseras y por melodramas edulcorados... que hacen las delicias del público popular. La elite le hace ascos a ese "divertimento de idiotas". Ansiosos por "elevar el nivel del cinematógrafo", y aumentar su público, unos editores industriosos, los hermanos Lafitte, crean la Société du Film d'art. Apelan a artistas de teatro y a los "grandes temas". Otras firmas los imitarán, notablemente la Société cinématographique des auteurs et gens de lettres (SCAGI) de Pierre Decourcelle.

Film-manifiesto, El asesino del duque de Guisa reunió en sus títulos de crédito los nombres de un académico (Henri Lavedan), de actores del Français y de un compositor de renombre (Camille Saint-Saëns), encargado de componer una partitura original, algo que no se había visto hasta entonces. En el plano técnico, el film no carece de cualidades. Su influencia fue sobre todo sensible en el extranjero: Griffith y Dreyer, entre otros, encontraron allí las primicias de una nueva dramaturgia.

El Film d'art continuó sus actividades hasta 1920, bajo el impulso de Louis Nalpas. Sarah Bernhardt rodará allí La dama de las camelias (1912), y también allí debutará Abel Gance. Louis Delluc ha rendido homenaje a sus promotores en los siguientes términos: "Haber comprendido antes que nadie en Francia que el cine era o sería un arte constituye un egregio título de gloria". El asesino del duque de Guisa marca el fin del período feriante del cine; concreta el divorcio entre los pioneros y los maestros de la industria" (Henri Langlois).

El Servicio de archivos del cine restauró en 1980 la versión original teñida del film, agregándole la música de Saint-Saëns. Presentado en el Palais des Arts en París, en presencia de Gabrielle Robinne, el film volvió a anotarse un éxito.
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