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lunes, 19 de agosto de 2013

LOS SETENTA - Tristana


TÍTULO ORIGINAL: Tristana
AÑO: 1970
DURACIÓN: 100 minutos
PAÍS: España (Italia y Francia)
DIRECTOR: Luis Buñuel
GUIÓN: Luis Buñuel y Julio Alejandro, sobre
la novela homónima de Benito Pérez Galdós
PRODUCCIÓN: Juan Estelrich
para Época Films, Talía Films Corona
FOTOGRAFÍA: José F. Aguayo
MONTAJE: Pedro del Rey
DIRECCIÓN ARTÍSTICA: Enrique Alarcón
INTÉRPRETES: Catherine Deneuve (Tristana), Fernando Rey (don Lope), Franco Nero (Horacio), Lola Gaos (Saturna), Antonio Casas (don Cosme), Jesús Fernández (Saturno), Vicente Soler (don Ambrosio), José Calvo (campanero), Fernando Cebrián (doctor Miquis), Antonio Ferrandis (anticuario), José María Caffarel (contertulio), Cándida Losada (señora)
GÉNERO: drama


ARGUMENTO

Al morir su madre, Tristana queda bajo la protección de don Lope Garrido, trasladándose a su casa, donde la discreta ayuda de la sirvienta Saturna no podrá impedir que el hidalgo la corrompa. La joven conoce casualmente al pintor Horacio, de paso por la ciudad, y, ansiosa de libertad, decide marcharse con él. Pero la aparición de un tumor en una pierna le hará buscar refugio en el domicilio de su tutor, volviendo a él y sufriendo la amputación de la extremidad enferma, con lo que la dulzura e ingenuidad de su carácter se transforman en resentimiento. Humillará a Horacio, se mostrará cruel con el joven sordomudo Saturno -hijo de la criada y antiguo compañero de juegos- y acelerará la muerte de don Lope, con quien ha consentido casarse, haciéndole creer que ha avisado a un médico y abriendo la ventana de su dormitorio bajo una intensa nevada.



COMENTARIO

Después del escándalo provocado por la prohibición de Viridiana (1960), Luis Buñuel aceptó la nueva posibilidad que se le ofrecía de rodar en su país natal. Con una coprodución a tres bandas no demasiado holgada, pudo acometer un proyecto que acariciaba desde 1952. Aunque fuera bajo la mirada vigilante -y ya escarmentada- de la censura franquista y partendo de una novela que le parecía de las peores de Galdós, pero que le iba a permitir plasmar en la pantalla algunas de sus fantasías, más queridas, sin recurrir a simbologías crípticas. Situada en su filmografía entre La Vía Láctea (1968) y El discreto encanto de la burguesía (1972), Tristana es una especie de respiro, más naturalista en apariencia y más enraizado en la cultura española, dentro de la última etapa creativa del autor.

Ciertamente, la superficie argumental de la pelícual es más tersa que la de la mayoría de sus obras, y a ratos se aproxima a las del periodo mexicano, por su costumbrismo y su forma de narrar unos hechos sencillos. Los pocos elementos "irreales" -la aparición de la cabeza de don Lope en forma de badajo de campana, por ejemplo- quedan integrados en la narración como una pesadilla de la protagonista, aunque merecería la pena detenerse en los procedimientos empleados por Buñuel para darles entrada en el relato. Y siempre quedará la duda de si la estructura conferida al conjunto por ese final en el que, tras la muerte del didalgo, se revisan a la inversa diversos pasajes de la historia, hasta llegar a un momento del comienzo que se nos había escamoteado, no estará sugiriendo que todo ha sido producto de la  imaginación de alguno de los personajes. Pero, como varias de sus mejores creaciones en México -en especial Susana (1950) o Él (1952), por no hablar de la también galdosiana Nazarín (1958)-, Tristana esconde un discurso que va mucho más allá de esa peripecia. Así, el nervio de las historia es la doble deriva de don Lope y Tristana, el primero abocado a una decadencia que le espanta y la segunda enfrentada a una enfermedad que transforma su personalidad, pero la película habla de otras cosas más hondas. La crítica de los supuestos "valores" del clásico caballero español -en materia de honor o lealtad y también en sus hipócritas relaciones con el dinero, el trabajo, la religión o el matrimonio- va acompañada por una serie de apuntes típicamente buñuelianos que desbordan la simple denuncia.

