Mostrando entradas con la etiqueta crimen. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta crimen. Mostrar todas las entradas

domingo, 29 de diciembre de 2013

LOS SETENTA - Chinatown


TÍTULO ORIGINAL: Chinatown
AÑO: 1974  
DURACIÓN: 131 minutos  
PAÍS: Estados Unidos
DIRECTOR: Roman Polanski  
GUIÓN: Robert Towne y Roman Polanski
PRODUCCIÓN: Robert Evans para
Paramount Pictures, Penthouse y Long Road
FOTOGRAFÍA: John A. Alonzo  
MONTAJE: Sam O'Steen  
DIRECCIÓN ARTÍSTICA: Richard Sylbert,
W. Stewart Campbel  
MÚSICA: Jerry Goldsmith  
INTÉRPRETES: Jack Nicholson (Jake J. Gittes), Faye Dunaway (Evelyn Mulwray), John Huston (Noah Cross), Perry Lopez (teniente Escobar), John Hillerman (Russ Yelburton), Darrell Zwerling (Hollis Mulwray), Diane Ladd (Ida Sessions), Roman Polanski (hombre de la navaja)
GÉNERO: cine negro / neo-noir / intriga //
crimen / años 30


ARGUMENTO

La historia se desarrolla en la ciudad de Los Ángeles en 1937, en un ambiente tomado de la tradición del cine negro americano. El detective privado Jake Gittes recibe en su oficina a Evelyn Milwray, una enigmática mujer que le encarga investigar la supuesta infidelidad de su marido. Este aparece muerto, pero Gittes prosigue sus averiguaciones y se verá envuelto en una compleja trama de intereses, sobornos y crímenes que tienen como fondo el control del abastecimiento de agua y su desvío a un valle cercano. El plan fraudulento consiste en adquiri terrenos de secano baratos y, tras llevarles agua, revenderlos a un alto precio. La relación de Jake con Evelyn se complica al descubrir que es hija de Noah Cross, el principal involucrado en la especulación, y que esconde un oscuro pasado de relaciones incestuosas. El desenlace tendrá lugar en las calles de Chinatown, donde Gittes asistirá impotente a la muerte de Evelyn y a la marcha de Cross sin castigo.


COMENTARIO

Octavo largometraje de Roman Polanski, Chinatown supone su regreso a los Estados Unidos. Tras el asesinato de su esposa en 1969, había regresado a Europa, donde había rodado dos películas tan opuestas como su peculiar Macbeth (1971) y la comedia surrealista ¿Qué? (What?, 1972), dos fracasos en la taquilla americana. Es entonces cuando recibe la tentadora oferta de Robert Evans para regresar a Hollywood con una película de gran presupuesto. El guión era de Robert Towne, que deseaba dirigirla él mismo. Evans, un hombre de la Paramount que ya había trabajado en grandes producciones como El padrino (Francis Ford Coppola, 1972), prefirió recurrir a un director contrastado, ya que el film precisaba de una importante inversión; había colaborado en La semilla del diablo (Rosemary's Baby, 1968) con Polanski. Este tuvo que partir de un guión ajeno, cuyo autor no admitía de buen grado ninguna variación. Sus proyectos anteriores los había escrito él mismo, o en colaboración con Gérard Brach como haría de nuevo en el siguiente, El quimérico inquilino (Le locataire, 1976), seguramente la obra que mejor resume el universo del primer Polanski. Esa marca de sus primeros filmes no es fácil de rastrear en Chinatown, pero la película se convirtió, por su elegancia formal, su estructura narrativa clásica y la presencia de actores carismáticos, en una obra de referencia que consagró definitivamente a su autor ante la crítica americana.

En apariencia Chinatown es un homenaje explicito al cine negro con referencias a las novelas de Hammett o Chandler. Sánchez Noriega (Obras maestras del cine negro, 1998) nos recuerda que el término de "cine negro" se refiere, en sentido estricto, exclusivamente a las películas norteamericanas de los cuarenta -y eventualmente de los cincuenta- con tramas criminales "en las que personajes muy estereotipados mantienen relaciones pasionales de amor y odio, y que revelan un trasfondo pesimista sobre el ser humano y la sociedad". José María Latorre y Javier Coma, en su ya clásico Luces y sombras del cine negro (1981), señalan que cualquier película de ficción criminal realizada después de 1954 debería recibir el calificativo de neo-noir. La galería de arquetipos del género -detective solitario, mujer enigmática, gangsters, policías y burócratas corruptos, políticos en connivencia con los mafiosos- y su formalismo hacen que algunos críticos acusen al film de Polanski de inscribirse "de lleno dentro de las claves del género, a las que sigue demasiado al pie de la letra, sin proponer ningún tipo de reflexión crítica" (El cine negro en 100 películas, Antonio Santamarina, 1999). Es difícil no ver en ese exceso de ambientación la mano de Evans, pero es evidente que Polanski alimentó esa relación al dar un papel protagonista a John Huston, el director de una de las obras inaugurales del cine negro clásico: El halcón maltés (1941). Sin embargo, niega este enfoque al afirmar: "Yo no veía en Chinatown una obra retro o una imitación consciente de las películas clásicas en blanco y negro, sino una película sobre los años treinta, vistos a través del ojo de la cámara de los setenta".

