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domingo, 29 de diciembre de 2013

LOS SETENTA - El exorcista

TÍTULO ORIGINAL: The Exorcist
AÑO: 1973
DURACIÓN: 122 minutos
PAÍS: Estados Unidos
DIRECTOR: William Friedkin
GUIÓN: William Peter Blatty,
PRODUCCIÓN: William Peter Blatty, para Hoya Productions y Warner Bros
FOTOGRAFÍA: Owen Roizman
MONTAJE: Norman Gay, Evan Lottman
MÚSICA: Steve Boeddeker, Mike Oldfield
INTÉRPRETES: Ellen Burstyn (Chris MacNeil), Max von Sydow (padre Merrin), Lee J. Cobb (detective Kinderman), Kitty Winn (Sharon), Jack MacGowran (Burke Dennings), Jason Miller (adre Karras), Linda Blair (Regan), William O'Malley (padre Dyer), Barton Heyman (doctor Klein), Peter Masterson (doctor Barringer), Rudolf schündler (Karl), Gina Petrushka (Willi), Vasiliki Maliaros (madre de Karras)
GÉNERO: terror // posesiones / exorcismos / religión / sobrenatural / película de culto



ARGUMENTO

Irak: el padre Merrin se encuentra en unas excavaciones arqueológicas en las que halla una estatua que representa al diablo. Mientras tanto, en Washington la actriz Chris MacNeil trabaja en el rodaje de una película y comparte el resto del día con Regan, su vitalista hija adolescente. Al mismo tiempo, el padre Karras empieza a tener dudas sobre su trabajo como psiquiatra en un centro médico regentado por los jesuitas, labor que le deja poco tiempo para atender a su madre enferma.

De pronto, Regan empieza a comportarse de forma extraña. Tras orinarse sobre una alfombra durante la celebración de una fiesta, los médicos son incapaces de encontrar explicación a las convulsiones que sufre y a la conducta cada vez más blasfema y violenta que manifiesta. Cuando la situación se hace insostenible, Chris acude al padre Karras para pedirle información sobre exorcismos. El sacerdote, escéptico y carcomido por la culpa tras la muerte de su progenitora, examina el caso y lo pone en conocimiento de sus superiores. Estos deciden que sea el padre Merrin quien, con la ayuda de Karras, se ocupe del caso. Durante el duro ritual exorcista, Merrin muere y Karras, en un arrebato, consigue que el demonio entre en su cuerpo, se lanza por la ventana de la habitación de la niña y fallece al caer rodando por las escaleras. Regan, que parece no recordar nada, abandona la casa de Washington junto a su madre.


COMENTARIO

Tras ganar el Oscar al mejor director en 1972 por Contra el imperio de la droga (French Connection, 1971), William Friedkin fue elegido para dirigir la adaptación del best-seller escrito por William Peter Blatty. Este, un católico de fuerte temperamento, se encargó del guión y la producción de El exorcista, emblemático e influyente ejemplo del cine estadounidense de los setenta y todo un icono del género terrorífico. No obstante, el proceso de preparación, rodaje y lanzamiento del producto contó con toda suerte de sobresaltos: a las discusiones entre escritor y cineasta habría que sumarle los fallecimientos de varios profesionales que trabajaron en la película, así como la polémica que casi siempre rodea a las cintas de temática religiosa. Todo ello, así como la estratégica presencia de ambulancias en las puertas de algunas salas, rodeó al largometraje de un aire mítico que todavía persiste.

La película se abre con el plano general de situación de una casa de apariencia tranquila. La luz de una habitación se apaga y la cámara inicia un travelling descriptivo, y un fundido encadenado enlaza con el primer plano de la estatua de una virgen. El tema y el fondo de la obra quedan fijados desde el comienzo: el bien, representado por el hogar y el símbolo religioso, aparece en una calma que pronto se verá alterada por la invasión de un mal demoniaco. Y esa amenaza trasciende los límites geográficos y temporales, pues el relato se adentra de inmediato en el largo prólogo del padre Merrin durante sus investigaciones arqueológicas en el desierto, que le deparan una especie de encuentro premonitorio con el diablo.

El guión, que sufrió varias alteraciones, acierta al fijar una estructura paralela durante buena parte del film. De forma alterna, el metraje da cuenta de las vidas profesionales y familiares tanto de Chris como del padre Karras. Los dos padecen una crisis vital de carácter materno o filial: así, mientras la primera asiste a la degeneración moral y física de una hija que se conveirte en otra cosa, un remordimiento atroz corroe al segundo por la falta de atención que le procuró a su madre. Los dos personajes caen a un pozo profundo en el que terminan encontrándose, si bien con planteamientos paradójicos y de gran potencial dramático, ya que es ella -atea y materialista- quien acepta la posesión de Regan mientras que el sacerdote parece haber perdido su fe y recomienda una salida científica y racional al caso. Sin embargo, la salvación de la niña se convertirá en la redención del propio Karras, uno de los puntales de la narración, pues el exorcismo parece plantearse como un combate -no en vano el sacerdote tiene un alegórico pasado como boxeador- entre él y el demonio. Este, por su parte, tiene un peso clave en el éxito del film: malvado e inteligente, no deja de poseer un carisma tentador. Algunas de las escenas y diálogos más memorables de la película tienen que ver con sus provocaciones, blasfemias y demostraciones de poder. Frases como "la cerda es mía" -que le espeta a la madre de Regan respecto a su hija- o imágenes como la de la masturbación con el crucifijo siguen siendo hoy de una fuerza impactante en el terreno del terror cinematográfico.

