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lunes, 23 de marzo de 2015

PERSONAJES: Tony Manero

En vísperas de la globalización, hubo algo, mejor dicho, alguien, que unió a los hombres de finales de la década setentera: Tony Manero. Su manera de vestir, bailar, hablar y salir de la rutina gris de los barrios bajos para brillar cual monarca discotequero sobre una pista de luminosas cuadrículas hicieron época. En su origen, incluso desde el punto de vista que el director John Badham imprimió a la estructura dramática del film Fiebre del sábado noche (1977), Tony Manero es puro documental. No hay que olvidar que nace de un reportaje periodístico de Nick Cohn. El artículo seguía a esos seres anónimos de lunes a viernes que el sábado sabadete se transformaban en dioses de las discotecas. Norman Wexler respetó en el guión ese toque neorrealista, algo que John Travolta no paraba de defender: "Si obvias toda la parte musical, las canciones y el baile, tienes un drama realista, generacional, sobre inmigrantes, padres enfrentados a sus hijos...". Tal vez Travolta, elegido casi in extremis para su papel (Ryan O'Neal estuvo a punto de ser un Manero talludito), piense que sus escenas familiares eran su particular Rebelde sin causa (Nicholas Ray, 1955), a pesar de que lo único que se preparó fue el tema coreográfico, haciendo un exhaustivo trabajo de campo por discotecas. La apuesta de Badham por actores poco conocidos (Travolta venía de estar en una burbuja de plástico telefílmica con Randal Kleiser) dotó de un aire de verosimilitud al film. Badham fue quien convenció a Travolta de llevar el traje blanco diciéndole: "Solo te mirarán a ti, no a la chica".


SECUELA "TRASH"
La obsesión por la masculinidad de un amanerado Tony Manero tuvo efectos contrarios en una secuela delirante dirigida (y coescrita) por un hiperanabolizado Sylvester Stallone. En Staying Alive (1983), Manero triunfa, con aspecto de "Gay Lord of the Dance", bailando en Broadway.

PERSONAJES: Vito Corleone

"América hizo de mí lo que soy", afirma en El padrino (1972) desde la penumbra una plácida, aunque terrible, figura paternal con voz susurrante. Vito Corleone, El Padrino que alcanzó la inmortalidad cinematográfica desde las páginas de Mario Puzo, comprendió en su Sicilia natal, esa Corleone que será su apellido gracias a un funcionario de aduanas de Ellis Island, que la supervivencia, el honor y el crimen eran lo que haría prosperar a su familia. Menos comprensivos fueron en la Paramount, donde (especialmente Frank Yablans, su jefazo) vetaron desde el principio la idea de Francis Ford Coppola de darle el papel de patriarca del clan mafioso a Marlon Brando. No corrían tiempos propicios para Brando, que cargaba a sus espaldas con unos cuantos fracasos comerciales y se había granjeado fama de huraño y problemático. El estudio apostaba por actores como Rod Steiger, Alec Guinness o Laurence Olivier (lo del eco shakesperiano del texto sí que lo intuían). Coppola insistió. "Vale. Si lo hace gratis, hace una prueba de cámara y da una fianza garantizando que no habrá retrasos, me pensaré lo de Brando", dijo Yablans. El intérprete fue convocado a una prueba de maquillaje, se puso betún en el pelo, se metió en los carrillos clínex y el queso que Coppola le habia dejado como tapita y... nació ese Corleone parecido a un bulldog astuto, tranquilo en apariencia. No solo se hizo con el papel sino que ganó un Oscar al mejor actor (que recogío una falsa india-protestona en su lugar: genio y figura antes de la sepultura) y recibió los parabienes de la crítica.



LA OTRA CARA DEL GÁNSTER
En 1990, Marlon Brando en persona, con sobrepeso y gula monetaria, se prestó a hacer autoparodia del personaje de Vito Corleone. El resultado (no del todo afortunado: la comedia siempre fue el punto flaco del actor) puede verse en el film de Andrew Bergman El novato. Hasta una iguana lo habría hecho mejor.

