Mostrando entradas con la etiqueta robert redford. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta robert redford. Mostrar todas las entradas

domingo, 25 de agosto de 2013

LOS SETENTA - Tal como éramos


TÍTULO ORIGINAL: The Way We Were
AÑO: 1973
DURACIÓN: 118 minutos
PAÍS: Estados Unidos
DIRECTOR: Sydney Pollack
GUIÓN: Arthur Laurents (Novela: Arthur Laurents)
PRODUCCIÓN: Ray Stark y Richard Roth para Rastar Productions y Columbia Pictures
FOTOGRAFÍA: Harry Stradling Jr.
MONTAJE: John F. Burnett
DIRECCIÓN ARTÍSTICA: Stephen Grimes
MÚSICA: Marvin Hamlisch
INTÉRPRETES: Robert Redford (Hubell Gardner), Barbra Streisand (Katie Morosky), Bradford Dillman (J.J.), Louis Chiles (Carol Ann), Viveca Lindfords (Paula Reisner), Patrick O'Neal (George Bissinger), Allyn Ann McLerie (Rhea Eswards), Murray Hamilton (Brooks Carpenter), Herb Edelman (Bill Verso), Marcia Mae Jones (PEggy Vanderbilt), Diana Ewing (Vicki Bissinger)
GÉNERO: drama / romance / drama romántico


ARGUMENTO

Los años treinta. En una universidad estadounidense coinciden por primera vez los jóvenes Katie Morosky y Hubell Gardner. Ella es judía y activa defenssora de planteamientos ideológicos liberales; él es un joven protestante sin compromiso político definido y cuyo úunico ideal en la vida es lograr asentarse profesionalmente y fundar una familia tradicional. Años después, tras la Segunda Guerra Mundial, ambos se reencuentran y enamoran. Ella ha estado trabajando en una radio y él ha servido como militar en el Pacífico: un mundo les continúa separando realmente, pero el amor es más fuerte que ninguna otra cosa y deciden empezar una vida en común. Hubell se trasladará a Hollywood buscando trabajo como guionista, justo en el momento en el que estalla la caza de brujas de McCarthy y ante la que Katie se posicionará en contra. A raíz de una infidelidad de Hubell, Katie romperá amarras definitivamente con una persona a la que sigue queriendo en el plano ideal, pero que le ha decepcionado de manera muy profunda en lo personal. Tiempo después volverán a reencontrarse casualmente en Nueva York: Hubell es ahora un exitoso escritor de guiones para la televisión y Katie continúa fiel a las causas políticas que siempre ha defendido. Ambos siguen deseándose, pero el lastre del pasado en común es demasiado intenso como para plantearse volver a una relación que ya forma parte de aquella época de juventud en la que los dos pudieron mostrarse sin tapujos tal como eran. 


COMENTARIO

Entre 1964 y 1966 la joven actriz y cantante Barbra Streisand obtuvo un descomunal éxito sobre los escenarios de Broadway, y más tarde en Londres, como protagonista de un musical inspirado en la vida de la suegra del conocido productor cinematográfico Ray Stark. Para entonces, Streisand ya tenía publicados tres discos y había obtenido alguno de los más importantes premios en el terreno musical, siempre bajo los auspicios de la multinacional discográfica Columbia Records. A nadie le resultó extraño, pues, que el propio Stark anunciara en 1966 la firma de un contrato millonario con Streisand para realizar una adaptación al cine de dicho musical, que llevaría por título Una chica divertida (Funny Girl, William Wyler, 1968), así como otros tres futuros proyectos por determinar, como parte del acuerdo de colaboración estable que mantenía con su productora Rastar con la Columbia. Streisand obtendría finalmente un Oscar como actriz por Una chica divertida, y a partir de ese momento se convertiría en una de las estrellas emergentes del firmamento de Hollywood gracias a una batería de filmes de éxito realizados tanto por veteranos profesionales -Gene Kelly o Vincente Minnelli- como por jóvenes promesas que empezaban a despuntar en el ámbito de la dirección, caso de Herbert Ross o Peter Bogdanovich.