Desde el principio se intuye que hay en la historia un trasfondo más complejo y que los personajes arrastran un tenebroso pasado, una trama oculta que vamos descubriendo desde la perspectiva de Jake Gittes. Este detective, que también encierra secretos que no llegarán a desvelarse, es el encargado de conducirnos por el relato a través de sus averiguaciones. A partir de la trama inicial de los intereses ocultos en torno al suministro de agua, Towne y Polanski van desvelando de forma paulatina una serie de subtramas relacionadas con el pasado de los protagonistas. El asunto del agua acabará quedando en lo que Hitchcock llamaba un McGuffin y el peso de la narración se va trasladando al sórdido pasado de Evelyn y su relación con su padre, el inmoral magnate Noah Cross. Polanski va dosificando diálogos y detalles -las gafas en el estanque, la turbación de Evelyn cuando se descubre quién es su padre- que, a modo de pistas, ayudan a ir desvelando parte de esa trama oculta. Las escenas de violencia explícita, como el corte que el sicario interpretado por el propio Polanski le asesta a Gattes en la nariz -símbolo de que no debe meterla donde no le llaman- o las bofetadas que este propina a Evelyn para que confiese la verdad, sirven al director para poner de relieve que la verdadera violencia está en el interior. Ahí reencontraremos la huella del Polanski de sus anteriores filmes, el que nos dice que la corrupción no está solo en las capas altas de la socieadd, sino que la maldad puede afectar a todos, que tiene su otra cara en la degradación de las relaciones entre las personas.

El planteamiento de Polanski se concreta en la abrupta y desoladora secuencia final, en la que el corrupto Noah se lleva a su hija-nieta mientras Evelyn muere ante la impotencia de Gittes. "Yo sabía que para que Chinatown fuese una película distinta y no un simple film de misterio en el que al final siempre ganan los buenos, Evelyn tenía que morir", declaró Polanski, que, para rodar ese cierre pesimista, tuvo que imponerse a Towne y Evans, que deseaban un final feliz. Chinatown nos deja una sensación final de impotencia que, como señala Beatriz Martínez (Miradas de cine, agosto 2005), es incapaz "de cambiar el pasado, pero tampoco el presente (que nos conduce a la idea de ciclo irreversible), ni siquiera el futuro, pues los malos ganan, y su perversidad será la que construya el porvenir de las civilizaciones". Como en una tragedia griega, el deseo de Gittes de ayudar precipitará, de nuevo, el fatal desenlace. Su mirada perdida nos dice que no hay lugar para la salvación, que toda esperanza se ha perdido en las malas calles de Chinatown.

La película fue un éxito de crítica y público, tanto en los Estados Unidos como en Europa (1,6 millones de espectadores en España), y recibió numerosos premios en los Estados Unidos, entre ellos cuatro Globos de Oro y tres premios de la Bafta. Sin embargo, tuvo un amargo paso por los Oscar, ya que, pese a estar nominado en once categorías, como El Padrino II (Francis Ford Coppola, 1974), solo se llevó el de mejor guión original para Robert Towne mientras su rival ganaba seis, entre ellos los principales.

→ Los primeros setenta supusieron un intento de reinterpretación del cine negro por parte de algunos directores americanos. Entre los que, como Polanski, se inspiraron en el género clásico podemos citar a Roger Corman con Mamá sangrienta (Bloody Mama, 1970), Robert Aldrich con La banda de los Grissom (1971), John Milius con Dillinger (1973) y Robert Altman con su iconoclasta El largo adiós (1973). Por el contrario, otros realizadores buscaron de forma clara nuevas claves para el género, como Francis Ford Coppola en su saga de El Padrino o Arthur Penn con La noche se mueve (1975).

LOS SETENTA - La naranja mecánica

TÍTULO ORIGINAL: A Clockwork Orange
AÑO: 1971
DURACIÓN: 136 minutos
PAÍS: Reino Unido (y Estados Unidos)
DIRECTOR: Stanley Kubrick
GUIÓN: Stanley Kubrick, basado en la novela homónima de Anthony Burgess
PRODUCCIÓN: Stanley Kubrick para
la Warner Bros y Hawk Films
FOTOGRAFÍA: John Alcott (Warnercolor)
MONTAJE: Bill Butler
MÚSICA: Wendy Carlos, Erika Eigen
INTÉRPRETES:Malcolm McDowell (Alex), Warren Clarke (Dim), James Marcus (Georgie), Michael Tarn (Pete), Philip Stone (padre), Sheila Raynor (madre), Michael Bates (jefe de la prisión), Godfrey Quigley (capellán de la prisión), Miriam Karlin (señora de los gatos), Clive Francis (el arrendatario), Patrick Magee (Frank Alexander), Adrienne Corri (señora Alexander)
GÉNERO: ciencia ficción / drama // crimen / thriller psicológico / película de culto



ARGUMENTO

Alex es el joven jefe de una extravagante banda de delincuentes callejeros. Él y sus tres "drugos" preparan la noche en un bar donde solo se bebe leche (aderezada con alguna que otra sustancia). Ya en la calle, en un lugar incierto en un tiempo futuro indefinido, estos clasistas y violentos muchachos estrenan sus sesiones violentas de diversión propinando una paliza a un mendigo. La hazaña de esa noche de otro grupo de pandilleros es la violación de una chica en el escenario de un casino abandonado, ocasión que aprovechan las dos bandas  para pelearse entre sí. Conducción temeraria para continuar la noche y ataque a un matrimonio en su casa, con violación de la mujer, son las siguientes acciones nocturas. Tomando una última copa de nuevo en el mismo bar, se descubre la pasión de Alex por la Novena sinfonía de Beethoven, música que suele oír para descansar. Despreciado por sus compañeros de banda, una noche intentan el atraco de la mansión de la señora de los gatos, a la que Alex mata. Agredido a su vez por los compañeros, la policía lo detiene y, tras ser apaleado, ingresa en la cárcel. 