PERSONAJES: Will Kane

Cuando protagonizó Solo ante el peligro (Fred Zinnemann, 1952), Gary Cooper tenía 51 años de edad. Había debutado como actor en 1925 y su popularidad le llegó al interpretar al protagonista de The Virginian (Victor Fleming, 1929), que a su vez consolidó su porte de vaquero, refrendado luego en un puñado de títulos imperecederos. Su papel de sheriff Will Kane en Solo ante el peligro, al que Cooper accedió al haberse descartado a otros candidatos, de Gregory Peck a Marlon Brando, le alcanzó, pues, en el punto exacto de su madurez. Cooper evidenciaba un rostro agrietado, una expresión de héroe cansado, y su legendaria silueta larguirucha cobraba un aire desgarbado, como si sus espaldas no pudieran ya cargar con el peso del pasado. Mantenía, no obstante, su proverbial aspecto de hombre íntegro y noble, de alma limpia, que él transmitía con una naturalidad pasmosa, sin forzar otro registro interpretativo que el hieratismo. Estas virtudes propias de la veteranía, que Cooper explotaría a conciencia en sus postreras películas del Oeste, especialmente en las notables Veracruz (Robert Aldrich, 1954), El hombre del Oeste (Anthony Mann) y El árbol del ahorcado (Delmer Daves, 1958), encajaban como un guante en el perfil de Will Kane, un hombre de la ley en una encrucijada vital.



Sheriff de la plácida localidad de Hadleyville, Kane se casa a las 10:30 horas de la mañana de un domingo y se dispone a dejar su cargo para emprender con su mujer (Grace Kelly) una nueva vida lejos de aquel villorrio. Pero a esa misma hora, tres pistoleros irrumpen de improviso en la localidad y se dirigen a la estación del tren, donde a las doce en punto del mediodía llega, con sed de venganza, el forajido que Kane había mandado a la cárcel. El dilema: huir con su flamante esposa o permanecer en Hadleyville y enfrentarse con los malhechores, cosa que Kane, tras una primera duda, acabará haciendo. Y solo, como anuncia el título en castellano, pues todos los habitantes de Hadleyville a los que pide ayuda le dan la espalda. La película se erige entonces en un ejercicio de tenso suspense, subrayado por el tiempo real de la acción, los frecuentes insertos de planos de relojes y los continuos andares de Kane, con camisa blanca y chaleco negro, por las calles del pueblo, a las que, concluida su hazaña, tirará con un gesto de desprecio su placa de sheriff.

Producida por Stanley Kramer, Solo ante el peligro fue escrita por Carl Foreman, quien poco después comparecería ante el Comité de Actividades Antiamericanas, hecho que espoleó lecturas en clave política (una alegoría de la "caza de brujas"), y contó con una canción, compuesta por Dimitri Tiomkin con letra de Ned Washington, "Do not forsake me, o my darling", que hoy ya es un clásicode las bandas sonoras. Pero si Solo ante el peligro ha pasado a la posteridad como uno de los western más célebres de todos los tiempos es básicamente por la composición de Cooper, la autoridad con que defiende su complejo personaje de Kane, que aúna fortaleza y angustia y relativiza psicológicamente algunos de los valores canónicos del género, lo que disgustó profundamente a John Wayne y Howard Hawks, que respondieron a la película de Zinnemann rodando Río Bravo (1959), donde el sheriff protagonista, metido en un fregado similar al de Kane, no se pasa media película llamando a las puertas de los vecinos en busca de auxilio.

EL SEGUNDO OSCAR
Gary Cooper había ganado su primer Oscar como mejor actor por El sargento York (Howard Hawks, 1941), y ganó el segundo por Solo ante el peligro. Sin duda alguna, Alvin York y Will Kane son los personajes más populares en la carrera del actor, a quien todavía se le concedería un tercer Oscar, este honorífico, en febrero de 1961, que recogería James Stewart. Murió tres meses después.