Por lo demás, Friedkin confirma su firme pulso como realizador con un estilo que tiende a la contención estética. La estilización de algunas imágenes, como las contrastadas estampas del padre Merrin llegando a la casa de Regan o la de esta con una pose patética recortada contra una ventana, es tan brillante como excepcional en un conjunto que destaca por la sobriedad. El cineasta demuestra un talento especial para la composición, terreno en el que practica una economía estética y narrativa francamente encomiable. Además, saca un excelente partido a los escenarios, especialmente en la dicotomía entre el interior de un hogar convertido en prisión y el exterior de una ciudad metálica y gris, aparentemente saludable pero algo deshumanizada. La dirección de actores es otro punto destacado del film, con la madura Ellen Burstyn y el imponente Max von Sydow al frente. Destacan, además, las aproximaciones a sus papeles de la adolescente Linda Blair -espectacular su dicotomía de chica adorable y poseída satánica- y de Jason Miller, que extrae todo el partido dramático a los conflictos internos de su personaje. La aparición del veterano Lee J. Cobb completa el notable elenco, si bien el detective al que encarna forma parte de una línea argumental, la de la investigación policiaca, que apenas aporta nada.

El exorcista tuvo diez candidaturas a los Oscar de 1974 y se alzó, finalmente, con los premios al mejor guión adaptado y al mejor sonido. Su funcionamiento en taquilla fue espectacular tanto en Estados Unidos como en el resto de los mercados, hasta alcanzar una recaudación de 400 millones de dólares en todo el mundo. La crítica estadounidense, sin embargo, se mostró algo dividida: así, mientras Vincent Canby afirmaba en The New York Times que la película era "un nuevo caso de bajeza por lo que se refiere a efectos especiales y encima aprobado por la Iglesia", el influyente Roger Ebert la calificó como "una de las películas más poderosas jamás realizadas".

→ La leyenda de El exorcista volvió a ponerse de actualidad a comienzos del siglo XXI con el estreno del "montaje del director" en salas comerciales. La versión incluía once minutos adicionales que no añaden nada especialmente significativo al conjunto. Además, el veterano Paul Schrader dirigió El exorcista: El comienzo (2004), una precuela en la que se da cuenta del tormentoso pasado que el padre Merrin acumuló en su juventud por culpa de unas apariciones y posesiones diabólicas. El proyecto, tras las duras desavenencias entre el director y la productora, se zanjó con una modesta edición en deuvedé y con el estreno en cines de una versión que se pretendía más comercial -pero cuyo impacto fue irrelevante- dirigida por Renny Harlin.

LOS SETENTA - El último tango en París

TÍTULO ORIGINAL: Ultimo tango a Parigi
AÑO: 1972  
DURACIÓN: 129 minutos  
PAÍS: Italia/Francia  
DIRECTOR: Bernardo Bertolucci  
GUIÓN: Bernardo Bertolucci, Franco Arcalli y Agnes Varda  
PRODUCCIÓN: PEA Cinematograficia/Les Artistes Associés (Alberto Grimaldi)  
FOTOGRAFÍA: Vittorio Storaro  
MONTAJE: Franco Arcalli y Roberto Perpignani  
DIRECCIÓN ARTÍSTICA: Fredinando Scarfiotti  
MÚSICA: Gato Barbieri
INTÉRPRETES: Marlon Brandon (Paul), Maria Schneider (Jeanne), Jean-Pierre Léaud (Tom), Darling Legitimus (portera), Catherine Sola (Script de TV), Mauro Marchetti (Cámara de TV), Massimo Girotti (Marcel), Maria Michi (madre de Rosa), Giovanna Galletti (prostituta) Gitt Magrini (madre de Jeanne), Catherine Allégret (Catherine), Luce Marquand (Olympia), Marie-Hélène Breillat (Monique), Catherine Breillat (Mouchette), 
GÉNERO: drama // erótico / película de culto


ARGUMENTO

Destrozado por el suicidio de su mujer, cuyos motivos no alcanza a comprender, Paul -un ya maduro estadounidense, de agitada trayectoria vital- deambula por las calles de París. Al azar, coincide en un piso vacío con la jovencísima Jeanne, hija de un coronel del Ejército francés y prometida de Tom, cinéfilo lunático que se propone realizar, sin avisarle, un documental sobre ella. Del encuentro entre dos personajes tan diferentes surge una intensa relación que Paul se obstina en que sea exclusivamente sexual, sin nombres propios ni recuerdos personales. Jeanne acepta el juego, quizá por mera curiosidad, aunque poco a poco irá sintiéndose atraída por ese individuo extraño, despótico y vulnerable a la vez, que le impone una sumisión a ratos insoportable. Pero cuando Paul cambia de pronto las normas, se confiesa enamorado y le propone compartir un futuro convencional, ella huye despavorida y él la persigue por las calles, invade su domicilio y se cubre, burlón, con el gorro militar del padre. Jeanne le dice entonces su nombre por primera y última vez, al tiempo que le dispara en el vientre con la pistola de aquel, y Paul sale al balcón a morir, frente al panorama grisáceo de la ciudad.



COMENTARIO

Después de presentar casi simultáneamente en 1970 La estrategia de la araña (La strategia del ragno) y El conformista (Il conformista), Bernardo Bertolucci aborda el rodaje de El último tango en París, que iba a proporcionarle enorme resonancia internacional, y no tanto por su estremecedora profundidad como por su contenido supuestamente escandaloso. Prohibida en España hasta finales de 1977, pero también secuestrada en Italia, tras una denuncia ante los tribunales, y rechazada por alguna poderosa distribuidora norteamericana, fue sin embargo el punto de arranque de las grandes producciones de su autor, en una carrera progresivamente degradada después por su tendencia a la grandiosidad y el esteticismo.

