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sábado, 23 de noviembre de 2013

TERROR - M, el vampiro de Düsseldorf

TÍTULO ORIGINAL: M-eine stadt eine morder
AÑO: 1931
DURACIÓN: 118 minutos
PAÍS: Alemania
DIRECTOR: Fritz Lang
GUIÓN: Fritz Lang y Thea von Harbou, basado en un artículo de Egon Jacobson
PRODUCCIÓN: Nero Film/A. G. Ver Star Film (Seymour Nebenzal)
FOTOGRAFÍA: Fritz Arno Wagner, Gustav Rathje y Karl Vash (blanco y negro)
MONTAJE: Paul Falkenberg
DIRECCIÓN ARTÍSTICA: Carl Volbrecht
y Emil Hasler
MÚSICA: Edvard Grieg
INTÉRPRETES: Peter Lorre (el asesino), Otto Wernicke (Inspector Karl Lohmann), Gustav Grundgens (Schraenker), Theo Lingen (Baurenfaenger), Theodor Loos (Inspector jefe Groeber), Georg John (vendedor ambulante)
GÉNERO: thriller / intriga // crimen / asesinos en serie / expresionismo alemán


Peter Kürten, asesino de carne y hueso, sirvió de precoz inspiración a Fritz Lang para la película que es el más remoto exponente del subgénero psycho-killer y que tan extensamente fuera explotado en la década de los ochenta. Dicho individuo tiene en su haber el triste honor de habérsele imputado los asesinatos de varios niños en la ciudad alemana a la que alude el título en español; carrera delictiva que terminó el 24 de mayo de 1930, día de su arresto. Sólo un año después estaría preparada la película, una de las mejores de Fritz Lang, que no es decir mucho cuando tantas obras maestras tiene en su filmografía. Pese a encontrarse enmarcada temáticamente en el cine de terror, su forma y enfoque la convierten en precursora, una vez más, de lo que sería el futuro cine negro americano; género que, bajo la anécdota del crimen o la trama policiaca más diversa, escruta de forma puntillosa los perfiles humanos y que, salvo muy honrosas excepciones como las de Howard Hawks o John Huston, se nutriría de artistas procedentes del viejo continente llegados en las sucesivas oleadas que arribaron a Estados Unidos durante las décadas de los años veinte y treinta.

M, el vampiro de Düsseldorf, una de las cumbres del excelso cine de Fritz Lang.


A diferencia de lo que se podría haber esperado, desde los primeros minutos se nos adelanta la identidad del asesino. A este respecto, Lang dijo: "Pienso que es mucho más interesante que en los filmes policiacos ingleses, en los que no se sabe quién es el asesino, o el culpable. Es más interesante mostrar, como en una partida de ajedrez, qué es lo que hace cada uno". Así, el objetivo no es la intriga que podría aportarnos el descubrir el criminal, sino el retrato vital y psicológico del personaje.

Peter Lorre interpreta a Hans Beckert, un asesino de niñas.

El desarrollo de M, el vampiro de Düsseldorf viene expuesto mediante un guión tremendamente elaborado e inteligente, de gran importancia en la evolución del lenguaje cinematográfico moderno. Véase la forma tan sencilla, a la vez que innovadora, rotunda y estremecedora, de mostrarnos el asesinato de la niña, utilizando únicamente la sugerencia más eficaz y angustiosa posible: la pelota que surge botando entre los arbustos, el globo que queda enganchado en los cables eléctricos, todo enmarcado en un perturbador silencio. Posteriormente, los gritos de la madre a través del hueco de la escalera, llamando a su hija sin obtener respuesta; este último escenario inmerso en un pasaje que nos evoca en su costumbrismo el ya próximo neorrealismo italiano.


Lang transforma el mundo, lo recrea a su antojo y trueca su idealización en una realidad para nada chocante. La hipérbole que nos muestra a través del increíble poder organizativo de delincuentes y mendigos responde únicamente a la atmósfera expresionista hacia la que quiere encaminar la trama; en este caso, un expresionismo más conceptual que formal. Muestra a los gangsters como una microsociedad que se considera a sí misma como legítima y necesaria dentro del entramado social general, como lo serían los buitres en un ecosistema natural, todos unidos por una causa común y con un servicio de inteligencia que para sí quisiera la CIA, cosa que aunque pudiera en un primer momento dar un tinte fantasioso a la historia, y precisamente por ese expresionismo conceptual del que hace gala, se encuadra perfectamente en el relato, tornándose creíble bajo su mano maestra.