domingo, 27 de julio de 2014

PERSONAJES: Raimunda

Pedro Almodóvar ofrece en Volver (2006), multipremiada tragicomedia femenina, uno de los personajes más poderosos de nuestro cine. Por varias razones. Madre joven y trabajadora, Raimunda no solo ha hecho historia por convertir a Penélope Cruz -que encontró todos los ángulos de un personaje escrito para ella- en la primera actriz española nominada al Oscar. Esa luchadora de extrarradio, herida por un secreto sin cómplice y tan intensa como frágil, también se instala en nuestra memoria colectiva por otros motivos. El primero, su compleja (que no complicada) naturaleza, llena de matices y alzada a partir de las emociones más intensas. El segundo, su condición de síntesis de todas las mujeres y, por extensión, de las obsesiones (en positivo) de uno de los directores clave del cine español. Dice Pedro Almodóvar que Raimunda "pertenece a la misma estirpe  que el personaje de Carmen Maura en ¡Qué he hecho yo para merecer esto? (1984), una fuerza de la naturaleza que no se arredra ante nada". Cierto. Encarnada con entrega por Cruz, a quien el autor ya dirigió en Carne trémula (1997) y en la oscarizada Todo sobre mi madre (1999), la protagonista de Volver remite a aquella ama de casa en constante lucha contra los elementos. Pero no solo a ella. Es la suma perfecta de las grandes damas que pueblan la obra del director de Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980): tan manchega como su autor, Raimunda es rotunda y vulnerable, víctima e imbatible, madre, hija, hermana y objeto de deseo.


Dice Penélope Cruz que decidió ser actriz a los trece años, al salir, profundamente emocionada, de una proyección de Átame (1991). Y decidió ser actriz para trabajar con Pedro Almodóvar. Estaban predestinados. "Cuando ruedo con Pedro -confiesa Cruz- me siento protegida. Exige mucho pero también da mucho a cambio. No deja nada al azar y al mismo tiempo explota tu lado más espontáneo". Ambos se dieron un atracón de cine italiano de los cincuenta. "Las heroíanas del cine español siempre han sido reducidas a la caricatura -explicaba el realizador-. En Italia los personajes femeninos están anclados a la realidad y son muy bellos". De ahí que, para crear a Raimunda, tomara como modelo a actrices que encarnaran esa actitud fuerte y terrenal. El homenaje se hace explícito con la cita a Bellísima (Luchino Visconti, 1951), donde Anna Magnani se erige como máxima expresión de la maternidad.

En Volver, Pedro Almodóvar practica lo que él denomina "naturalismo surreal". La sensualidad cotidiana y visceral de Raimunda se ve obligada a convivir con los muertos, a hablar con su fantasmal madre, Irene (Carmen Maura), y así enfrentarse a los secretos que han oscurecido en su vida. Penélope Cruz siempre se siente más cómoda entre la voluptuosidad de la carne y el hueso, de todo aquello que puede tocarse y expresarse: desde Jamón, jamón (Bigas Lunas, 1992) hasta No te muevas (Sergio Castillito, 2004), pasando por La niña de tus ojos (Fernando Trueba, 1998), ella es la Madre Tierra. Por eso, cuando aparece en pantalla para cantar el tango de Carlos Gardel, aflamencado por la voz de Estrella Morente, satura de vida la retina del espectador. Poco importa que la Academia de Hollywood se decidiera por Helen Mirren. Da la sensación de que, mientras interpretaba a Raimunda, Penélope Cruz sabía perfectamente que ese era el papel de su vida. Ella es, ahora mismo, la verdadera Reina del cine español.

LA "MAGGIORATA" HISPÁNICA
Almodóvar quería que Raimunda tuviera el look de la Sophia Loren más asilvestrada, a medio pulir. A ella -y a otras italianas exuberantes como Silvana Mangano, Anna Magnani, Claudia Cardinale y Gina Lollobrigida- remiten las rebecas y faldas estrechas que luce Cruz, sus moños despeinados y un culo respingón que no es más que una prótesis.

viernes, 31 de enero de 2014

PERSONAJES: Pina

Hay actores que trascienden las fronteras de sus personajes y se instalan en el imaginario colectivo dando forma física a un arquetipo. Es el caso de la gran Anna Magnani, cuyo rostro, curtido por el tiempo y la necesidad, brilla como la encarnación misma del ideal de "mamma" italiana: devota, fuerte, valiente, figura y símbolo de la entereza ante la adversidad. Un papel que acabaría de definir en Bellísima (Luchino Visconti, 1951) o Mamma Roma (Pier Paolo Pasolini, 1962), y que ensayaría de forma soberbia en Roma, ciudad abierta (1945), película con la que Roberto Rossellini proclamaría una suerte de manifiesto del neorrealismo italiano, movimiento que sacudiría con aires revolucionarios la historia del cine. Envuelta en una estética casi documental, rodeada de actores no profesionales, y de la mano de su inigualable vendaval expresivo, Magnani construyó, en su papel de la embarazada Pina, un monumento a la resistencia contra la ocupación nazi de su Roma natal.

