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domingo, 21 de julio de 2013

DIRECTORES: Buster Keaton

El hombre que nunca se reía
Piqua 1895 - Woodland Hills 1966

Buster Keaton pertenece a la tradición del cómico corporal. Pero la belleza marmórea de su rostro, como ajena a la expresividad de su cuerpo, provoca un desfase con matices trágicos. 




Sube a escena con tan sólo tres años, en un espectáculo familiar. Siguiendo la tradición del music-hall americano, aprende el dominio del cuerpo, ágil como el de un atleta, grácil como el de un bailarín, expresivo como el de un actor. Se trata de una tradición en vías de extición, pero que el cine naciente, por aquel entonces sediento de cómicos, recupera. Buster Keaton debuta en 1917 teniendo como pareja al famoso cómico Roscoe Arbuckle, llamado Fatty: la asociación entre el gordo y el flaco, entre el flexible y el pesado es un clásico. Muy pronto, Keaton impone su silueta con el famoso sombrero plano coronando un rostro ya inmóvil y se emancipa de su papel de segundón.

En 1920, el productor Joseph Schenck le otorga protagonismo, permitiéndole dirigir, o codirigir (a menudo con Eddie Cline) sus películas. Keaton practicará la fórmula del cortometraje hasta principios de la década de 1940. El periodo 1920-1923, en el que su creciente notoriedad le confiere una notable libertad creativa, está repleto de éxitos, pequeñas joyas perfectas, sin partitura, que contienen todas las características de Buster Keaton. Se basan en el contraste: entre el rostro impasible y el cuerpo en ocasiones febril, entre lo humano y lo mecánico (Una semana, 1920; El gran espectáculo, 1921), entre el individuo y la multitud (La mudanza, 1922; un verdadero arquetipo de la película de persecuciones, construida in crescendo; Keaton perseguido por un grupo de policías de uniforme que va en aumento).

Las películas americanas de Max Under y El chico de Chaplin crearon para los cómicos de la época un paso obligado al largometraje. Keaton no tiene ninguna dificultad en dar cuerpo a su materia prima para estirarla. Su popularidad y su éxito son por aquel entonces totalmente comparables a los de Chaplin. En primer lugar para Schenck, realiza o correaliza ocho películas en el espacio de tres años. Trabaja rápido, de forma espontánea, pero haciendo gala de una técnica corporal y cinematográfica (sentido del ritmo, de la composición rápidamente adquirida) que le confieren la apariencia de un dominio perfecto. Aunque recurre a ciertos elementos tradicionales (la persecución, que alcanza una nueva cima en Siete ocasiones (1925), en donde son las mujeres las que persiguen a los protagonistas), también hace gala de una dimensión puramente cinematográfica (la parodia de Intolerance en Tres edades, 1923; el paso de la vida real a la pantalla de cine en El moderno Sherlock Holmes, 1924). Sus dos obras más famosas serán El navegante (1924; y el extraordinario partido plástico que saca a una nave desierta) y El maquinista de la General (1926, ambientada durante la guerra de Secesión y cuya amplitud en ocasiones épica está a la altura de la de Chaplin en La quimera del oro).

Buster Keaton alcanza entonces la cima de su gloria y de su creatividad. La MGM, el estudio más prestigioso de Hollywood, lo contrata. Pero coarta su libertad al considerarlo como un actor y al imponerle a los directores. Las consecuencias no son visibles de inmediato ya que El héroe del río (correalizada con Charles F. Reisnet), El cameraman y El comparsa (ambas de Edward Sedgwick), todas ellas de 1928, parecen llevar plenamente su sello y figuran entre sus obras maestras. La secuencia del huracán, durante la cual Buster escapa a los mayores peligros (El héroe del río) alcanza incluso un virtuosismo poco común en este género. Por otra parte, El cameraman es un obra coherente, que se inserta sin dificultades en el cuestionamiento mismo del cine que caracteriza la comicidad de Keaton.

Pero el cine hablado acabará con él. La MGM le impone cada vez más comedias y vodeviles que no dirigirá él mismo y en donde está fuera de lugar (Piernas de perfil y Queremos cerveza, de Sedgwick). La palabra no le aporta nada. Su popularidad cae, agravada por sus problemas personales. Sigue siendo muy famoso en Francia, lo que explica que Buster se marie y Le plombier amoureux se rueden en francés (Claude Autant-Lara); en cuanto a Le roi des Champs-Élysèes, se filmará en Francia (Max Nosseck). Keaton ya no dirige. Por otra parte, tampoco tiene ningún proyecto de dirección y no reprocha al sistema la responsabilidad de su declive.