Allí se dedica a la lectura, y su buen comportamiento y su acercamiento al capellán de la prisión lo llevan a solicitar voluntariamente sometere al método Ludovico de modificación de la conducta. Quiere ser bueno y se arriesga al peligro que supone este tratamiento fuera de la cárcel. En el centro Ludovico, con camisa de fuerza, le obligan a ver películas con escenas violentas hasta que consigue asociar dolor y malestar personales con violencia física y agresión sexual. Tras el éxito del tratamiento vuelve a su casa como un joven educado, pero no puede quedarse allí por el rechazo de sus padres. En su deambular tropieza con dos de sus antiguos "drugos", ahora policías, que le dan una paliza. Buscando ayuda, termina en la primera casa que atracaron. El marido, que sobrevivió al ataque aunque en silla de ruedas, le prepara la venganza de provocarle exasperación a través de la música de Beethoven, que ahora no soporta, hasta conseguir un intento de suicidio arrojándose al vacío por una ventana.

Ya en el hospital, es visitado por el ministro, acusado de poner en práctica métodos de tortura, con quien se hace fotos de conveniencia para la prensa, momento en que, al sentirse protagonista, recupera su instinto natural tendente a la violencia, demostrando la ineficacia del tratamiento.



COMENTARIO

Adaptación de una novela de 1962 sobre la que se han producido múltiples alteraciones de personajes y sucesos. El fondo temático del film muestra una crítica del conductismo como método de terapia que propone asociar al malestar físico el comportamiento violento, idea procedente ya de la novela. Para conseguir ese efecto más reforzado aún, Stanley Kubrick no incorpora el últmo capítulo del relato, donde el joven se reinserta y reconduce su comportamiento, tal como se publicó en la edición estadounidense. La rareza de los personajes no resulta extraña en la filmografía de Kubrick, quien llega a La naranja mecánica tras década y media de trabajo como cineasta, con películas inquietantes e incluso incómodas para el espectador y la crítica. No solo aborda temas perturbadores; lo hace también con una especial forma de visualizar y de ofrecer una mirada insólita en muchos casos, decidido y atrevido probador de todos los recursos innovadores que las nuevas tecnologías ponen al alcance del realizador de cine.

Año bélico y violento donde los haya, junto a Johnny cogió su fusil (Dalton Trumbo) o Perros de paja (Sam Peckimpah), La naranja mecánica puede engañar a primera vista. El primer plano muestra ya la rareza de la vestimenta del personaje principal y sus compañeros: con la pestaña postiza y el bombín, vestido de blanco, con tirantes, botas militares y suspensorio, la caracterización de los personajes es, sin duda, una de las bazas fuertes del film, secundada además por una interpretación actoral que convierte a Alex, a su tutor del correcional o a sus propios padres, además de a los "drugos", en seres de ficción muy cercanos a la máscara cínica, personajes histriónicos y ridículos, con su jerga extraña.

La excusa de la localización de la historia en un momento del futuro da la oportunidad al realizador de hacer de la puesta en escena igualmente otra de las cartas de identidad de la cinta. La extrañeza se produce en la alternancia de lugares post-holocausto, sucios, desvencijados, con interiores de decorados psicodélicos capaces de alternar colorido con monocromatismo o modernidad popartística con máquinas de escribir antiguas. La crítica ha incidido siempre en lo experimental de este trabajo de Kubrick, no obstante hay que hacer notar que las ralentizaciones y acelerados de la imagen y el juego del tiempo narrativo que ello supone, no son elementos suficientes para hablar de esperimentación o técnica de videoclip.

La realización de la película, de hecho, no es especialmente llamativa; no sucede así con todo lo relacionado con la puesta en escena. Se trata de un film rompedor en cuanto a estética, destacando sobre todo la fotografía, que realza elementos del decorado ya de por sí llamativos: el pene de adorno de la casa de la señora de los gatos, con el que es asesinada, las humillantes mesas-mujer del milk-bar, la decoración feliz de la cocina de la casa de Alex. A pesar de lo llamativo de todos estos elementos, el mensaje de fondo no se pierde, muy al contrario. Las palabras del capellán de la cárcel, cuando asevera que es mejor ser malo por voluntad propia que no bueno sin convicción y por obligación, revelan esa crítica patente de la deshumanización del método Ludovico que se aplica al joven, y que es el correlato cinematográfico del conductismo. La bondad inducida es tan criticada como el cinismo evidente de los jóvenes, capaces de cantar Singing in the rain mientras violan y asesinan, pero también la del ministro al hacerse la foto de prensa con el chico a pesar de fomentar ese tipo de tratamientos, situando al mismo nivel la crueldad perversa de los jóvenes delincuentes con la de los poderes fácticos, cuyo momento extremo es el de la escena de la camisa de fuerza y los ojos forzados a mantenerse abiertos a través de un mecanismo de enganches metálicos. Desde el punto de vista narrativo resulta convincente la construcción del relato a partir de un narrador autodiegético, el propio Alex contando su historia como narrador consciente, puesto que se refiere a sí mismo en la pantalla como "vuestro narrador".

Las continuas referencias sexuales y de violencia no favorecieron que la película consiguiera premios en la Academia de Hollywood ni en los Globos de Oro, aunque sí fue nominada a ambos. Muy censurada, La naranja mecánica fue retirada de los cines en Inglaterra a partir de un momento tras su estreno después de unas sesenta semanas, a petición propia de Kubrick, tras una serie de actos violentos, e incluso algún homicidio, sobre los que se rumoreó que estaban relacionados con la historia que cuenta el film. Solo fue reestrenada tras la muerte del cineasta en el año 2000, ya considerada como una película de culto, a pesar de haber sido calificada X en Estados Unidos.