Filmada pocos meses después del fin de la ocupación alemana, capturando los escenarios reales de una Roma devastada, hilando el argumento con sucesos reales, Rossellini demostró que el cine podía responder a la realidad con urgencia y verismo, e infundió además a las imágenes la pasión y determinación de una mujer tan apegada al pueblo, a la calle y a la tierra que terminó alzándose más allá de lo real y convirtiéndose en un mito del cine: la Magnani.


IDILIO TRUNCADO
Anna Magnani y Roberto Rossellini vivieron un romance que se extendió desde Roma, ciudad abierta hasta el inicio de la célebre relación entre el director e Ingrid Bergman. Por el camino quedó la maravillosa El amor (L'amore, 1948), auténtico homenaje de Rossellini al talento y belleza de Magnani.

lunes, 30 de diciembre de 2013

PERSONAJES: Reina Cristina

Cuando Greta Garbo accedió a convertirse en la reina Cristina de Suecia (otro de los muchos nombres propios que titulan las películas de la Divina), se encontraba en la cumbre de su carrera. En esos momentos, su homosexualidad ya era un secreto a voces en Hollywood. Por lo que Irving Thalberg, mandamás de la Metro, se asustó un poco ante la insistencia de la actriz por interpretar a su compatriota reina, conocida por su rechazo a casarse y su afición a vestir con ropajes masculinos. Pero Hollywood nunca ha sentido ninguna necesidad de ser fiel a la historia, ni falta que hace. El yugo del código Hays todavía no estrangulaba a la meca del cine, por lo que en la película se insinuó la ambivalencia sexual de Cristina a través de un casto pero explícito beso de la Garbo a una de sus damas de compañía, interpretada por Elizabeth Young, y por un carácter de rasgos tradicionalmente masculinos. Pero se derivó la atención amorosa del personaje hacia un embajador español, a quien la reina seduce... ataviada con ropa de hombre.

Una de las claves que convierte a la reina Cristina en un personaje por encima de los demás interpretados por la Divina es su director. Junto a Lubitsch, Rouben Mamoulian fue el mejor realizador con quien trabajó la Garbo, acostumbrada a contar con correctos artesanos más dispuestos a ponerse al servicio de la estrella que al de la grandeza del cine. Aunque director y actriz no acabaron de entenderse, Mamoulian diseñó para la Garbo unos encuadres en los que su misteriosa belleza irradiaba con más fuerza que nunca, como en toda la secuencia en que la reina, disfrazada de hombre, conoce y se enamora del embajador español, don Antonio (John Gilbert), con quien comparte una única pero inolvidable noche de pasión. A la mañana siguiente, ella rememora esas horas de amor acariciando todos los objetos de la habitación en una coreografiada y sugerente escena, digna de los mejores momentos del cine silente. O el final, con la Garbo en el barco, cual mascarón de proa, ofreciendo su efigie a un incierto futuro.

La química romántica de La reina Cristina de Suecia (1933) también se impregnó de realidad. Greta Garbo y John Gilbert no solo habían compartido grandes pasiones en títulos como El demonio y la carne (Clarence Brown, 1926) o La mujer ligera (Clarence Brown, 1928), también habían sido amantes. Al estudio, su relación le iba de perlas: era la mejor publicidad para los filmes que interpretaban juntos. Gilbert estaba perdidamente enamorado, y le pidió la mano a Greta. Ella lo dejó plantado casi al pie del altar. Con la llegada del sonoro, la rutilante estrella del cine mudo que había sido Gilbert se eclipsó, mientras que su ex novia a la fuga emprendía una carrera meteórica hacia el estrellato. Durante la preparación de La reina Cristina de Suecia, el primer actor contratado para el papel del embajador español fue un Laurence Olivier en sus primeros pinitos en Hollywood. Pero la química con la sueca no funcionó. Entonces la Garbo reclamó a su antiguo amante. La MGM no tenía claro recuperar a un actor a quien había condenado al ostracismo. Garbo insistió. No solo era un favor para Gilbert, también permitiría recuperar una llama que había ardido fuera y dentro de la pantalla. John Gilbert resultó también el mejor amante de la Garbo en el sonoro, pero no le sirvió de mucho. Solo rodó otra película más antes de fallecer prematuramente en 1936.