Frente a todos los tópicos que cayeron sobre ella desde el momento mismo de su estreno, aparece hoy como una de las más agudas y desoladoras reflexiones que en torno a la condición humana ha ofrecido el cine a lo largo de su historia. Partiendo de un hecho fortuito y escasamente creíble en sí mismo -el típico comienzo en forma de "¿qué pasaría si...?", que ha dado pie a tantas obras relevantes de la literatura-, la película se eleva enseguida a la categoría de una auténtica tragedia contemporánea sobre la soledad de un individuo castigado por la vida e incapaz de asumir su fracaso, que se aferra, como última oportunidad, a la posibilidad de vivir una relación sin sentimientos, sin otra implicación que la puramente fisiológica, sin rastro alguno de compromsio personal. Porque, más que los golpes recibidos a lo largo de su triste existencia, lo que hundido definitivamente a Paul es el hecho de que su esposa haya decidido quitarse la vida sin que él pueda saber por qué. ¿Para qué han servido los años de convivencia si la pareja acaba siendo alguien perfectamte desconocido? Y el descubrimiento tardío de que ella había construido una especie de doble suyo en un huésped habitual del hotelucho que regentaba no hará más que ahondar en esa herida, multiplicando su desesperación y su rabia.

Jeanne, por su parte, se abre a la vida dispuesta a probarlo todo y acepta de buen grado un desafío que contradice las convenciones que han regido hasta ahora su comportamiento de jovencita burguesa. Se siente atraída por ese extranjero de pasado inescrutable y halagada por la fascinación que ejerce sobre él. Decidida a demostrar que es capaz de todo sin amilanarse, inicia un descenso a los infiernos en el que tendrá que soportar durísimas humillaciones físicas y psicológicas. Solo cuando Paul -que ha mantenido un atroz soliloquio ante el cadáver de su esposa, empezando a comprender su verdadera situación personal- vuelve a ella para proponerle una mediocre vida en común experimentará el vértigo de la repulsión, negándose en redondo y teniendo que escapar por las calles, en busca del amparo de su viejo hogar familiar. Y al verlo invadido por la arrogancia con que él intenta disimular que la necesita desesperadamente, recurrirá a un arma para liberarse por fin y después avisará por teléfono a la policía, justificando su muerte con motivos también convencionales y alegando que ni siquiera sabe su nombre...
 No es posible reflejar en unas líneas la cantidad, precisión y sutileza de las sugerencias de todo tipo -sobre la familia, la educación, la religión, la soledad, el afán de dominación- que Bernardo Bertolucci logra engarzar en un argumento insólito que parece girar en torno a la dificultad de las relaciones de pareja o la vinculación entre el amor y el sexo, por ejemplo. Por debajo de esa epidermis que en su momento pudo resultar "escandalosa" -aunque hoy se comprueba que es mucho más cruda desde el punto de vista conceptual, mientras que visualmente resulta incluso demasiado púdica-, el cineasta lanza una mirada devastadora sobre nuestras formas de vida y nuestros agónicos esfuerzos por disfrazarlas de auténtica convivencia.

Pero, por encima de todo, llama la atención el exquisito rigor con el que construye su discurso. Desde la compleja estructura temporal del relato, donde no es fácil determinar el antes y el después de los distintos acontecimientos, hasta la organización y significado de los diversos espacios en que transcurre la acción: en una ciudad moderna, gris y hostil, pero donde las ventanas y los interiores prometen una calidez anaranjada, Jeanne posee, como territorios propios, la casa familiar -cuya invasión no tolera- y la finca de su infancia, que ha sido allanada, en cambio, por el equipo de rodaje de su excéntrico novio. Paul, en realidad, no posee ninguno, porque después de vagar por todo el mundo se ha sentido siempre como un huésped más en el sórdido hotel de su mujer. Y por eso el apartamento vacío, ajado y sucio, que encuentran ambos al mismo tiempo, funciona a la vez como tierra de nadie propicia para unos encuentros singulares y como penúltimo refugio para ensayar una relación imposible. No hay mensaje ni moraleja: Paul estaba abocado a la muerte por su radical soledad y Jeanne quiso juguetear con todas las ruputras y acaba volviendo al redil donde había sido educada. En el desarrollo de tan cruel parábola desempeñan un papel fundamental la extraordinaria fotografía de Vittorio Storaro, que impregna de sentido los colores y la contraposición de ambientes; la música nostálgica, decadente y a ratos irónica de Gato Barbieri, y la formidable interpretación de Marlon Brando, que aportó numerosas connotaciones autobiográficas a la construcción de uno de los personajes más potentes del cine contemporáneo.

Queda dicho que la carrera de El último tango en París tuvo unos comienzos azarosos, pronto desbordados por el enorme éxito comercial que le proporcionó su fama de película erótica. Fue tachada de pornográfica por quienes seguramente no la habían visto, y decepcionó sin duda a muchos espectadores que se dejaron engañar por ese reclamo. Pero también desde el principio recibió grandes elogios de la crítica y con el paso del tiempo no ha hecho sino ganar en la consideración de quienes entienden el cine como un arte capaz de expresar de forma bella los más granes sugestivos pensamientos. Manuel Vázquez Montalbán lo formuló así, en Carlos F. Heredero (ed.), Bernardo Bertolucci. El Cine como razón de vivir (San Sebastián, Festival de Cine y Filmoteca Vasca, 2000): "La ensimismada angustia del personaje interpretado por Marlon Brando instrumentaliza a la muchacha prescindiendo de su identidad y obliga al espectador a asumir la dialéctica real de las relaciones humanas, un conflicto entre la norma y el instinto, la conciencia y la pulsión anexionista que puede llegar al canibalismo".