Varias décadas atrás, en 1937, el futuro escritor, guionista de cine y director teatral Arthur Laurents había tenido ocasión, por su parte, de conocer a una estudiante judía, Katie Morosky, comprometida por la lucha antifranquista y defensora de los postulados ideológicos comunistas. Gracias a ella, Laurents, un conocido activista homosexual, había podido adentrarse en los núcleos universitarios de izquierdas. Esa amistad con Morosky es la que se reflejaría años después al diseñar el personaje femenino de Tal como éramos, así como determinadas situaciones dramáticas. Desde el primer momento, Stark quiso que el antagonista de Streisand en la película fuera Robert Redford, pese a las notables reservas iniciales mostradas por este dado el carácter unidimensional del personaje que se le ofrecía, y solo pudo vencer dicha resistencia al incorporarse al proyecto como director, por indicación de Laurents, Sidney Pollack, con el que Redford había trabajado recientemente en Danzad, danzad, malditos (They Shoot Horses, Don't They?, 1969) y que se había granjeado cierta fama de liberal.

El proyecto, sin embargo, embarrancaría pronto como consecuencia de las numerosas disputas mantenidas entre los principales responsables  de la parte creativa. Stark quiso profundiazar en el mensaje político que contenía el guión inicial de Laurents, y que giraba en torno a la llamada caza de brujas emprendida por el senador McCarthy contra diversos profesionales de la industria de Hollywood. Para ello, no dudó en contratar a Dalton Trumbo, Alvin Sargent, Paddy Chayefsky y Herb Gardner, que habían sido represaliados en dicha persecución ideológica, para que sugirieran retoques de guión orientados a introducir numersosas escenas alusivas a esos hechos históricos. Por otro lado, Redford presionó muy duramente para lograr que su personaje estuviera dotado de una mayor densidad y aristas, ya que en el esbozo incial del guión redactado por Laurents quedaba empequeñecido ante la figura femenina que encarnaría Streisand y, además, daba muy poco juego interpretativo.

Finalmente, la recepción del público en los pases iniciales del film antes de su estreno llevaría a Sidney Pollack a adoptar otras decisiones no menos controvertidas. Entre ellas, eliminar más de media hora del metraje, para suprimir, prácticamente de raíz, todas esas secuencias alusivas a la caza de brujas que, de acuerdo con su criterio, afectaban al conjunto del film y, en particular, a la fluidez narrativa de la historia amorosa que debía ser el cuerpo central de la película. El posterior éxito de la cinta no impediría, sin embargo, el cruce de descalificaciones públicas entre guionistas, director e intérpretes principales de una obra que, por otra parte, acabaría siendo recibida por la crítica con división de opiniones.

El largometraje, en cualquier caso, se ha mantenido con el paso del tiempo mejor que otras propuestas semejantes facturadas en la época por la industria de Hollywood. No ha envejecido del todo bien, pues evidencia muchas de sus costuras narrativas y, sobre todo, la indefinición en el trazo de algunos personajes, pero conserva la frescura y el interés que hicieron de esta película, ya desde el momento de su estreno, uno de los títulos llamados a formar parte del panteón ilustre de los grandes melodramas románticos del cine. Además, continúa reflejando con enorme precisión tanto el cambio de registros que estaba viviendo por entonces la industria cinematográfica estadounidense -al fin y al cabo nos encontramos ante un film clásico en su textura narrativa y que camina hacia la modernidad en su planteamiento formal- como el deseo de cerrar una ominosa etapa anterior de persecusiones políticas en el terreno del cine situando a los defensores de los represaliados como héroes a causa de la libertad de expresión y de la democracia, y de plasmar, por último, el importante papel de las mujeres en los cambios sociales vividos por el país a lo largo de las últimas décadas.