La audición de la banda sonora musical de la película al completo resulta muy recomendable, sobre todo para poder apreciar cómo esa música, de presencia continua y agobiante en el film, fuera de él, separada de las imágenes que acompaña, resulta mucho más inocente. Ademas de las piezas clásicas conocidas, cuenta con una de las primeras ocasiones de uso de la música sintética, obra del compositor Walter Carlos. Son muchas las referencias a La naranja mecánica en otros productos de las industrias culturales, en otras películas, en canciones o videojuegos. Puede visionarse el capítulo especial de noche de brujas de Los Simpsons, donde Bart va vestido como Alex, o el capítulo en el que el señor Burns emplea el método Ludovico en su versión maltrato de animales. Algunos videoclips que recurren a elementos de la película son los de las canciones The universal, de Blur (de alto nivel de intertextualidad, donde se recrean escenas y escenarios), o Welcome to the Jungle, de Guns N'Roses. 

sábado, 23 de noviembre de 2013

TERROR - M, el vampiro de Düsseldorf

TÍTULO ORIGINAL: M-eine stadt eine morder
AÑO: 1931
DURACIÓN: 118 minutos
PAÍS: Alemania
DIRECTOR: Fritz Lang
GUIÓN: Fritz Lang y Thea von Harbou, basado en un artículo de Egon Jacobson
PRODUCCIÓN: Nero Film/A. G. Ver Star Film (Seymour Nebenzal)
FOTOGRAFÍA: Fritz Arno Wagner, Gustav Rathje y Karl Vash (blanco y negro)
MONTAJE: Paul Falkenberg
DIRECCIÓN ARTÍSTICA: Carl Volbrecht
y Emil Hasler
MÚSICA: Edvard Grieg
INTÉRPRETES: Peter Lorre (el asesino), Otto Wernicke (Inspector Karl Lohmann), Gustav Grundgens (Schraenker), Theo Lingen (Baurenfaenger), Theodor Loos (Inspector jefe Groeber), Georg John (vendedor ambulante)
GÉNERO: thriller / intriga // crimen / asesinos en serie / expresionismo alemán


Peter Kürten, asesino de carne y hueso, sirvió de precoz inspiración a Fritz Lang para la película que es el más remoto exponente del subgénero psycho-killer y que tan extensamente fuera explotado en la década de los ochenta. Dicho individuo tiene en su haber el triste honor de habérsele imputado los asesinatos de varios niños en la ciudad alemana a la que alude el título en español; carrera delictiva que terminó el 24 de mayo de 1930, día de su arresto. Sólo un año después estaría preparada la película, una de las mejores de Fritz Lang, que no es decir mucho cuando tantas obras maestras tiene en su filmografía. Pese a encontrarse enmarcada temáticamente en el cine de terror, su forma y enfoque la convierten en precursora, una vez más, de lo que sería el futuro cine negro americano; género que, bajo la anécdota del crimen o la trama policiaca más diversa, escruta de forma puntillosa los perfiles humanos y que, salvo muy honrosas excepciones como las de Howard Hawks o John Huston, se nutriría de artistas procedentes del viejo continente llegados en las sucesivas oleadas que arribaron a Estados Unidos durante las décadas de los años veinte y treinta.

M, el vampiro de Düsseldorf, una de las cumbres del excelso cine de Fritz Lang.


A diferencia de lo que se podría haber esperado, desde los primeros minutos se nos adelanta la identidad del asesino. A este respecto, Lang dijo: "Pienso que es mucho más interesante que en los filmes policiacos ingleses, en los que no se sabe quién es el asesino, o el culpable. Es más interesante mostrar, como en una partida de ajedrez, qué es lo que hace cada uno". Así, el objetivo no es la intriga que podría aportarnos el descubrir el criminal, sino el retrato vital y psicológico del personaje.

Peter Lorre interpreta a Hans Beckert, un asesino de niñas.

El desarrollo de M, el vampiro de Düsseldorf viene expuesto mediante un guión tremendamente elaborado e inteligente, de gran importancia en la evolución del lenguaje cinematográfico moderno. Véase la forma tan sencilla, a la vez que innovadora, rotunda y estremecedora, de mostrarnos el asesinato de la niña, utilizando únicamente la sugerencia más eficaz y angustiosa posible: la pelota que surge botando entre los arbustos, el globo que queda enganchado en los cables eléctricos, todo enmarcado en un perturbador silencio. Posteriormente, los gritos de la madre a través del hueco de la escalera, llamando a su hija sin obtener respuesta; este último escenario inmerso en un pasaje que nos evoca en su costumbrismo el ya próximo neorrealismo italiano.


Lang transforma el mundo, lo recrea a su antojo y trueca su idealización en una realidad para nada chocante. La hipérbole que nos muestra a través del increíble poder organizativo de delincuentes y mendigos responde únicamente a la atmósfera expresionista hacia la que quiere encaminar la trama; en este caso, un expresionismo más conceptual que formal. Muestra a los gangsters como una microsociedad que se considera a sí misma como legítima y necesaria dentro del entramado social general, como lo serían los buitres en un ecosistema natural, todos unidos por una causa común y con un servicio de inteligencia que para sí quisiera la CIA, cosa que aunque pudiera en un primer momento dar un tinte fantasioso a la historia, y precisamente por ese expresionismo conceptual del que hace gala, se encuadra perfectamente en el relato, tornándose creíble bajo su mano maestra.


La película vio peligrar su producción bajo el incipiente régimen nazi debido al título inicialmente previsto, El asesino entre nosotros (finalmente fue censurada por los nazis en 1934). Las mentes intrigantes, que ya movían siniestramente los hilos en la Alemania de aquellos días, creían percibir en ello una crítica hacia su ideología: teoría que quedó como infundada desde que se aclaró que lo que se contaba era la historia de un asesino de niñas. Sin embargo, se percibe como latente un discurso crítico hacia la sociedad de su tiempo, el cual surge de forma autónoma y natural en la mente del espectador bajo la inspiración de una sencilla y escogida exposición que quiere aparentar no tomar partido.

El ímpetu que la policía pone en su búsqueda hace peligrar la tranquilidad con que la delincuencia de la ciudad
alemana de Düsseldorf ejerce sus trapicheos. Finalmente, acorralado, juzgado y condenado a muerte por el
lumpen de los bajos fondos, suplica a sus captores que lo entreguen a la policía.