Un instante antes de caer muerto, Paul pega en la barandilla del balcón el chicle que ha llevado en la boca durante bastante tiempo. Curiosamente, al comienzo de La luna (1979), Douglas, padre del joven protagonista, encuentra uno idéntico en la misma posición y reprocha a su hijo que los deje por todas partes, estableciendo una sutil conexión entre ambas películas.

LOS SETENTA - La naranja mecánica

TÍTULO ORIGINAL: A Clockwork Orange
AÑO: 1971
DURACIÓN: 136 minutos
PAÍS: Reino Unido (y Estados Unidos)
DIRECTOR: Stanley Kubrick
GUIÓN: Stanley Kubrick, basado en la novela homónima de Anthony Burgess
PRODUCCIÓN: Stanley Kubrick para
la Warner Bros y Hawk Films
FOTOGRAFÍA: John Alcott (Warnercolor)
MONTAJE: Bill Butler
MÚSICA: Wendy Carlos, Erika Eigen
INTÉRPRETES:Malcolm McDowell (Alex), Warren Clarke (Dim), James Marcus (Georgie), Michael Tarn (Pete), Philip Stone (padre), Sheila Raynor (madre), Michael Bates (jefe de la prisión), Godfrey Quigley (capellán de la prisión), Miriam Karlin (señora de los gatos), Clive Francis (el arrendatario), Patrick Magee (Frank Alexander), Adrienne Corri (señora Alexander)
GÉNERO: ciencia ficción / drama // crimen / thriller psicológico / película de culto



ARGUMENTO

Alex es el joven jefe de una extravagante banda de delincuentes callejeros. Él y sus tres "drugos" preparan la noche en un bar donde solo se bebe leche (aderezada con alguna que otra sustancia). Ya en la calle, en un lugar incierto en un tiempo futuro indefinido, estos clasistas y violentos muchachos estrenan sus sesiones violentas de diversión propinando una paliza a un mendigo. La hazaña de esa noche de otro grupo de pandilleros es la violación de una chica en el escenario de un casino abandonado, ocasión que aprovechan las dos bandas  para pelearse entre sí. Conducción temeraria para continuar la noche y ataque a un matrimonio en su casa, con violación de la mujer, son las siguientes acciones nocturas. Tomando una última copa de nuevo en el mismo bar, se descubre la pasión de Alex por la Novena sinfonía de Beethoven, música que suele oír para descansar. Despreciado por sus compañeros de banda, una noche intentan el atraco de la mansión de la señora de los gatos, a la que Alex mata. Agredido a su vez por los compañeros, la policía lo detiene y, tras ser apaleado, ingresa en la cárcel. 

Allí se dedica a la lectura, y su buen comportamiento y su acercamiento al capellán de la prisión lo llevan a solicitar voluntariamente sometere al método Ludovico de modificación de la conducta. Quiere ser bueno y se arriesga al peligro que supone este tratamiento fuera de la cárcel. En el centro Ludovico, con camisa de fuerza, le obligan a ver películas con escenas violentas hasta que consigue asociar dolor y malestar personales con violencia física y agresión sexual. Tras el éxito del tratamiento vuelve a su casa como un joven educado, pero no puede quedarse allí por el rechazo de sus padres. En su deambular tropieza con dos de sus antiguos "drugos", ahora policías, que le dan una paliza. Buscando ayuda, termina en la primera casa que atracaron. El marido, que sobrevivió al ataque aunque en silla de ruedas, le prepara la venganza de provocarle exasperación a través de la música de Beethoven, que ahora no soporta, hasta conseguir un intento de suicidio arrojándose al vacío por una ventana.

Ya en el hospital, es visitado por el ministro, acusado de poner en práctica métodos de tortura, con quien se hace fotos de conveniencia para la prensa, momento en que, al sentirse protagonista, recupera su instinto natural tendente a la violencia, demostrando la ineficacia del tratamiento.



COMENTARIO

Adaptación de una novela de 1962 sobre la que se han producido múltiples alteraciones de personajes y sucesos. El fondo temático del film muestra una crítica del conductismo como método de terapia que propone asociar al malestar físico el comportamiento violento, idea procedente ya de la novela. Para conseguir ese efecto más reforzado aún, Stanley Kubrick no incorpora el últmo capítulo del relato, donde el joven se reinserta y reconduce su comportamiento, tal como se publicó en la edición estadounidense. La rareza de los personajes no resulta extraña en la filmografía de Kubrick, quien llega a La naranja mecánica tras década y media de trabajo como cineasta, con películas inquietantes e incluso incómodas para el espectador y la crítica. No solo aborda temas perturbadores; lo hace también con una especial forma de visualizar y de ofrecer una mirada insólita en muchos casos, decidido y atrevido probador de todos los recursos innovadores que las nuevas tecnologías ponen al alcance del realizador de cine.

Año bélico y violento donde los haya, junto a Johnny cogió su fusil (Dalton Trumbo) o Perros de paja (Sam Peckimpah), La naranja mecánica puede engañar a primera vista. El primer plano muestra ya la rareza de la vestimenta del personaje principal y sus compañeros: con la pestaña postiza y el bombín, vestido de blanco, con tirantes, botas militares y suspensorio, la caracterización de los personajes es, sin duda, una de las bazas fuertes del film, secundada además por una interpretación actoral que convierte a Alex, a su tutor del correcional o a sus propios padres, además de a los "drugos", en seres de ficción muy cercanos a la máscara cínica, personajes histriónicos y ridículos, con su jerga extraña.