→ En los años ochenta, la prensa internacional se hizo eco de que, tras las disputas que habían mantenido entre ellos a casua del resultado final de Tal como éramos, Robert Redford y Arthur Laurents pensaban poner en marcha una secuela dejando la margen a Sidney Pollack. El proyecto no pudo llegar a buen puerto porque Barbra Streisand impuso entonces su deseo de prescindir de Ray Stark como productor, así como sus pretensiones de dirigir ella misma el film. Como puede fácilmente suponerse, dicha secuela nunca llegaría a producirse. Tal cómo éramos, por otro lado, le supuso a Barbra Streisand una nueva nominación al Oscar, y la canción compuesta por Marvin Hamslich se convirtió en uno de los mayores éxitos de su por otra parte muy rentable y prestigiosa carrera musica.

LOS SETENTA - El golpe


TÍTULO ORIGINAL: The Sting
AÑO: 1973
DURACIÓN: 129 minutos
PAÍS: Estados Unidos
DIRECTOR: George Roy Hill
GUIÓN: David S. Ward
PRODUCCIÓN: TomBill, Michael y Julia Phillips para la Zanuck/Brown Productions y Universal
FOTOGRAFÍA: Robert Surtees
MONTAJE: William Reynolds
DIRECCIÓN ARTÍSTICA: Henry Bumstead
MÚSICA: Scott Joplin
INTÉRPRETES: Paul Newman (Henry Gondorff), Robert Redford (Johnny Hooker), Robert Shaw (Doyle Lonnegan), Charles Durning (Teniente William Snyder), Ray Walston (J.J. Singleton), Eileen Brennan (Billie), Harold Gould (Kid Twist)
GÉNERO: intriga / comedia / drama // crimen / juego / años 30 / mafia / robos y atracos




ARGUMENTO

Joliet, Illinois, septiembre de 1936. Johnny Hooker es un timador callejero que un mal día tiene la pésima suerte de embaucar a uno de los hombres de Lonnegan, el mafioso controlador de los mejores bajos fondos de Chicago, y muy bien relacionado con la policía. Localizado y perseguido por los hombres de Lonnegan, Johnny ve cómo acaban con la vida de su compinche anciano de color, el entrañable Luther. A partir de entonces, Johnny comienza una cruzada de venganza "blanca" contra quien ordenó su muerte. Lejos de querer matarlo, su pretensión es arruinarlo económicamente, pero para ello requiere al maestro del timo, temporalmente retirado, Henry Gondorff. Juntos comienzan esa aventura hasta conseguirlo, gracias a una falsa e ilegal central de apuestas de carreras de caballos. Realizada la hazaña y fingiendo sus muertes para la mafia y la policía, ambos abandonan la ciudad y continúan su rumbo hacia nuevas aventuras como timadores.



COMENTARIO

Aunque llega al principio de la década, es un film muy alejado de las corrientes del momento. El año 1973 es el mismo de producciones tan dispares como Amarcord (Federico Fellini), El dormilón (Woody Allen), El espíritu de la colmena (Víctor Erice) y American Graffiti (George Lucas), títulos que señalan una etapa de transición del cine universal donde la heterogeneidad de estilos y desarrollos de escuelas está dando paso al nacimiento de una nueva generación en el cine americano. En ese ambiente, El golpe puede ser considerado, sencillamente, cine clásico, sin pretensiones de autor. Dentro de la obra audiovisual de su director, George Roy Hill, supone un punto de prolongación del éxito anterior de Dos hombres y un destino (Butch Cassidy and the Sundance Kid, 1969), que ya reunió como pareja bajo sus órdenes a Paul Newman y Robert Redford. Roy Hill, que comenzó como realizador de televisión, no ha sido un director de grandes éxitos, pero puede ser catalogado como un cineasta de género, contando con piezas fílmicas discretas como Hawaii (1966), El carnaval de las águilas (1975) y la adaptación de la novela de John Le Carré La chica del tambor (1984).