El guión cita expresamente la terrible inflación que sufrió Alemania años antes: los delincuentes se reúnen y ocultan al asesino, una vez éste ha sido capturado, en una vieja fábrica que se llevó por delante la inflación, literalmente. De igual modo, dentro del disimulado retrato de aquellos tiempos, y con buen humor además, asimila la bolsa de valores (tristemente recordada en aquellos años por el no lejano crack de 1929) con los trapicheos en que se entretiene el ejército de mendigos (surgidos de la problemática situación que atravesaba Alemania tras la derrota de la Primera Guerra Mundial) en su cuartel general, con chart de tendencias incluido, algo así como: sube el pan con morcilla, se mantiene el pan con mantequilla, bajan las colillas de cigarro..., todo ello relativo a los resultados obtenidos en la recogida diaria de desperdicios; industrial y escrupulosamente clasificados por tipos y tamaños.


Lamentable analogía la que encontramos en la psicosis colectiva que genera la existencia de un asesino al que la policía no es capaz de capturar, lo que evoluciona hasta un clima de paranoia, donde cualquiera, por un mínimo gesto, puede ser considerado sospechoso; situación que tuvo su reflejo en la realidad contemporánea de Alemania con el acoso que sufrieron los judíos. En aquellos aciagos años llegó a considerarse como tal a cualquiera que tuviera algún tipo de parentesco, por lejano que fuera, con miembros practicantes de esa religión; clima que se materializaría más tarde en la tristemente famosa noche de los cristales rotos(1).


El gusto por el detalle, siempre importante en la obra de Fritz Lang, también está presente en el minucioso proceso de selección de las colillas por tamaños y la pormenorizada exposición de las pesquisas y técnicas policiales. En otros casos utilizó la exhibición de complicadas tramas, característica más enmarcada en algunas de sus obras dedicadas explícitamente al cine negro, como en las películas La mujer del cuadro (1944) o Perversidad (1945).


Harto difícil es no ver un velado reproche en el paralelismo que se ofrece mediante el intercambio de escenas tanto de la reunión de hampones como de responsables policiales, ambas con un orden del día cuyo objetivo se dirige concluir qué medidas se van a tomar para capturar el asesino. De esta manera se asemejan ambos grupos, en principio tan contrapuestos, pero que en el fondo parecen buscar lo mismo mediante métodos similares. En definitiva, existe una clara intención de denuncia social frente a la ambigüedad que ciertas problemáticas pueden generar, algunas de ellas muy unidas a la situación contemporánea particular de su país de origen en la década de los treinta: la pena de muerte, el control y presión policial o la defensa de los derechos legales de los individuos, expuestas de un modo a veces rayan en el formato panfletario(2).


La monstruosidad ya no viene representada por seres de leyenda. Ahora se encuentra inmersa en una sociedad que le da cobijo, que la alimenta y la hace crecer, hasta que ya es demasiado tarde. En este caso, el monstruo, o al menos del que son más evidentes sus crímenes, es interpretado por Peter Lorre, quien merece una mención aparte, bien ganada con tan genial interpretación, cuya angustia sufrida ante el acoso y juicio popular al que es sometido, y en el que declara la enfermedad que le posee y le obliga a asesinar, nos hace verle como una víctima más en lugar de un verdugo. Un Peter Lorre que en la vida real, y por su condición de judío, se vio obligado a huir de Alemania por miedo a los nazis poco después del estreno de la película y aproximadamente dos años antes de que lo hiciera el propio Lang.


(1) El asesinato del secretario de la Embajada alemana en París, a manos de un judío huido a Francia, el día 7 de noviembre de 1938, fue la excusa perfecta para que el día 9 del mismo mes del régimen nazi realizara una acción de castigo, enmascarada como revuelta social, contra los ciudadanos judíos. Las SS (unidad paramilitar del partido nazi) arrestaron esa noche a más de 20.000 judíos en Alemania, internándolos más tarde en campos de concentración. Un número que se estima en 91 fueron asesinados y más de 1.500 sinagogas fueron dañadas o destruidas, así como miles de comercios judíos. Los acontecimientos ocurridos esa noche y el día posterior son considerados el paso previo del inicio del Holocausto.

(2) No en vano, Adolf Hitler valoró enormemente esta cualidad langiana, por lo que pretendió que Lang fuera el encargado de realizar grandes películas propagandísticas a favor de su régimen; pero dicha intención se vio frustrada por la huida de Lang a París.

domingo, 25 de agosto de 2013

LOS SETENTA - Malas tierras

TÍTULO ORIGINAL: Badlands
AÑO: 1973
DURACIÓN: 93 minutos
PAÍS: Estados Unidos
DIRECTOR: Terrence Malick
GUIÓN: Terrence Malick
PRODUCCIÓN: Badlands Company,
Jill Jakes Production, Pressman-Williams
FOTOGRAFÍA: Tak Fujimoto,
Stevan Larner, Brian Probyn
MONTAJE: Robert Estrin
DIRECCIÓN ARTÍSTICA: Jack Fisk
MÚSICA: George Tipton
INTÉRPRETES: Martin Sheen (Kit), Sissy Spacek (Holly), Warren Oates (padre), Ramon Bieri (Cato), Alan Vint (ayudante), Gary Littlejohn (sheriff), John Carter (rico), Bryan Montgomery (chico), Gail Threlkeld (chica), Charles Fitzpatrick (dependiente), Howard Ragsdale (Boss), John Womack Jr. (Trooper), Dona Baldwin (criada)
GÉNERO: drama // cine independiente USA / vida rural / años 50, crimen / basado en hechos reales / road movie / película de culto