Ante todo, el tratamiento de la sexualidad, en su vertiente más fetichista. La amputación de una pierna a una joven que consintió "pecar" con quien debía desempeñar para ella el papel de padre es suficientemente explícita. Pero el juego con las piernas -reales u ortopédica-, los pies y los zapatos es constante en las película y merecería un (psico)análisis detallado, que ha sido ensayado por varios autores. Bastará citar, como muestras más llamativas, la respuesta de Tristana a Saturna cuando esta quiere saber qué dirá a don Lope si pregunta por las viejas pantuflas que la protagonista ha tirado con asco a la basura ("Que se compre otras o que vaya descalzo"). Porque antes, cuando él la llevó de paseo para insinuarle sus turbias intenciones y ella se inclinó como en éxtasis sobre la escultura yacente del cardenal Tavera, el hidalgo quiso saber en qué pensaba y Tristana contestó: "En comprarte unas pantuflas nuevas". Y antes aún cuando el grito de la joven tras la pesadilla había dado a don Lope la oportunidad de penetrar en su dormitorio, Buñuel situó la cámara en el eje del pasillo para captar la precipitación con que acudía a su lado, calzándose la babucha y comentando que chillaba como si hubiera visto al diablo, en clara alusión a uno de los primeros diálogos del film, donde don Lope piropeó a una modistilla por la calle, esta le llamó viejo y él replicó: "No tanto, no tanto que esté muerto el diablo...".

Igualmente merece comentario el cuidado puesto en que la posición de la cámara, los movimientos en panorámica y la situación de los personajes en el encuadre adquieran una capacidad significativa extraordinaria: el citado diálogo con la modistilla va seguido, sin cambio de plano, por la aparición de una señora con un niño, a quienes don Lope saluda ceremoniosamente, poniendo de manifiesto su hipocresía en cuestiones de moral; poco después, el caballero entra en su casa y reprende a Tristana por limpiar afanosamente, de rodillas, el líquido blanco que ella misma ha derramado, en un "acto fallido" genuinamente freudiano, pero en el mismo plano, mediante un giro a la izquierda, deja ver con cuánta complacencia admite que se arrodille ante él para ponerle las zapatillas; y en la escena de la comida, en la que le da instruciones sobre la forma de comportarse, la posición de Saturna -junto a su señor, en medio, de espaldas o bien al lado de Tristana- refleja con claridad la actitud de la sirvienta frente a las dos personas a las que debe una lealtad que a la postre resultará contradictoria.

En cuanto a las modificaciones practicadas sobre el texto de Galdós, aparte del traslado de la acción de Madrid a Toledo y el desplazamiento temporal hacia la segunda década del siglo XX, la más importante es sin duda la que afecta a la evolución de Tristana a partir de la pérdida de la pierna. Lejos de la resignación escrita en la novela, la película opta por una rebelión amarga pero decidida, dibujando un personaje de mujer insólito para la época. Una mujer que toma la iniciativa y precipita la muerte de su verdugo con dos gestos cargados de significación: don Lope la había corrompido con bellos discursos en los que no creía, y ella lo remata haciéndole creer que ha hablado con el médico, cuando en realidad solo ha fingido hacerlo; y si el anciano había expresado su conformismo final comentando lo bien que se estaba en casa frente al frío del exterior, Tristana abrirá la ventana para que acabe de helarse. Recibida con interés por una crítica expectante ante el regreso de Buñuel a España, y que en parte se sintió decepcionada por su aparente "naturalidad", la película tardaría algún tiempo en ser reconocida como merece. De ella escribió el ensayista mexicano Fernando Cesarman que, "como en otras películas de Buñuel, el problema de la estructura social y el carácter del español darán el ambiente, el tinte y los matices de la tragedia, pero la problemática profunda que plantea es universal".