La película vio peligrar su producción bajo el incipiente régimen nazi debido al título inicialmente previsto, El asesino entre nosotros (finalmente fue censurada por los nazis en 1934). Las mentes intrigantes, que ya movían siniestramente los hilos en la Alemania de aquellos días, creían percibir en ello una crítica hacia su ideología: teoría que quedó como infundada desde que se aclaró que lo que se contaba era la historia de un asesino de niñas. Sin embargo, se percibe como latente un discurso crítico hacia la sociedad de su tiempo, el cual surge de forma autónoma y natural en la mente del espectador bajo la inspiración de una sencilla y escogida exposición que quiere aparentar no tomar partido.

El ímpetu que la policía pone en su búsqueda hace peligrar la tranquilidad con que la delincuencia de la ciudad
alemana de Düsseldorf ejerce sus trapicheos. Finalmente, acorralado, juzgado y condenado a muerte por el
lumpen de los bajos fondos, suplica a sus captores que lo entreguen a la policía.

El guión cita expresamente la terrible inflación que sufrió Alemania años antes: los delincuentes se reúnen y ocultan al asesino, una vez éste ha sido capturado, en una vieja fábrica que se llevó por delante la inflación, literalmente. De igual modo, dentro del disimulado retrato de aquellos tiempos, y con buen humor además, asimila la bolsa de valores (tristemente recordada en aquellos años por el no lejano crack de 1929) con los trapicheos en que se entretiene el ejército de mendigos (surgidos de la problemática situación que atravesaba Alemania tras la derrota de la Primera Guerra Mundial) en su cuartel general, con chart de tendencias incluido, algo así como: sube el pan con morcilla, se mantiene el pan con mantequilla, bajan las colillas de cigarro..., todo ello relativo a los resultados obtenidos en la recogida diaria de desperdicios; industrial y escrupulosamente clasificados por tipos y tamaños.


Lamentable analogía la que encontramos en la psicosis colectiva que genera la existencia de un asesino al que la policía no es capaz de capturar, lo que evoluciona hasta un clima de paranoia, donde cualquiera, por un mínimo gesto, puede ser considerado sospechoso; situación que tuvo su reflejo en la realidad contemporánea de Alemania con el acoso que sufrieron los judíos. En aquellos aciagos años llegó a considerarse como tal a cualquiera que tuviera algún tipo de parentesco, por lejano que fuera, con miembros practicantes de esa religión; clima que se materializaría más tarde en la tristemente famosa noche de los cristales rotos(1).


El gusto por el detalle, siempre importante en la obra de Fritz Lang, también está presente en el minucioso proceso de selección de las colillas por tamaños y la pormenorizada exposición de las pesquisas y técnicas policiales. En otros casos utilizó la exhibición de complicadas tramas, característica más enmarcada en algunas de sus obras dedicadas explícitamente al cine negro, como en las películas La mujer del cuadro (1944) o Perversidad (1945).


Harto difícil es no ver un velado reproche en el paralelismo que se ofrece mediante el intercambio de escenas tanto de la reunión de hampones como de responsables policiales, ambas con un orden del día cuyo objetivo se dirige concluir qué medidas se van a tomar para capturar el asesino. De esta manera se asemejan ambos grupos, en principio tan contrapuestos, pero que en el fondo parecen buscar lo mismo mediante métodos similares. En definitiva, existe una clara intención de denuncia social frente a la ambigüedad que ciertas problemáticas pueden generar, algunas de ellas muy unidas a la situación contemporánea particular de su país de origen en la década de los treinta: la pena de muerte, el control y presión policial o la defensa de los derechos legales de los individuos, expuestas de un modo a veces rayan en el formato panfletario(2).


La monstruosidad ya no viene representada por seres de leyenda. Ahora se encuentra inmersa en una sociedad que le da cobijo, que la alimenta y la hace crecer, hasta que ya es demasiado tarde. En este caso, el monstruo, o al menos del que son más evidentes sus crímenes, es interpretado por Peter Lorre, quien merece una mención aparte, bien ganada con tan genial interpretación, cuya angustia sufrida ante el acoso y juicio popular al que es sometido, y en el que declara la enfermedad que le posee y le obliga a asesinar, nos hace verle como una víctima más en lugar de un verdugo. Un Peter Lorre que en la vida real, y por su condición de judío, se vio obligado a huir de Alemania por miedo a los nazis poco después del estreno de la película y aproximadamente dos años antes de que lo hiciera el propio Lang.


(1) El asesinato del secretario de la Embajada alemana en París, a manos de un judío huido a Francia, el día 7 de noviembre de 1938, fue la excusa perfecta para que el día 9 del mismo mes del régimen nazi realizara una acción de castigo, enmascarada como revuelta social, contra los ciudadanos judíos. Las SS (unidad paramilitar del partido nazi) arrestaron esa noche a más de 20.000 judíos en Alemania, internándolos más tarde en campos de concentración. Un número que se estima en 91 fueron asesinados y más de 1.500 sinagogas fueron dañadas o destruidas, así como miles de comercios judíos. Los acontecimientos ocurridos esa noche y el día posterior son considerados el paso previo del inicio del Holocausto.