La excusa de la localización de la historia en un momento del futuro da la oportunidad al realizador de hacer de la puesta en escena igualmente otra de las cartas de identidad de la cinta. La extrañeza se produce en la alternancia de lugares post-holocausto, sucios, desvencijados, con interiores de decorados psicodélicos capaces de alternar colorido con monocromatismo o modernidad popartística con máquinas de escribir antiguas. La crítica ha incidido siempre en lo experimental de este trabajo de Kubrick, no obstante hay que hacer notar que las ralentizaciones y acelerados de la imagen y el juego del tiempo narrativo que ello supone, no son elementos suficientes para hablar de esperimentación o técnica de videoclip.

La realización de la película, de hecho, no es especialmente llamativa; no sucede así con todo lo relacionado con la puesta en escena. Se trata de un film rompedor en cuanto a estética, destacando sobre todo la fotografía, que realza elementos del decorado ya de por sí llamativos: el pene de adorno de la casa de la señora de los gatos, con el que es asesinada, las humillantes mesas-mujer del milk-bar, la decoración feliz de la cocina de la casa de Alex. A pesar de lo llamativo de todos estos elementos, el mensaje de fondo no se pierde, muy al contrario. Las palabras del capellán de la cárcel, cuando asevera que es mejor ser malo por voluntad propia que no bueno sin convicción y por obligación, revelan esa crítica patente de la deshumanización del método Ludovico que se aplica al joven, y que es el correlato cinematográfico del conductismo. La bondad inducida es tan criticada como el cinismo evidente de los jóvenes, capaces de cantar Singing in the rain mientras violan y asesinan, pero también la del ministro al hacerse la foto de prensa con el chico a pesar de fomentar ese tipo de tratamientos, situando al mismo nivel la crueldad perversa de los jóvenes delincuentes con la de los poderes fácticos, cuyo momento extremo es el de la escena de la camisa de fuerza y los ojos forzados a mantenerse abiertos a través de un mecanismo de enganches metálicos. Desde el punto de vista narrativo resulta convincente la construcción del relato a partir de un narrador autodiegético, el propio Alex contando su historia como narrador consciente, puesto que se refiere a sí mismo en la pantalla como "vuestro narrador".

Las continuas referencias sexuales y de violencia no favorecieron que la película consiguiera premios en la Academia de Hollywood ni en los Globos de Oro, aunque sí fue nominada a ambos. Muy censurada, La naranja mecánica fue retirada de los cines en Inglaterra a partir de un momento tras su estreno después de unas sesenta semanas, a petición propia de Kubrick, tras una serie de actos violentos, e incluso algún homicidio, sobre los que se rumoreó que estaban relacionados con la historia que cuenta el film. Solo fue reestrenada tras la muerte del cineasta en el año 2000, ya considerada como una película de culto, a pesar de haber sido calificada X en Estados Unidos.

La audición de la banda sonora musical de la película al completo resulta muy recomendable, sobre todo para poder apreciar cómo esa música, de presencia continua y agobiante en el film, fuera de él, separada de las imágenes que acompaña, resulta mucho más inocente. Ademas de las piezas clásicas conocidas, cuenta con una de las primeras ocasiones de uso de la música sintética, obra del compositor Walter Carlos. Son muchas las referencias a La naranja mecánica en otros productos de las industrias culturales, en otras películas, en canciones o videojuegos. Puede visionarse el capítulo especial de noche de brujas de Los Simpsons, donde Bart va vestido como Alex, o el capítulo en el que el señor Burns emplea el método Ludovico en su versión maltrato de animales. Algunos videoclips que recurren a elementos de la película son los de las canciones The universal, de Blur (de alto nivel de intertextualidad, donde se recrean escenas y escenarios), o Welcome to the Jungle, de Guns N'Roses. 

domingo, 25 de agosto de 2013

LOS SETENTA - Malas tierras

TÍTULO ORIGINAL: Badlands
AÑO: 1973
DURACIÓN: 93 minutos
PAÍS: Estados Unidos
DIRECTOR: Terrence Malick
GUIÓN: Terrence Malick
PRODUCCIÓN: Badlands Company,
Jill Jakes Production, Pressman-Williams
FOTOGRAFÍA: Tak Fujimoto,
Stevan Larner, Brian Probyn
MONTAJE: Robert Estrin
DIRECCIÓN ARTÍSTICA: Jack Fisk
MÚSICA: George Tipton
INTÉRPRETES: Martin Sheen (Kit), Sissy Spacek (Holly), Warren Oates (padre), Ramon Bieri (Cato), Alan Vint (ayudante), Gary Littlejohn (sheriff), John Carter (rico), Bryan Montgomery (chico), Gail Threlkeld (chica), Charles Fitzpatrick (dependiente), Howard Ragsdale (Boss), John Womack Jr. (Trooper), Dona Baldwin (criada)
GÉNERO: drama // cine independiente USA / vida rural / años 50, crimen / basado en hechos reales / road movie / película de culto


ARGUMENTO

Kit es un joven algo rebelde que trabaja como basurero en una aburrida población norteamericana. Harto de recoger cubos, deja su labor momentáneamente para dar una vuelta. Durante su paseo conoce a Holly, una adolescente que se encuentra en el jardín de su casa. Después de hablar con ella durante un rato, ambos acuerdan verse otra vez. Tras esa primera cita, Kit perderá su trabajo como recogedor de basuras y conseguirá otro en un matadero. A la vez, el veinteañero comienza a ver asiduamente a Holly. Todo va bien hasta que el padre de la chica, un viudo dedicado a pintar carteles, se entera de la relación que mantiene el joven con su hija. Será entonces cuando el progenitor le haga saber a Kit que quiere que se aleje de Holly. Este hace caso omiso del aviso y se introduce en la casa de su novia mientras ella y su padre se encuentran fuera. Sin embargo, ambos llegan de improviso a su hogar y descubren a Kit. El padre decide llamar a la policía, pero, antes de que pueda hacerlo, el chico le matará de un disparo. Tras grabar un disco donde asume el asesinato del padre y anunciar que él y Holly se van a suicidar, quema la casa del padre de su novia. Los jóvenes huirán del lugar para refugiarse en el campo, donde construyen una casa en un árbol. No pasará mucho tiempo hasta que unos cazarrecompensas descubran su paradero. Tras liquidarlos, Kit y Holly reemprenderán su huida por tierras cada vez más baldías, donde dejarán todo un reguero de sangre a su paso. Durante este periplo, la relación entre ambos se irá poco a poco deteriorando.