  Junto a Nazarín, las películas de Buñuel más cercanas a esta podrían ser Viridiana (1960), Diario de una camarera (1963) y Belle de Jour (1966). El guión de Tristana fue publicado en España por Aymá, Barcelona, 1976. Véase también José Francisco Aranda, Luis Buñuel. Biografía crítica, Barcelona, Lumen, 1975; Luis Buñuel, Mi último suspiro, Barcelona, Plaza y Janés, 1982; y Fernando Cesarman, El ojo de Buñuel. Psicoanálisis desde una butaca, Barcelona, Anagrama, 1976.

viernes, 16 de agosto de 2013

CINE MUDO - Un perro andaluz


TÍTULO ORIGINAL: Un chien andalou
AÑO: 1929
DURACIÓN: 17 minutos
PAÍS: Francia
DIRECTOR: Luis Buñuel
GUIÓN: Luis Buñuel, Salvador Dalí
PRODUCCIÓN: Luis Buñuel
FOTOGRAFÍA: Albert Duverger (blanco y negro)
MÚSICA: Wagner y tango argentino,
en la versión sonorizada de 1960
INTÉRPRETES: Simone Mareuil (la mujer),
Pierre Batcheff (el hombre),
Luis Buñuel (el hombre de la navaja)
GÉNERO: drama // surrealismo /
cine experimental / cine mudo /
película de culto / mediometraje

Para el surrealismo, el cine es un vehículo ideal de poesía y de subversión. Buñuel es la demostración sorprendente de ello desde su primer film.



ARGUMENTO

Había una vez... un hombre que, en una habitación, seccionó con una navaja el ojo de su compañera. Ocho años después: en otra habitación, un joven, excitado por el espectáculo de la calle, desea a una mujer; pero arrastra tras él demasiados vestigios del pasado... Hacia las tres de la mañana, llaman a la puerta: el joven es puesto en penitencia por su doble. Seis años después: había un escolar con sus libros. Pero los libros pueden matar. Él dispara contra el intruso, que muere en un jardín. El deseo resurge... insatisfecha, la dama parte a reunirse con otro amante, que la espera en una playa. En la primavera, serán devorados por los insectos.



COMENTARIO: la lógica acorralada

La lectura de este resumen muy aproximativo (que no obstante respeta los puntos de referencia temporales previstos en el guión) demuestra que Luis Buñuel y su coguionista, el pintor Salvador Dalí, no han buscado ninguna coherencia, haciendo bascular la lógica a placer y dejándose llevar por sus fantasmas. "Totalmente inhabitual, provocador, sin encontrar su lugar en ningún sistema de producción", como lo reconoció lealmente Buñuel, este film, como todos los exégetas han señalado, es el equivalente cinematográfico de la escritura automática del surrealismo, del cual los autores eran miembros activos. Significó un gran éxito motivado por la curiosidad. A la luz del por entonces reciente psicoanálisis, resultaba divertido descifrar la película. Pero el título mismo es enigmático: en este film no hay ninguna referencia a Andalucía, y el perro es invisible ("sin embargo, tened cuidado, ¡muerde!", dirá Jean Vigo).

Abundan los gags visuales y las bromas privadas: el tintineo de un timbre es reemplazado por el brazo de un barman agitando una coctelera, las "hormigas en la mano" señalan que el héroe se siente agitado por un deseo irreprimible, etc. La famosa escena del aparejo barroco con su carga de asnos podridos y los hermanos maristas podría sugerir el peso de la educación burguesa, que obstaculiza la liberación de los instintos. En cuanto al ojo cortado del comienzo, más allá de su evidente simbolismo sexual, da por sobreentendido que en adelante debemos ver el cine con otra mirada, renunciando a todo conformismo.