LAS OTRAS REINAS
Para el recuerdo cinéfilo, la reina Cristina de Suecia siempre será Greta Garbo. Pero otras actrices han encarnado a este personaje histórico. Entre ellas, Liv Ullmann en Abdicación (Anthony Harvey, 1974) y Leonor Silveira en Palabra y utopía (Manoel de Oliveira, 2000).

domingo, 22 de diciembre de 2013

PERSONAJES: George Bailey

El tándem formado por Frank Capra y James Stewart fue el que mejor supo definir la figura del hombre corriente norteamericano. Trabajaron juntos en Vive como quieras (You Can't Take It with You, 1938) y Caballero sin espada (Mr. Smith Goes to Washington, 1939), y Qué bello es vivir (It's a Wonderful Life, 1946) significó su primera colaboración tras la Segunda Guerra Mundial, durante la que Capra realizó filmes de propaganda y Stewart sirvió en la fuerza aérea. De hecho, Stewart pensaba que era demasiado pronto para volver a actuar, pero Lionel Barrymore, que interpreta al avaro Potter en la película, lo convenció para que participase en ella. Así, Stewart terminó metido en la piel de George Bailey (Cary Grant fue descartado para el papel), el devoto y sacrificado padre de familia que renuncia a sus sueños de grandeza y opta por devenir un filántropo al servicio de la comunidad. 

Trabajador, bondadoso, cristiano, buen amigo y esposo, Bailey (Stewart) sufre una terrible crisis existencial al asomarse al abismo de la bancarrota económica, momento en el que los valores qeu propugnaba el cine de Capra -la religión (representada por el ángel Clarence), la familia y el bien común- lo salvan del pozo al que lo habían empujado el materialismo. Basada en un cuento de Philip Van Doren Stern, The Greatest Gift, Qué bello es vivir era el trabajo preferido tanto de Capra como de Stewart, que recibió una nominación al Oscar por su magistral interpretación.


BESO APASIONADO
Stewart estaba nervioso por la escena del beso durante la conversación telefónica, ya que era el primero que daba en pantalla tras la guerra. La escena se filmó en una sola toma bajo la atenta supervisión de Capra, y salió tan bien que parte del abrazo se cortó por ser demasiado apasionado para pasar la censura.

lunes, 25 de noviembre de 2013

PERSONAJES: Mad Max

La afición a la bebida que tantos problemas le ha ocasionado a Mel Gibson fue lo que le abriría las puertas de la fama internacional. Norteamericano afincado en Australia, Gibson había hecho sus pinitos en algunas películas de bajo presupuesto, pero prefería una buena juerga a tomarse en serio lo de ser actor. Un día, resacoso como nunca y con la cara llena de magulladuras por una pelea, acompañó a un amigo a un casting. Era el de una cinta de serie B con mucha violencia, venganzas, coches y punkis malos. Los encargados de las pruebas de reparto fliparon con la jeta de Mel y propusieron interpretar un papelín de villano malencarado. Aún en una nube etílica, aceptó. Al volver dos días más tarde para ponerse una cresta y unas cadenas en la cazadora, ya tenía el rostro impoluto, pero su mirada era peligrosa: la de un loco. David Eggby, director de fotografía, fue corriendo a buscar a George Miller y le soltó: "No busques más. Ahí te espera tu Max Rockatansky". El resto es historia y dos secuelas más: Mad Max 2, el guerrero de la carretera (1981) y Mad Max, más allá de la cúpula del trueno (1985). Gibson supo entender que su personaje hablaba poco, expresándose con gestos. Y acertó con esa locura que destila Max, policía de carretera a la búsqueda de los asesinos de su mujer e hijo. "Ha convivido toda su vida con la violencia y la demencia -dijo-. Cruzar al otro lado era un paso lógico en su evolución".


¿NO NECESITAMOS OTRO HÉROE?
El de Mad Max es un viaje sin retorno: fue bárbaro en un mundo post-apocalíptico de dibujos animados de Coyote y Correcaminos en la secuela de 1981, y una leyenda superada por la neocivilización en la que acabará siendo mesías de un grupo de niños tanto o más salvajes que él en su capítulo final.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