Situada en los años treinta, uno de los valores notables de la cinta es la ambientación. Con algunos exteriores en Chicago, la mayoría ha sido rodada en los estudios de la Universal y diversos hoteles en Los Ángeles, lo que aporta una ilusión de película clásica de la década de los cuarenta muy parecida al propio género negro de esos años, a pesar de ser una producción de los años setenta. Todos los decorados (trenes, salones, calles, bancos, locales de alterne y apuestas) son recreados con exactitud tal como lo hubiera hecho el propio cine de los años treinta o cuarenta. La iluminación y la fotografía redundan en un dominio de los tonos terrosos y amarillos, que ayudan a la representación no saturada de colores del cine de los años setenta. El homenaje a este tipo de género cinematográfico, pasado por el filtro de la comedia, se completa con otro tributo, el que se realiza del cine mudo. Las imágenes fijas dibujadas y rotuladas con títulos que separan las diversas partes son ejemplo de ello, como también la banda sonora o las cortinillas que se usan con relativa profusión para separar secuencias, incluida la del final, con un efecto de iris de cierre. Esos recursos de separación ayudan a construir una falsa estructura episódica que va titulando cada nueva fase del desarrollo de la trama sin necesidad de narrador que ayude al espectador a saber en qué momento del gran timo se encuentra. Estos pequeños adornos narrativos y visuales no enturbian una realización de limpieza clásica, invisible, donde todo encaja en su lugar. De igual modo, la distribución de los acontecimientos que puntúan la historia la convierte en un medido ejercicio de tiempo, con un ritmo equilibrado donde ninguna acción se excede en su desarrollo, alcanzando así un tiempo justo que no permite al espectador ni el aburrimiento ni el estrés en la recepción.

Hay que sumar a ello la interpretación de un cuadro de actores que está encabezado por Paul Newman y un joven Robert Redford (con muchos más años que su propio personaje) en uno de sus trabajos juntos más memorables. Ambos ya habían figurado como pareja con el mismo director en Dos hombres y un destino, y volverán a hacerlo después, aunque por separado. Igualmente adquiere gran valor en el film la presencia de secundarios clásicos del cine norteamericano que refuerzan y consolidan un trabajo actoral impecable. Algunas de las secuencias de esta producción son ya consideradas imprescindibles de la historia del cine, como es la tramposa partida de póker en el tren entre Paul Newman y Robert Shaw. Lo mismo sucede con la banda sonora. El ragtime del compositor y pianista norteamericano Scott Joplin, adaptado por Marvin Hamlisch, ha sido usado con posterioridad para reportajes sobre cine o como cabecera de programas cinematográficos, y es reconocido como banda sonora de este film por el gran público como una pieza clásica, a pesar de cierto anacronismo respecto a la época en la que se desarrolla la trama; no en vano su adaptador es un experto compositor de bandas sonoras, como las de Tal cómo éramos (Sydney Pollack, 1973), La espía que me amó (Lewis Gilbert, 1977) y La decisión de Sophie (Alan J. Pakula, 1982).

Con posterioridad, El golpe se ha convertido en una película de culto, pero ya en el momento de su estreno contó con el apoyo de la crítica y, sobre todo, del público. La propia profesión la premió múltiples veces, siendo destacables los siete Oscar conseguidos en 1974, más otras tres nominaciones, entre ellas la de mejor dirección. Su posición de estreno entre El Padrino (1972) y El Padrino II (1974) supuso un buen enclave para captar la atención del público.

→ Otra película de Roy Hill que se recuerda por una parte de su banda sonora es la ya mencionada Dos hombres y un destino. La buena elección del director con respecto a sus compositores lo lleva a canciones como Raindrops Keep Falling on My Head, compuesta por Burt Bacharach (compositor para The Beatles, The Carpenters y Barbra Streisand, entre otros), con letra de Hal David, ganadora de un Oscar. Los pistoleros y asaltantes de Wyoming, que son Paul Newman y Robert Redford en esta película, han generado biografías recomendables para leer, como las de Shawn Levy, Paul Newman: la biografía, Barcelona, Lumen, 2009, y Luis Miguel Carmona, Robert Redford. El chico de oro, Madrid, T&B, 2009.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...