Buñuel tendrá la oportunidad de hilar más fino en La edad de oro (1930). Por el momento, se contenta con arremeter contra "la turba imbécil (que) ha encontrado bello o poético aquello que, en el fondo, no es más que un desesperado llamado a la muerte".

domingo, 21 de julio de 2013

DIRECTORES: Luis Buñuel

Los ojos abiertos, los ojos cerrados
Zaragoza 1900 - México 1983

Nació con el siglo que le acompañará a lo largo de sus mayores aventuras intelectuales y políticas, como son el surrealismo y el comunismo, ambas indisociables en su espíritu. Recibió una educación estricta con los jesuitas y quedará marcado por "ese horror por el sexo propio de la religión católica", a pesar de que "el sentimiento de pecar puede resultar delicioso".
 
En Madrid cursó estudios de ciencias naturales (descubrimiento clave de El origen de las especies de Charles Darwin) y, en la Residencia de Estudiantes, trabó amistad con Federico García Lorca y Salvador Dalí, mientras que en el cine-club se apasiona por las comedias cómicas americanas. Bajo la influencia de sus amigos, se entrega a la literatura y se pone a escribir. Fue en París, a partir de 1925, donde empezó a dedicarse al cine y debutó como ayudante. Buñuel lee a Sade, a Nietzsche y, sobre todo, a Freud, un punto en común con Fritz Lang, cineasta que resultó decisivo en su vida, ya que fue al ver Las tres luces (Hitchcock dirá lo mismo) cuando a Buñuel le entraron ganas de dedicarse al cine.

Su vida experimenta un giro con el cortometraje Un perro andaluz (1929), realizado gracias al dinero de su madre y plebiscitado por el grupo surrealista, al que se une. A partir de La edad de oro (1930), prohibida por la censura, perdemos de vista a Buñuel durante largos años, aunque durante este tiempo no renuncia al cine. Los olvidados (1950), filmado en México, en donde Buñuel reside desde 1946, es denigrado pero gracias al premio a la dirección recibido en Cannes en 1951, la película logra relanzar la carrera, seriamente amenazada, del realizador.

A lo largo de toda su vida, Buñuel ha necesitado amigos y cómplices. Ya se trate de productores como Gustavo Alatriste, en México, o de Serge Silberman, en Francia, o de inspiradores de ideas, como Salvador Dalí, o de guionistas como Luis Alcoriza y Julio Alejandro (México, España) y Jean-Claude Carrière (Francia). Desde que conozca a Fernando Rey con Viridiana (1961) convertirá a este actor en su doble. A través de él se verá envejecer y, sobre todo, con sentido del humor, aburguesarse. En cuanto a Catherine Deneuve (Bella de día, 1967; Tristana, 1970), se convertirá en la segunda heroína rubia hitchcockiana de las películas de Buñuel, tras Silvia Pinal (Viridiana; El ángel exterminador, 1970).
Buñuel, camaleón bromista, ha realizado películas francesas en Francia, españolas en España y mexicanas en México siendo siempre él mismo. Este apátrida tiene como única patria a la religión católica, con la que mantiene una relación de amor-odio ("La Iglesia católica ha tenido el mérito de crear una arquitectura, una liturgia, una música que me conmueven"), por su hipocresía con respecto a la sexualidad y los abusos de poder que llevó a cabo durante la Inquisición, pues Buñuel ha detestado siempre a los fanáticos, a los que detentan la verdad. En sus películas le ha gustado pervertir el ritual religioso convirtiéndolo en ceremonia erótica (el famoso principio de Él, 1953; con el lavamiento de los pies de los apóstoles, Ensayo de un crimen, 1955). Para Buñuel, comer es una necesidad vital que garantiza la supervivencia (Las Hurdes 1932; Los olvidados) y también una ceremonia religiosa (la versión grotesca de la última cena en Viridiana) o burguesa (El discreto encanto de la burguesía, 1972). El mejor cine de Buñuel se sitúa en la intersección del mundo de la necesidad, regido por la comida y el sexo, y el teatro de la existencia, cuya puesta en escena está regulada por la religión y las convenciones burguesas.