PERSONAJES: Frank Bullitt

Steve McQueen falleció hace más de un cuarto de siglo, pero dejó estela como pocos. Hoy su imagen es emblema de lo cool y de ella usan y abusan los publicistas, en foto fija para anunciar relojes o digitalizando imágenes suyas para vendernos la moto, el coche, lo que sea. Incluso una película potencialmente infantil como Cars (John Lasseter, 2006) pone el apellido de McQueen a su héroe de cuatro ruedas veloces. Fue un mito relativamente efímero en vida (su época de esplendor transcurrió entre mediados de los sesenta y mediados de los setenta) pero de larga proyección post mórtem. Sus primeros pasos en el cine llevaban adherido el marbete de "joven rebelde" en la onda de James Dean: ahí está, irrefutable, su personaje secundario, con pinta de pandillero camorrista, en Marcado por el odio (Somebody Up There Likes Me, Robert Wise, 1956), película protagonizada por Paul Newman, con quien compartiría, dos décadas más tarde, cabecera de reparto multiestelar en El coloso en llamas (The Towering Inferno, John Guillermin, 1974); y con él volvería a colaborar, desde la ultratumba, en Cars: Newman es la voz original de Doc Hudson, un conmovedor cruce entre el juez Roy Bean y el pasado de moda Eddie Felson de El color del dinero(Martin Scorsese, 1986).

Pero volvamos a McQueen. Entre 1958 y 1960 fue el protagonista de Wanted: Dead or Alive, una serie de televisión del Oeste que le reportó notoriedad y, sin duda, fue decisiva para su elección en Los siete magníficos (1960), de John Sturges, cineasta que le daría su primer papel protagonista relevante en La gran evasión (1963). De ahí al cielo: El rey del juego (The Cincinnati Kid, Norman Jewison, 1965), Nevada Smith (Henry Hathaway, 1966), El Yang-Tse en llamas (The Sand Pebbles, Robert Wise, 1966) y, de nuevo bajo las órdenes de Jewison, El caso de Thomas Crown (1968), película de alto riesgo para el actor: acostumbrado a vestir vaqueros y aparecer con el torso desnudo, tenía que interpretar al multimillonario más elegante del planeta; salió del envite sin un solo arañazo. 

Y luego vino Bullitt (Peter Yates, 1968), una de sus creaciones más logradas. En este thriller realista inspirado en una novela de Robert L. Pike, un McQueen en perfecto estado físico dio vida al teniente de la policía Frank Bullitt, un tipo duro pero no chulesco (nada de Frank el Sucio), capaz de armonizar la compra diaria en el supermercado con las persecuciones en coche más frenéticas. De hecho, Bullitt ha pasado a los anales por una larga, vibrante, tensa persecución por las empinadas calles de San Francisco y luego por una autopista. McQueen, amante de los bólidos y la velocidad, quiso protagonizar personalmente todas las escenas de acción, pero la compañía de seguros solo le permitió hacerlo en un par o tres de tomas. El montador Frank P. Keller ganó el Oscar por la espectacularidad de esas escenas, luego copiadas hasta la saciedad en docenas de filmes policíacos; sólo Contra el imperio de la droga (The French Connection, William Friedkin, 1971) lograría estar a su altura en otra memorable secuencia de persecución rodada en Nueva York. Hoy, la magia digital hace prodigios sobre el asfalto, pero el verismo de Bullitt es puramente físico, sin truco, como el de La huida (Sam Peckinpah, 1972), otro de los clásicos de genuflexión de McQueen trufado de trepidantes momentos sobre ruedas.


VAUGHN, EL OTRO MAGNÍFICO
Robert Vaughn, el corrupto senador de Bullitt, había coincidido con McQueen en Los siete magníficos, en un papel que retomaría en clave paródica en Los siete magníficos del espacio (Battle Beyond the Stars, Jimmy T. Murakami, 1980). Vaughn era entonces un actor popular gracias a su papel de Napoleón Solo en la serie televisiva El agente de C.I.P.O.L.

martes, 5 de noviembre de 2013

PERSONAJES: Don Lockwood

Tras el éxito cosechado en Un día en Nueva York (On the Town, 1949), el dúo de directores Gene Kelly y Stanley Donen, bailarín alado y niño prodigio de la Metro-Goldwyn-Mayer respectivamente, recibieron el encargo de llevar a la pantalla un musical compuesto por viejas canciones escritas por Nacio Herb Brown y Arthur Freed, productor del estudio y artífice del proyecto. Estaban a punto de convertirse en los padres del musical más famoso de la historia del cine: Cantando bajo la lluvia (Singin' in the Rain, 1952). Situada en 1927, durante el célebre y traumático tránsito del cine mudo al sonoro, la película se erige como una sátira del viejo star system y del aura del glamour que rodea al estrellato, y al mismo tiempo, como un bello homenaje al musical de Broadway y a la magia del artificio cinematográfico, un desatado acto de amor a Hollywood. 