COMENTARIO

El film entronca con cierta obsesión del denominado Nuevo Cine Americano, movimiento en el que podemos encuadrar a Terrence Malick, por abordar road movies de parejas que se encuentran al margen de la ley. Así, entre finales de los sesenta y a lo largo de los setenta, nos encontramos con llargometrajes como Bonnie y Clyde (Arthur Penn, 1967), Los asesinos de la luna de miel (Honeymoon Killers, Leonard Kastle, 1969), Loca Evasión (The Sugarland Express, 1974) o Días de cielo (Days of Heaven, 1978), dirigida por el propio Malick, que demuestran la simpatía de los directores americanos por los amantes criminales. No obstante, podemos encontrar antecedentes de esta pequeña tendencia en dos clásicos de serie B como El demonio de las armas (Gun Crazy, Joseph H Lewis, 1950) y Los amantes de la noche (They Live by Night, Nicholas Ray, 1949).

Graduado en Filosofía por las universidades de Oxford y Harvard, periodista freelance y guionista de títulos como Drive, He said (Jack Nicholson, 1971), Deadhead Miles (Vernon Zimmerman, 1972) y Los indeseables (Pocket Money, Stuart Rosenberg, 1972), Terrence Malick tuvo la oportunidad de dirigir su primer film, Malas Tierras, en 1973. El gran éxito crítio de la cinta le permitió rodar Días del cielo, un largometraje de laborioso rodaje y que le llevaría dos años montar. El realizador se retiraría de la dirección cinematográfica tras acabar esta cinta. Un silencio que rompería dos décadas más tarde con la producción bélica La delgada línea roja (The Thin Red Line, 1998) a la que siguen El Nuevo Mundo (The New World, 2005) y El árbol de la vida (The Tree of Life, 2011).

Malick nos ofrece en Malas tierras un espléndido retrato de dos jóvenes que se han creado un universo particular dentro de un mundo real. Kit es un hombre que se cree ser más de lo que realmente es y ve las cosas de un modo realmente peculiar. Así lo demuestra en la confesión del asesinato del padre de Holly, que registra en un disco, o en los consejos a los jóvenes que graba en un dictáfono cuando entra a robar en casa de un hombre rico. Poco a poco, Malick nos va mostrando su enloquecimiento y ese espíritu infantil que parece anidar en el joven. Él será el que propondrá enterrar efectos personales suyos y de Molly para que puedan ser desenterrados muchos años más tarde o el que atará una caja con pertencencias de ambos a un gran globo rojo. No menos adolescente resulta la idea de construir una casa en un árbol. Kit encontrará en la violencia la única manera de salvaguardar ese peculiar universo que habitan él y su novia. Por su parte, Holly, una adolescente huérfana de madre, encuentra en Kit toda la atención que no le prestan ni si padre ni los chicos de la escuela. Esa es la razón por la que no pone ninguna resistencia cuando el joven la anima a fugarse después del asesinato de su progenitor. Sin embargo, poco a poco, la chica se percatará de que lo que parecía excitante está lleno de sinsabores. A través de su propia voz en off nos damos cuenta de su evolución personal. El entusiasmo que la joven siente al principio de su huida se torna pronto en desilusión cuando la comida empieza a escasear y los territorios que visitan son casi desérticos. A la vez, Holly se hará poco a poco consciente de la locura de Kit, un hombre de gatillo fácil que dispara sin miramientos. A modo de resumen, podríamos decir que la chica madurará poco a poco durante su huida, mientras que el joven irá adentrándose más y más en territorios más alejados de la realidad.

Malick utiliza de manera prodigiosa el paisaje para transmitir los sentimientos de los personajes. De esta manera, los verdes y casi bucólicos escenarios donde la pareja vive sus primeros escarceos amorosos se convierten, poco a poco, en tierra baldía cuando su relación comienza a resquebrajarse. El realizador saca también oro de sus dos actores protagonistas. Martin Sheen resulta muy apropiado como ese joven que parede imbuido del espíritu de los personajes que encarnará James Dean. Pese a ser un asesino, el intérprete norteamericano consigue que Kit resulte casi entrañable por cierta pureza casi infantil que exuda por todos los poros. Por su parte, Sissy Spacek logra transmitir ese desconcierto de una jovencita que se ve superada por las circunstancias.

Malas tierras fue bien recibida por la crítica, aunque fracasó en la taquilla norteamericana. En el ámbito de los certámenes cinematográficos, el film se alzó con la Concha de Oro al mejor director en el Festival de San Sebastián, mientras que Martin Sheen fue galardonado con el premio al mejor actor. En 1993, el largometraje fue seleccionado por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos para ser preservado por el United States National Film Registry, al ser considerado "cultural, histórica y estéticamente significativo". 