ARGUMENTO

Kit es un joven algo rebelde que trabaja como basurero en una aburrida población norteamericana. Harto de recoger cubos, deja su labor momentáneamente para dar una vuelta. Durante su paseo conoce a Holly, una adolescente que se encuentra en el jardín de su casa. Después de hablar con ella durante un rato, ambos acuerdan verse otra vez. Tras esa primera cita, Kit perderá su trabajo como recogedor de basuras y conseguirá otro en un matadero. A la vez, el veinteañero comienza a ver asiduamente a Holly. Todo va bien hasta que el padre de la chica, un viudo dedicado a pintar carteles, se entera de la relación que mantiene el joven con su hija. Será entonces cuando el progenitor le haga saber a Kit que quiere que se aleje de Holly. Este hace caso omiso del aviso y se introduce en la casa de su novia mientras ella y su padre se encuentran fuera. Sin embargo, ambos llegan de improviso a su hogar y descubren a Kit. El padre decide llamar a la policía, pero, antes de que pueda hacerlo, el chico le matará de un disparo. Tras grabar un disco donde asume el asesinato del padre y anunciar que él y Holly se van a suicidar, quema la casa del padre de su novia. Los jóvenes huirán del lugar para refugiarse en el campo, donde construyen una casa en un árbol. No pasará mucho tiempo hasta que unos cazarrecompensas descubran su paradero. Tras liquidarlos, Kit y Holly reemprenderán su huida por tierras cada vez más baldías, donde dejarán todo un reguero de sangre a su paso. Durante este periplo, la relación entre ambos se irá poco a poco deteriorando.



COMENTARIO

El film entronca con cierta obsesión del denominado Nuevo Cine Americano, movimiento en el que podemos encuadrar a Terrence Malick, por abordar road movies de parejas que se encuentran al margen de la ley. Así, entre finales de los sesenta y a lo largo de los setenta, nos encontramos con llargometrajes como Bonnie y Clyde (Arthur Penn, 1967), Los asesinos de la luna de miel (Honeymoon Killers, Leonard Kastle, 1969), Loca Evasión (The Sugarland Express, 1974) o Días de cielo (Days of Heaven, 1978), dirigida por el propio Malick, que demuestran la simpatía de los directores americanos por los amantes criminales. No obstante, podemos encontrar antecedentes de esta pequeña tendencia en dos clásicos de serie B como El demonio de las armas (Gun Crazy, Joseph H Lewis, 1950) y Los amantes de la noche (They Live by Night, Nicholas Ray, 1949).

Graduado en Filosofía por las universidades de Oxford y Harvard, periodista freelance y guionista de títulos como Drive, He said (Jack Nicholson, 1971), Deadhead Miles (Vernon Zimmerman, 1972) y Los indeseables (Pocket Money, Stuart Rosenberg, 1972), Terrence Malick tuvo la oportunidad de dirigir su primer film, Malas Tierras, en 1973. El gran éxito crítio de la cinta le permitió rodar Días del cielo, un largometraje de laborioso rodaje y que le llevaría dos años montar. El realizador se retiraría de la dirección cinematográfica tras acabar esta cinta. Un silencio que rompería dos décadas más tarde con la producción bélica La delgada línea roja (The Thin Red Line, 1998) a la que siguen El Nuevo Mundo (The New World, 2005) y El árbol de la vida (The Tree of Life, 2011).

Malick nos ofrece en Malas tierras un espléndido retrato de dos jóvenes que se han creado un universo particular dentro de un mundo real. Kit es un hombre que se cree ser más de lo que realmente es y ve las cosas de un modo realmente peculiar. Así lo demuestra en la confesión del asesinato del padre de Holly, que registra en un disco, o en los consejos a los jóvenes que graba en un dictáfono cuando entra a robar en casa de un hombre rico. Poco a poco, Malick nos va mostrando su enloquecimiento y ese espíritu infantil que parece anidar en el joven. Él será el que propondrá enterrar efectos personales suyos y de Molly para que puedan ser desenterrados muchos años más tarde o el que atará una caja con pertencencias de ambos a un gran globo rojo. No menos adolescente resulta la idea de construir una casa en un árbol. Kit encontrará en la violencia la única manera de salvaguardar ese peculiar universo que habitan él y su novia. Por su parte, Holly, una adolescente huérfana de madre, encuentra en Kit toda la atención que no le prestan ni si padre ni los chicos de la escuela. Esa es la razón por la que no pone ninguna resistencia cuando el joven la anima a fugarse después del asesinato de su progenitor. Sin embargo, poco a poco, la chica se percatará de que lo que parecía excitante está lleno de sinsabores. A través de su propia voz en off nos damos cuenta de su evolución personal. El entusiasmo que la joven siente al principio de su huida se torna pronto en desilusión cuando la comida empieza a escasear y los territorios que visitan son casi desérticos. A la vez, Holly se hará poco a poco consciente de la locura de Kit, un hombre de gatillo fácil que dispara sin miramientos. A modo de resumen, podríamos decir que la chica madurará poco a poco durante su huida, mientras que el joven irá adentrándose más y más en territorios más alejados de la realidad.

Malick utiliza de manera prodigiosa el paisaje para transmitir los sentimientos de los personajes. De esta manera, los verdes y casi bucólicos escenarios donde la pareja vive sus primeros escarceos amorosos se convierten, poco a poco, en tierra baldía cuando su relación comienza a resquebrajarse. El realizador saca también oro de sus dos actores protagonistas. Martin Sheen resulta muy apropiado como ese joven que parede imbuido del espíritu de los personajes que encarnará James Dean. Pese a ser un asesino, el intérprete norteamericano consigue que Kit resulte casi entrañable por cierta pureza casi infantil que exuda por todos los poros. Por su parte, Sissy Spacek logra transmitir ese desconcierto de una jovencita que se ve superada por las circunstancias.