(2) No en vano, Adolf Hitler valoró enormemente esta cualidad langiana, por lo que pretendió que Lang fuera el encargado de realizar grandes películas propagandísticas a favor de su régimen; pero dicha intención se vio frustrada por la huida de Lang a París.

domingo, 21 de julio de 2013

DIRECTORES: Fritz Lang

El gran cineasta "europeo-hollywoodiense"
Viena 1890 - Los Ángeles 1976

Fritz Lang encarna las virtudes del cine alemán de la República de Weimar, después del clasicismo de la edad de oro de los estudios, con los que sin embargo mantuvo relaciones distante.




Su primera película importante, Die Spinnen (1919), se sitúa en la órbita de los temas folletinescos, históricos o exóticos que abundan en los estudios berlineses. Junto al productor Erich Pommer, su carrera experimenta un rápido desarrollo en un medio en el que se dan cita creadores procedentes del teatro y de las artes plásticas, así como autores de literatura popular. Entre estos últimos, Thea von Harbou, su compañera en el cine y en la vida real hasta 1933. En este cruce de diversas influencias, Fritz Lang se revela como un cineasta muy refinado, interesado por el relato de aventuras: crímenes, sociedades secretas, poderes ocultos, temas macabros, fantásticos, ciencia-ficción. Der müde Tod (1921), muy influenciada por el expresionismo (aunque él lo niegue), El Dr. Mabuse (1922), Spione (1928), La mujer en la luna (1929), albergan numerosas innovacciones, en el ritmo de la acción, en el montaje destinado a incrementar la tensión, en los juegos de luces y sombras, en la integración de planos documentales que resultarían incongruentes sin la poesía que Lang sabe infundirles. Se impone como creador de mitos modernos, como su Mabuse de 1922, sobre el que volverá en 1932 y en 1960.

Recrea la leyenda de los nibelungos con dos películas monumentales (Los nibelungos, 1924), épicas, construidas como una antigua saga, cuyo estilo decorativo y dimensión heroica sedujeron a los nazis, un hecho que sin duda está en el origen de los malentendidos que pesaron sobre algunas películas de Lang. Cierto es que, durante su periodo alemán, este cineasta elegante y reacio a aceptar cualquier clasificación recurre en ocasiones al mestizaje de las referencias, lo que explica estas divergencias de interpretación. En Spione, Mabuse, Metropolis (1926), y también en M, el vampiro de Dusseldorf (1931), una visión pesimista del futuro, fomenta la duda sobre la superioridad de los representantes del orden y de la autoridad. Metropolis, que parece situarse en el punto de encuentro entre el maquinismo y Wagner (cuando curiosamente había obviado a Wagner con Los nibelungos), describe un mundo futurista estilizado cuya modernidad impregna el decorado medieval del sabio loco y las imágenes pesadillescas. Sabemos que la conclusión de este relato, humanista y lleno de compasión, adquiere el significado de reconciliación entre dominantes y dominados.

Fritz Lang y Thea von Harbou en su apartamento de Berlín entre 1923 y 1924

Aunque las películas de Lang se convierten en el eco de las angustias de su tiempo, tampoco son esclavos de estas. Por otra parte, desde la aparición del cine hablado, confirma su estatus de gran innovador. M, el vampiro de Dusseldorf, una adaptación de un suceso de la crónica negra de la época, denuncia el peligro de las milicias autoproclamadas; es una película que sigue sorprendiendo por la utilización del sonido y el papel determinante que se le atribuye en el relato, concretamente cuando se superpone con el montaje de imágenes fijas (secuencia de la búsqueda de la niña desaparecida). Igualmente, la intriga de El testamento del Dr. Mabuse (1933), que versa en el fondo sobre la relación entre el terror y el poder, encuentra su ritmo sobre todo gracias al trabajo del sonido.

Tras emigrar a Estados Unidos, Fritz Lang encarna en la pantalla los ideales democráticos e individualistas de su país de adopción. A partir de Furia (1936), filme sobre la tentativa de linchamiento de un inocente -lo que en cierto modo supone repetir los esquemas de M, el vampiro de Dusseldorf  basados en un análisis psicológico complejo-, redefine su postura de moralista, ajustándola a las reglas sociales (y cinematográficas) americanas. Lo irracional y el ocultismo desaparecen, apenas están esbozados, en Los contrabandistas de Moonfleet (1955) y en el último Mabuse (1960). Por otra parte, el espiritismo solo desempeña un papel secundario en El ministerio del miedo, y el simbolismo se vuelve más escaso. La puesta en escena de relatos de espionaje, de venganza, de voluntad de poder, halla su fundamento en las maquinaciones de los hombres, así como en el recurso al psicoanálisis (Secreto tras la puerta, 1948).  