  La trama de Malas tierras está inspirada libremente en el caso real de Charles Starkweather y Caril Fugate, una pareja de jóvenes que en 1958 se embarcó en una espiral de asesinatos que horrorizó a todo Estados Unidos. El nombre del film procede de las zonas desérticas de Montana y Dakota del Sur que los dos protagonistas recorren en la película y que se conocen popularmente como las Badlands, el título original del largometraje. Las andanzas de la pareja de jóvenes han servido también como base de una película de escaso presupuesto, Stark Raving Mad (George F. Hood, 1983), y de un telefilme, Marcado por la rabia (Murder in the Heartland, Robert Markowitz, 1993).

lunes, 19 de agosto de 2013

LOS SETENTA - Harold y Maude


TÍTULO ORIGINAL: Harold and Maude
AÑO: 1971
DURACIÓN: 91 minutos
PAÍS: Estados Unidos
DIRECTOR: Hal Ashby
GUIÓN: Colin Higgins
PRODUCCIÓN: Colin Higgins y Charles Mulvehill para Paramount
FOTOGRAFÍA: John A. Alonzo (C)
MONTAJE: William A. Sawyer y Edward Warschi
MÚSICA: Cat Stevens
INTÉRPRETES: Ruth Gordon (Maude), Bud Cort (Harold), Vivian Pickles (señora Chasen), Charles Tyner (el tío Victor), Cyril Cusack (el escultor Glaucus), eric Christmas (sacerdote), G. Wood (psiquiatra), Ellen Geer (Sunshine Doré)
GÉNERO:
comedia / drama // comedia negra / comedia dramática / amistad / vejez / película de culto





ARGUMENTO

Harold es un joven adinerado que vive con su madre y está obsesionado con la muerte. Para llenar su desocupada vida se dedica a fingir suicidios y a asistir a funerales y entierros de personas que no conoce. Su madre no le hace mucho caso y, aunque parece acostumbrada a los falsos suicidios de su hijo, está harta de sus rarezas. Intenta que se normalice y para ello acude a psiquiatras y a un familiar militar para que hable con el chico; intenta incluso alistarlo en el Ejército. Como nada da resultado, decide buscarle una novia y no duda en acudir a una moderna agencia para elegir la mejor esposa por ordenador. Harold, por su parte, conoce a Maude, una mujer que pronto cumplirá 80 años y que también asiste a entierros y funerales. Los dos congenian bien y el joven descubre el mundo con ella. Maude es un espíritu libre que busca experiencias nuevas cada día y siente la necesidad de vivir intensamente cada instante. Entre ambos surge el amor y a pesar de la diferencia de edad y del entorno familiar el joven quiere casarse con ella. Maude también quiere a Harold pero cree que los 80 años es la edad perfecta para morir: no parece que haya tiempo para casarse.



COMENTARIO

Cuando se estrena la película, Estados Unidos vive un momento crítico, su forma de vida y sus ideales se tambalean. Los jóvenes soldados americanos siguen muriendo en Vietnam, mientras que la población reclama el fin de una guerra que ya se ve perdida y que supone un duro golpe para el orgullo americano. El movimiento hippy todavía tiene fuerza y, aunque ha empezado su declive, su estética y sus consignas pacifistas siguen teniendo vigencia. En mayor o menor medida, todos estos acontecimientos, aunque indirectamente, forman parte de este insólito film, el segundo de Hal Ashby. Ashby es conocido en el mundo del cine por su trabajo como montador, donde ha adquirido un considerable prestigio, especialmente después de obtener un Oscar de la Academia por el montaje de El calor de la noche (In the Heat of the Night, Norman Jewison, 1967); cuenta ya cuarenta años cuando emprende el camino de la dirección con un título que no se estrena en España, The Landlord (1970), un film con cierto éxito que inaugura la mejor década en su carrera como director, que cuenta con títulos como Shampoo (1975), El regreso (Coming Home, 1978) y Bienvenido Mr. Chance (Being There, 1979). La posterior década es más que irregular y sus filmes pierden la originalidad de los comienzos. Su último film es Ocho millones de maneras de morir (Eight Million Ways to Die), realizada en 1986, dos años antes de su muerte en Malibú.

Lo único convencional en este film es el título, Harold y Maude; a partir de ahí nada es lo que debería ser. El guión de Higgins invierte totalmente los papeles y los códigos habituales de conducta de nuestra sociedad. El joven veinteañero viste como un rancio y oscuro "señor", sigue las normas escrupulosamente y evita la confrontación directa con cualquier tipo de autoridad. Mientras que la anciana octogenaria rebosa vitalidad, se rodea de colorido y viste prendas desenfadadas; reivindica el pacifismo y la ecología, ella es quien se salta las normas y se enfrenta a la autoridad, ama la libertad mientras que el joven desconoce su significado. Es un mundo al revés: una hippy de ochenta años y un acomodado y aburrido burgués de veinte. El planteamiento de la historia de amor es también insólito y de nuevo hay una alteración absoluta de los códigos socialmente admitidos: el joven se enamora de la anciana de ochenta años. Todavía en los comienzos del siglo XXI la relación entre una mujer mayor y un chico joven suele considerarse como mínimo inapropiado y muy frecuentemente vergonzosa.

Sin embargo, la historia de amor entre el joven suicida y la hippy octogenaria es un pretexto que Asbhy utiliza para hacer un cuento de adultos en el que se mezclan toques de humor negro con situaciones insólitas y con unos personajes típicos y tópicos hasta rozar el absurdo. Para conseguirlo el director planifica cuidadosamente las tomas y el montaje, en el que Harold, tras comunicar a su madre el deseo de casarse con Maude, asiste a las sucesivas "recomendaciones" del Ejército, el psiquiatra y el sacerdote.

En primer lugar, está el poder militar: el general Ball (su tío) aparece en su escritorio enmarcado por las banderas y la fotografía de Nixon, que, a pesar de estar colgado detrás, el espectador percibe con más nitidez y mayor tamaño que el rostro del actor; su tío se ve en la obligación de informarle de que su matrimonio no parece "muy normal".