Malas tierras fue bien recibida por la crítica, aunque fracasó en la taquilla norteamericana. En el ámbito de los certámenes cinematográficos, el film se alzó con la Concha de Oro al mejor director en el Festival de San Sebastián, mientras que Martin Sheen fue galardonado con el premio al mejor actor. En 1993, el largometraje fue seleccionado por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos para ser preservado por el United States National Film Registry, al ser considerado "cultural, histórica y estéticamente significativo". 

  La trama de Malas tierras está inspirada libremente en el caso real de Charles Starkweather y Caril Fugate, una pareja de jóvenes que en 1958 se embarcó en una espiral de asesinatos que horrorizó a todo Estados Unidos. El nombre del film procede de las zonas desérticas de Montana y Dakota del Sur que los dos protagonistas recorren en la película y que se conocen popularmente como las Badlands, el título original del largometraje. Las andanzas de la pareja de jóvenes han servido también como base de una película de escaso presupuesto, Stark Raving Mad (George F. Hood, 1983), y de un telefilme, Marcado por la rabia (Murder in the Heartland, Robert Markowitz, 1993).

LOS SETENTA - El golpe


TÍTULO ORIGINAL: The Sting
AÑO: 1973
DURACIÓN: 129 minutos
PAÍS: Estados Unidos
DIRECTOR: George Roy Hill
GUIÓN: David S. Ward
PRODUCCIÓN: TomBill, Michael y Julia Phillips para la Zanuck/Brown Productions y Universal
FOTOGRAFÍA: Robert Surtees
MONTAJE: William Reynolds
DIRECCIÓN ARTÍSTICA: Henry Bumstead
MÚSICA: Scott Joplin
INTÉRPRETES: Paul Newman (Henry Gondorff), Robert Redford (Johnny Hooker), Robert Shaw (Doyle Lonnegan), Charles Durning (Teniente William Snyder), Ray Walston (J.J. Singleton), Eileen Brennan (Billie), Harold Gould (Kid Twist)
GÉNERO: intriga / comedia / drama // crimen / juego / años 30 / mafia / robos y atracos




ARGUMENTO

Joliet, Illinois, septiembre de 1936. Johnny Hooker es un timador callejero que un mal día tiene la pésima suerte de embaucar a uno de los hombres de Lonnegan, el mafioso controlador de los mejores bajos fondos de Chicago, y muy bien relacionado con la policía. Localizado y perseguido por los hombres de Lonnegan, Johnny ve cómo acaban con la vida de su compinche anciano de color, el entrañable Luther. A partir de entonces, Johnny comienza una cruzada de venganza "blanca" contra quien ordenó su muerte. Lejos de querer matarlo, su pretensión es arruinarlo económicamente, pero para ello requiere al maestro del timo, temporalmente retirado, Henry Gondorff. Juntos comienzan esa aventura hasta conseguirlo, gracias a una falsa e ilegal central de apuestas de carreras de caballos. Realizada la hazaña y fingiendo sus muertes para la mafia y la policía, ambos abandonan la ciudad y continúan su rumbo hacia nuevas aventuras como timadores.



COMENTARIO

Aunque llega al principio de la década, es un film muy alejado de las corrientes del momento. El año 1973 es el mismo de producciones tan dispares como Amarcord (Federico Fellini), El dormilón (Woody Allen), El espíritu de la colmena (Víctor Erice) y American Graffiti (George Lucas), títulos que señalan una etapa de transición del cine universal donde la heterogeneidad de estilos y desarrollos de escuelas está dando paso al nacimiento de una nueva generación en el cine americano. En ese ambiente, El golpe puede ser considerado, sencillamente, cine clásico, sin pretensiones de autor. Dentro de la obra audiovisual de su director, George Roy Hill, supone un punto de prolongación del éxito anterior de Dos hombres y un destino (Butch Cassidy and the Sundance Kid, 1969), que ya reunió como pareja bajo sus órdenes a Paul Newman y Robert Redford. Roy Hill, que comenzó como realizador de televisión, no ha sido un director de grandes éxitos, pero puede ser catalogado como un cineasta de género, contando con piezas fílmicas discretas como Hawaii (1966), El carnaval de las águilas (1975) y la adaptación de la novela de John Le Carré La chica del tambor (1984).

Situada en los años treinta, uno de los valores notables de la cinta es la ambientación. Con algunos exteriores en Chicago, la mayoría ha sido rodada en los estudios de la Universal y diversos hoteles en Los Ángeles, lo que aporta una ilusión de película clásica de la década de los cuarenta muy parecida al propio género negro de esos años, a pesar de ser una producción de los años setenta. Todos los decorados (trenes, salones, calles, bancos, locales de alterne y apuestas) son recreados con exactitud tal como lo hubiera hecho el propio cine de los años treinta o cuarenta. La iluminación y la fotografía redundan en un dominio de los tonos terrosos y amarillos, que ayudan a la representación no saturada de colores del cine de los años setenta. El homenaje a este tipo de género cinematográfico, pasado por el filtro de la comedia, se completa con otro tributo, el que se realiza del cine mudo. Las imágenes fijas dibujadas y rotuladas con títulos que separan las diversas partes son ejemplo de ello, como también la banda sonora o las cortinillas que se usan con relativa profusión para separar secuencias, incluida la del final, con un efecto de iris de cierre. Esos recursos de separación ayudan a construir una falsa estructura episódica que va titulando cada nueva fase del desarrollo de la trama sin necesidad de narrador que ayude al espectador a saber en qué momento del gran timo se encuentra. Estos pequeños adornos narrativos y visuales no enturbian una realización de limpieza clásica, invisible, donde todo encaja en su lugar. De igual modo, la distribución de los acontecimientos que puntúan la historia la convierte en un medido ejercicio de tiempo, con un ritmo equilibrado donde ninguna acción se excede en su desarrollo, alcanzando así un tiempo justo que no permite al espectador ni el aburrimiento ni el estrés en la recepción.