Respecto a sus películas, Buñuel distinguía aquellas que había dirigido con los ojos cerrados de las que había concebido con los ojos abiertos. En la primera categoría se inscriben El perro andaluz y La edad de oro, construidas según la lógica del sueño o del sueño en vigilia (asociaciones libres, como en la escritura automática de los surrealistas). A la segunda, pertenecen Las Hurdes, documental en el que mira de frente a la miseria. A partir del momento en que sus películas, desde Los olvidados, son realizadas con los ojos abiertos (la delincuencia en las chabolas) y cerrados (los sueños de los personajes), alcanzan su verdadera dimensión, la del retrato del hombre con la realidad visible de su existencia y su parte oculta (el mundo imaginario, el inconsciente), pero igualmente esencial.

A Buñuel le encanta mostrar el desfase entre lo que un personaje dice y lo que hace, entre lo que desea (su ideal, su deseo, su voluntad) y lo que realiza. Un hombre desea a una mujer sin conseguir sus fines (Ese oscuro objeto de deseo, 1977), unos burgueses quieren reunirse para comer sin conseguirlo (El discreto encanto de la burguesía), otros quieren salir de una habitación pero su voluntad se ve coartada. Entre el deseo y su realización, el camino es complicado. La realidad consiste para Buñuel en el teatro de una voluntad contrariada, alternativamente cómica o trágica por su violencia y su crueldad. A través de sus películas, le gusta mostrar hasta que punto la civilización, las buenas costumbres, se convierten en un frágil barniz en cuanto la promiscuidad es forzosa (El ángel exterminador), reduciendo a los burgueses a la condición de bárbaros, a un estado animal (piénsese también Robinson Crusoe y la vuelta forzada al estado salvaje). El hombre, según Buñuel, es tan contradictorio que se acerca al animal (la comida para su supervivencia y la sexualidad para la continuidad de la especie) y se aleja de él al mismo tiempo, ya que es un ser de deseo y, sobre todo, un animal del porqué, a quien le gusta cuestionar el origen de las cosas. Un animal racional, a menudo ilógico. El hombre pulsión asemeja el cine de Buñuel al de Stroheim, su maestro, mientras que el hombre en búsqueda del objeto de su deseo (la mujer) lo acerca al Hitchcock de Vértigo.

Buñuel siente afecto por el sacerdote de su película Nazarín (1958) porque se trata de un idealista que, pese a las dificultades, intenta vivir según los preceptos del Evangelio: "Admiro al hombre que permanece fiel a su consciencia, en el fondo, siempre he elegido al hombre contra los hombres". Una paradoja sorprendente para un comunista de corazón, con un "pesimismo lúcido", según sus propias palabras, que su obra ha intentado elucidar, no mediante la apología del individuo sino desvelando la amarga lección de la humanidad del hombre. Desde que Buñuel cerró definitivamente los ojos, en 1983, su cine, tan increíblemente abierto a todo lo que el hombre es capaz de hacer, incluido lo peor, nos sigue haciendo muchísima falta.

FILMOGRAFÍA
1929 - Un perro andaluz (C)
1930 - La edad de oro (L'âge d'or)
1932 - Las Hurdes (Tierra sin pan)
1946 - Gran Casino
1949 - El gran calavera
1950 - Los olvidados
1950 - Susana demonio y carne
1951 - La hija del engaño / Don Quijote el amargao
1951 - Cuando los hijos nos juzgan / Una mujer sin amor
1951 - Subida al cielo
1952 - El bruto
1953 - Él
1953 - Abismos de pasión / Cumbres borrascosas
1953 - La ilusión viaja en tranvía
1954 - Robinson Crusoe (Aventuras de Robinson Crusoe)
1954 - El río y la muerte
1955 - Ensayo de un crimen (O la vida criminal de Archibaldo de la Cruz)
1956 - Así es la aurora
1956 - La muerte en el jardín
1958 - Nazarín
1960 - Los ambiciosos
1960 - La joven
1961 - Viridiana
1962 - El ángel exterminador
1964 - Diario de una camarera (Le journal d'une femme de chambre)
1965 - Simón del desierto
1967 - Bella de día (Belle de jour)
1969 - La Via Láctea
1970 - Tristana
1972 - El discreto encanto de la burguesía (Le charme discret de la bourgeoisie)
1974 - El fantasma de la libertad
1977 - Ese oscuro objeto de deseo
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