A continuación es el turno del psiquiatra, que, con la foto de Sigmund Freud de fondo, se esfuerza en explicar que, si bien es lógico que se sienta atraído por su madre, no puede entender que "se enamore de su abuela". De nuevo, cambio de plano y ahora tenemos la moral cristiana representada por el sacerdote, igualmente sentado en un escritorio pero flanqueado en esta ocasión por la fotografía del Papa. El religioso hace esfuerzos por contener las náuseas mientras explica que imaginar el contacto sexual con un cuerpo viejo le resulta repugnante; parece que va a vomitar al espectador, especialmente porque el zoom termina con un primer plano del sacerdote. El aderezo lo proporciona la música de Cat Stevens, que da un aire festivo a toda la cinta y que otorga un aire de comedia a planos y secuencias -cementerios, entierros- que con otra banda sonora serían muy dramáticos.

Con el paso del tiempo se ha convertido, para algunos cinéfilos, en una película de culto, pero es un calificativo que se podría discutir mucho. A pesar de lo exagerado de los tópicos que aparecen en la cinta, su crítica irónica sigue teniendo sentido porque ciertos tabúes siguen inmóviles -la muerte, el amor y la belleza de la vejez-, y las instituciones parodiadas todavía mantienen su cuota de poder en la sociedad actual. Tuvo una acogida modesta entre el público, pero la dirección despertó interés e impulsó la carrera de Hal Ashby. Ruth Gordon (encantadora interpretación) y Bud Cort fueron nominados para los Globos de Oro estadounidenses. En España fue vista por más de 300.000 espectadores y su original historia consiguió la Espiga de Oro en la Seminci de Valladolid.


Como otros directores, Hal Ashby juega con su público y hace una fugaz aparición en pantalla, mirando el tren eléctrico en la feria donde un barbudo personaje muy a tono con la estética hippy se interpone entre los dos protagonistas: es el propio director. Aunque no es habitual encontrar una historia de amor de este tipo en el cine, se ha utilizado frecuentemente la idea del joven inexperto seducido por la mujer con experiencia. En este sentido encontraremos un título de Robert Mulligan del mismo año, 1971, Verano del 42 (Summer of 42) aunque, sin ninguna duda, la más conocida es El graduado (The Graduate, Mike Nichols, 1967).

viernes, 16 de agosto de 2013

CINE MUDO - Un perro andaluz


TÍTULO ORIGINAL: Un chien andalou
AÑO: 1929
DURACIÓN: 17 minutos
PAÍS: Francia
DIRECTOR: Luis Buñuel
GUIÓN: Luis Buñuel, Salvador Dalí
PRODUCCIÓN: Luis Buñuel
FOTOGRAFÍA: Albert Duverger (blanco y negro)
MÚSICA: Wagner y tango argentino,
en la versión sonorizada de 1960
INTÉRPRETES: Simone Mareuil (la mujer),
Pierre Batcheff (el hombre),
Luis Buñuel (el hombre de la navaja)
GÉNERO: drama // surrealismo /
cine experimental / cine mudo /
película de culto / mediometraje

Para el surrealismo, el cine es un vehículo ideal de poesía y de subversión. Buñuel es la demostración sorprendente de ello desde su primer film.



ARGUMENTO

Había una vez... un hombre que, en una habitación, seccionó con una navaja el ojo de su compañera. Ocho años después: en otra habitación, un joven, excitado por el espectáculo de la calle, desea a una mujer; pero arrastra tras él demasiados vestigios del pasado... Hacia las tres de la mañana, llaman a la puerta: el joven es puesto en penitencia por su doble. Seis años después: había un escolar con sus libros. Pero los libros pueden matar. Él dispara contra el intruso, que muere en un jardín. El deseo resurge... insatisfecha, la dama parte a reunirse con otro amante, que la espera en una playa. En la primavera, serán devorados por los insectos.



COMENTARIO: la lógica acorralada

La lectura de este resumen muy aproximativo (que no obstante respeta los puntos de referencia temporales previstos en el guión) demuestra que Luis Buñuel y su coguionista, el pintor Salvador Dalí, no han buscado ninguna coherencia, haciendo bascular la lógica a placer y dejándose llevar por sus fantasmas. "Totalmente inhabitual, provocador, sin encontrar su lugar en ningún sistema de producción", como lo reconoció lealmente Buñuel, este film, como todos los exégetas han señalado, es el equivalente cinematográfico de la escritura automática del surrealismo, del cual los autores eran miembros activos. Significó un gran éxito motivado por la curiosidad. A la luz del por entonces reciente psicoanálisis, resultaba divertido descifrar la película. Pero el título mismo es enigmático: en este film no hay ninguna referencia a Andalucía, y el perro es invisible ("sin embargo, tened cuidado, ¡muerde!", dirá Jean Vigo).

Abundan los gags visuales y las bromas privadas: el tintineo de un timbre es reemplazado por el brazo de un barman agitando una coctelera, las "hormigas en la mano" señalan que el héroe se siente agitado por un deseo irreprimible, etc. La famosa escena del aparejo barroco con su carga de asnos podridos y los hermanos maristas podría sugerir el peso de la educación burguesa, que obstaculiza la liberación de los instintos. En cuanto al ojo cortado del comienzo, más allá de su evidente simbolismo sexual, da por sobreentendido que en adelante debemos ver el cine con otra mirada, renunciando a todo conformismo.

Buñuel tendrá la oportunidad de hilar más fino en La edad de oro (1930). Por el momento, se contenta con arremeter contra "la turba imbécil (que) ha encontrado bello o poético aquello que, en el fondo, no es más que un desesperado llamado a la muerte".
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