Hay que sumar a ello la interpretación de un cuadro de actores que está encabezado por Paul Newman y un joven Robert Redford (con muchos más años que su propio personaje) en uno de sus trabajos juntos más memorables. Ambos ya habían figurado como pareja con el mismo director en Dos hombres y un destino, y volverán a hacerlo después, aunque por separado. Igualmente adquiere gran valor en el film la presencia de secundarios clásicos del cine norteamericano que refuerzan y consolidan un trabajo actoral impecable. Algunas de las secuencias de esta producción son ya consideradas imprescindibles de la historia del cine, como es la tramposa partida de póker en el tren entre Paul Newman y Robert Shaw. Lo mismo sucede con la banda sonora. El ragtime del compositor y pianista norteamericano Scott Joplin, adaptado por Marvin Hamlisch, ha sido usado con posterioridad para reportajes sobre cine o como cabecera de programas cinematográficos, y es reconocido como banda sonora de este film por el gran público como una pieza clásica, a pesar de cierto anacronismo respecto a la época en la que se desarrolla la trama; no en vano su adaptador es un experto compositor de bandas sonoras, como las de Tal cómo éramos (Sydney Pollack, 1973), La espía que me amó (Lewis Gilbert, 1977) y La decisión de Sophie (Alan J. Pakula, 1982).

Con posterioridad, El golpe se ha convertido en una película de culto, pero ya en el momento de su estreno contó con el apoyo de la crítica y, sobre todo, del público. La propia profesión la premió múltiples veces, siendo destacables los siete Oscar conseguidos en 1974, más otras tres nominaciones, entre ellas la de mejor dirección. Su posición de estreno entre El Padrino (1972) y El Padrino II (1974) supuso un buen enclave para captar la atención del público.

→ Otra película de Roy Hill que se recuerda por una parte de su banda sonora es la ya mencionada Dos hombres y un destino. La buena elección del director con respecto a sus compositores lo lleva a canciones como Raindrops Keep Falling on My Head, compuesta por Burt Bacharach (compositor para The Beatles, The Carpenters y Barbra Streisand, entre otros), con letra de Hal David, ganadora de un Oscar. Los pistoleros y asaltantes de Wyoming, que son Paul Newman y Robert Redford en esta película, han generado biografías recomendables para leer, como las de Shawn Levy, Paul Newman: la biografía, Barcelona, Lumen, 2009, y Luis Miguel Carmona, Robert Redford. El chico de oro, Madrid, T&B, 2009.

miércoles, 24 de julio de 2013

CINE MUDO - Historia de un crimen


TÍTULO ORIGINAL: Histoire d'un crime
AÑO: 1901
DURACIÓN: 110 metros (seis cuadros)
PAÍS: Francia
DIRECTOR: Ferdinand Zecca
GUIÓN: Ferdinand Zecca
DECORADOS: Ferdinand Zecca
FOTOGRAFÍA: Ferdinand Zecca (blanco y negro)
PRODUCCIÓN: Pathé Frères
INTÉRPRETES: Jean Liézer (el asesino),
Bretteau, Ferdinand Zecca
GÉNERO: drama // crimen / policiaco / cine mudo / orígenes del cine / cortometraje

El cine primitivo aprovecha todo lo que encuentra: hadas de Châtelet, noticieros trucados, pasiones profanas o religiosas, cuadros del museo Grévin. Ferdinand Zecca fue el artesano cualificado de este crisol, y tal vez su poeta.



ARGUMENTO

La celda de un condenado a muerte. El culpable, acostado sobre su jergón, repasa en sueños los episodios de su vida, que lo han conducido a donde se encuentra: juventud aventurera, malas compañías, caída fatal en el alcoholismo, asesinato de un empleado de banco... En el último cuadro se ve subiendo al cadalso y despierta bruscamente. En ese momento entra el verdugo, seguido de la comitiva judicial. El hombre será ejecutado.



COMENTARIO: en la pista sangrienta

Ferdinand Zecca fue el hombre de confianza de Charles Pathé, quien apreciaba su habilidad. Habiendo debutado en el ambigú, tenía un sentido innato del espectáculo. Menos artista que Méliès, fue sin embargo mejor comerciante. Abordó todos los géneros (cómico, fantástico, noticieros reconstituidos, escenas históricas, religiosas, etc.), pero su especialidad fue el género "realista", en el espíritu de Zola y de los melodramas populares que causaban sensación, y por los que el público enloquecía. Es dentro de esta serie que hay que ubicar Las víctimas del alcoholismo, La huelga, Los apaches de París y su obra maestra, Historia de un crimen, "pieza cinematográfica" inspirada en una puesta de escena (macabra) del museo Grévin. Los hallazgos abundan en sus producciones: en El melómano mudo (1899), Zecca inventa el primer gag... sonoro; en Historia de un crimen, crea el primer flashback de la historia del cine, aun cuando la técnica todavía sea algo sumaria (es en una claraboya practicada sobre el muro de la celda, como sobre un escenario giratorio de teatro, que el condenado ve desfilar las imágenes de su pasado); por otra parte, entremezcla hábilmente vistas documentales con escenas de estudio. Este hombre de múltiples talentos era un poeta cuyo talento hoy permanece ignorado.


Zecca formó un equipo sólido que dio sus títulos de nobleza al cine primitivo: Lucien Nonguet, autor de una primera versión de El acorazado Potemkin (1905); Gaston Velle, especialista en filmses con trucajes; André Heuzé (1890-1942), creador de las memorables "carreras de persecución" que constituyeron la gloria de Pathé. A partir de 1906, Zecca se limitó al papel de productor.  
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...