Hasta su muerte, seguirá siendo una figura mítica, a la que recurrirá Billy Wilder (El crepúsculo de los dioses), Chaplin (Candilejas) o Samuel Beckett (Film).

sábado, 20 de julio de 2013

PERSONAJE: Pamplinas / Buster Keaton

El otro icono, con Chaplin/Charlot, del cine cómico mudo. Mudo: ahí está su desgracia, su talón de Aquiles. Chaplin abominó del cine parlante, pero siguió haciendo obras maestras hasta los años sesenta. Buster Keaton no sobrevivió al advenimiento del cine sonoro, aunque participó en multitud de comedias como "guest star", como sombra egregia de un pasado irrepetible. Su genio fue verdaderamente precoz: antes de cumplir los cuatro añitos, Buster ya era un "madelman" multiusos, un muñeco articulado que sus padres usaban, como si fuera un juguete de goma, en su número de revista "Three Keaton". Ahí aprendió el noble arte del tropezón y la caída, y se convirtió en un auténtico acróbata, requisito fundamental para su futura carrera. En 1917, cuando contaba 21 años, Buster Keaton conoció a Roscoe Arbuckle, popularmente "Fatty", que lo fichó como actor de varios de sus cortos. Tres años más tarde comenzó su carrera en solitario y no tardó en dar muestras de su maestría, que alcanzaría todo su esplendor en La mudanza (Cops, Keaton y Edward Cline, 1922), donde el actor monta una empresa de mudanzas y, durante su primer servicio, transportando en carro los muebles de un policía, organiza un caos monumental de tráfico, es tomado por el autor de un atentado terrorista y perseguido por una multitud de agentes en un incesante encadenado de gags que desafían las leyes de la gravedad y están entre lo mejor en la historia del género cómico.



Por esas fechas, Buster Keaton ya ha configurado su personaje, aquí bautizado como Pamplinas y del que es característico su sombrero plano: una esponja que absorbe las catástrofes, sereno e impasible (su marca de fábrica: jamás reir, ni siquiera una leve sonrisa, aunque había echado unas carcajadas en su etapa con Fatty), tenaz y obstinado, capaz de ejecutar las mayores hazañas para conseguir sus propósitos, generalmente conquistar a la chica a la que ama. Una comicidad grave y poética que sedujo a la intelectualidad avanzada de la época (Alberti, Buñuel y el corpus surrealista en pleno) y estaba forjada en la estoicidad perpetua de su rostro y, especialmente, de su mirada: "No escapa ni a las mujeres ni a los poetas que los ojos de Keaton tienen el extraño destello de los crepúsculos de verano y que por ellos pasa una indefinible emoción, entre la pureza del cristal y la melancolía de los patios sombríos: Keaton la asienta en su belleza, su seguridad y sus certidumbres" (Marcel Oms).



Las tres edades (Three Ages, Keaton y Clyde Bruckman, 1923), una parodia de Intolerancia (Intolerance, David Griffith, 1916), fue su primer largometraje y el inicio de la edad de oro keatoniana. No es moco de pavo lo que cuece su filmografía en tan solo un lustro: La ley de la hospitalidad (Our Hospitality, Keaton y John Blystone, 1923), El moderno Sherlock Holmes (Sherlock Junior, Keaton, 1924), El navegante (The Navigator, Keaton y Donald Crisp, 1924), Las siete ocasiones (Seven Chances, Keaton, 1925), El rey de los cowboys (Go West, Keaton, 1925), El boxeador (Battling Butler, Keaton, 1926), El maquinista de la General (The General, Buster Keaton y Clyde Bruckman, 1927), El colegial (College, James W. Horne, 1927), El héroe del río (Steamboat Bill Jr., Charles Reisner, 1928) y El cameraman (The Cameraman, Edward Sedwick, 1928). Muchos años más tarde, Richard Lester, gran amante del "slapstick", dio un breve pero emotivo papel al viejo Buster Keaton en Golfus de Roma (A Funny Thing Happened on the Way to the Forum, 1966), su despedida del cine.

CHAPLIN Y KEATON, CARA A CARA
En Candilejas (Limelight, 1952), Charles Chaplin hizo comparecer en un papel secundario a Keaton. Malas lenguas dicen que Chaplin abrevió el personaje de su único rival para que no le hiciera sombra. Poco importa: el cara a cara en un escenario entre los dos gigantes, así como el intercambio de frases en el camerino, son momentos de oro de la comedia.
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