Lang dirige películas de género: bélicas (Guerrilleros en Filipinas, 1950), de espías (Cloak and Dagger, 1946; El ministerio del miedo, 1944), de investigación policiaca (Gardenia azul, 1953); thriller (El hombre atrapado, 1941); pero intentando escapar, no a sus leyes, sino a sus estereotipos. Es seducido por la ética del western, cuyos arquetipos transforma en auténticas sagas a la antigua (La venganza de Frank James, 1940; Espíritu de conquista, 1941). También realiza varias películas antinazis: El hombre atrapado, El ministerio del miedo, que respetan las reglas del género, y entre las que destaca Los verdugos también mueren (1943). Transgrede todos estos códigos en unas cuantas grandes películas, como La mujer del cuadro (1944), una película aparentemente negra, cuya fuerza reside en el sentido de la culpa. Igualmente, Encubridora (1952), iluminada por la interpretación de Marlene Dietrich, constituye un falso western que escapa a todo tipo de clasificación. Perversidad (1946) es un remake de La golfa de Renoir, transformada en una odisea de la culpabilidad, un tema que obsesiona a Lang, al igual que la venganza y la lucha entre la ley y la violencia, dos ideas que suflima en Los sobornados (1953).


La puesta en escena de Lang es la propia de un geómetra, aunque sin el rigor que este término puede sugerir. El sentido del espacio y, sobre todo, la inscripción de los personajes en el decorado, el vínculo estrecho entre la complejidad de sus protagonistas y un montaje capaz de crear una tensión narrativa, la articulación entre lo ineluctable y lo imprevisible, explican que su obra americana, en la que siempre se puede percibir un toque personal, sea considerada como una de las más poderosas de la edad clásica hollywoodiense.

FILMOGRAFÍA
1919 - Halbblut --- (desaparecida)
1919 - Der herr der liebe --- (desaparecida)
1919 - Las arañas, parte 1: El lago de oro (Die Spinnen, 1. Teil - Der Goldene See)
1919 - Harakiri
1920 - Las arañas, parte 2: El barco de los brillanes (Die Spinnen 2a parte: Das brillantenschiff)
1920 - La imagen errante (Das wandernde bild)
1920 - Corazones en lucha (Vier um die frau)
1921 - Las tres luces (Der müde Tod)
1922 - El doctor Mabuse (Doktor Mabuse, der spieler), en 2 entregas: Der grosse spieler/Ein bild der zeit e inferno, menschen der zeit
1924 - Los nibelungos (Die nibelungen), en dos partes: La muerte de Sigfredo (Siegfried Tod) y La venganza de Krimilda (Kriemhilds Rache)
1926 - Metrópolis
1928 - Los espías (Spione)
1929 - La mujer en la luna (Die frau im mond)
1931 - M, el vampiro de Dusseldorf
1933 - El testamento del Dr. Mabuse (Das testament des Dr. Mabuse)
1934 - Liliom
1936 - Furia (Fury)
1937 - Sólo se vive una vez (You Only Live Once)
1938 - You and Me
1940 - La venganza de Frank James (The Return of Frank James)
1941 - Espíritu de conquista (Western Union)
1941 - El hombre atrapado (Man Hunt)
1943 - Los verdugos también mueren (Hangmen Also Die)
1944 - El ministerio del miedo (The Ministry of Fear)
1944 - La mujer del cuadro (The Woman in the Window)
1946 - Perversidad (Scarlet Street)
1946 - Clandestino y caballero (Cloak and Dagger)
1948 - Secreto tras la puerta (Secret Beyond the Door)
1950 - La casa del río (House by The River)
1950 - Guerrilleros en Filipinas (American Guerrilla in the Philippines)
1952 - Encubridora (Rancho Notorious)
1952 - Encuentro en la noche (Clash by Night )
1953 - Gardenia azul (The Blue Gardenia)
1953 - Los sobornados (The Big Heart)
1954 - Deseos humanos (Human Desire)
1955 - Los contrabandistas de Moonfleet (Moonfleet)
1956 - Mientras Nueva York duerme (While the City Sleeps)
1957 - Más allá de la duda (Beyond a Reasonable Doubt)
1959 - El tigre de Esnapur (Der Tiger von Eschnapur)
1959 - La tumba india (Das indische Grabmal)
1960 - Los mil ojos del Dr. Mabuse (Die 1000 Augen des Dr. Mabuse)
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