Kelly construyó su personaje, Don Lockwood, dotándolo de sus mayores virtudes. Encantador, flemático, atlético y enfundado en su perenne sonrisa, Kelly bordó un papel que al principio le habían ofrecido a Howard Keel. Eso sí, como el perfeccionista enfermizo que era, Kelly llegó a ser temido por sus compañeros de reparto, al que consideraban casi como un tirano. Si el irónico lema de su personaje era "dignidad, dignidad, siempre dignidad", el de Kelly dictaba "trabaja duro, siempre", algo que aplicaba a rajatabla a todo el equipo, incluido él mismo. Tanto es así, que llegó a rodar con fiebre el mítico número del baile bajo la lluvia.


JUVENTUD Y SACRIFICIO
En su primer día de trabajo, Debbie Reynolds, que aún vivía con sus padres, tuvo que rodar durante 14 horas seguidas el número musical Good Morning. Mientras se iba a la enfermería con los pies sangrando, Kelly entraba en el estudio de grabación a doblar el zapateado de ella para que quedara más contundente.

PERSONAJES: Reverendo Harry Powell

"Tenemos una historia que esperamos poder convertir en una modesta película, y me gustaría mucho hablar contigo sobre el papel principal. El personaje es algo distinto, un tipo terrible, diabólico... una basura". Al otro lado del teléfono, un entusiasmado Robert Mitchum se apresuró a responder: "¡Presente!". El autor de la llamada no era otro que Charles Laughton. A sus 57 años, el prestigioso actor británico, que vivía una nueva etapa de reconocimiento profesional como director teatral, se planteaba debutar en la realización adaptando a la pantalla La noche del cazador, una novela del escritor sureño Davis Grubb ambientada en los años de la Gran Depresión y capitalizada por la presencia de un endemoniado reverendo que Mitchum, ansioso por romper con la RKO y dar un giro a su carrera, tuvo mucho gusto en interpretar "para que la gente aprendiera a no hacerle caso a un topo solamente poruqe tiene una Biblia en la mano o porque lleva un alzacuellos". 


En La noche del cazador (The Night of the Hunter, Charles Laughton, 1955), Harry Powell es un psicópata vestido de cura que practica "la religión que el señor Jehová y yo hemos convenido". Asesino sin escrúpulos siempre atraído por el olor del vil metal, combina sus crímenes con sermones sobre la lucha del Bien y el Mal que gusta de escenificar sirviéndose de sus poderosas manos, en las que lleva tatuadas las palabras "love" (amor) y "hate" (odio) con una letra en cada nudillo. Sin embargo, su afán de lucro no viene acompañado de otras debilidades propias de nuestra especie, pues desprecia "los seres perfumados, suaves como encaje, de cabellos delicados": su inseparable navaja se perfila como la única prolongación natural de su cuerpo con la que disfruta penetrando la carne humana. Harry Powell es, en definitiva, un lobo con piel de cordero cuyos puntuales aullidos inhumanos podrían indicar que nos enfrentamos a la viva imagen de la Bestia. 

En líneas muy generales, la cautivadora película de Laughton narra cómo este pérfido y sangriento embaucador se lanza tras dos niños -John (Billy Chapin) y su hermana, la pequeña Pearl (Sally Jane Brucel)- que huyen río abajo con un botín que quiere recuperar. Gracias a la hipnótica fotografía en blanco y negro de Stanley Cortez y a una puesta en escena inspirada en los clásicos silentes de D. W Griffith, las escenas nocturnas adquieren un tono de fábula onírica que contrasta con las diurnas, más orientadas hacia una corrosiva sátira social, en una quimérica mezcla de géneros y geniales soluciones estéticas que conforman una película muy original, por desgracia absolutamente incomprendida en su momento. Por este motivo, Laughton no volvió a dirigir. 

Para muchos, el reverendo Harry Powell es uno de los villanos más memorables de la historia del cine y, sin duda, el mejor papel de los bordados por Mitchum. En ocasiones, él mismo se mostraba de acuerdo asegurando que Laughton era el mejor director que se había cruzado en su camino, pese a que algunos aspecto de La noche del cazador no le entusiasmaran. Como la presencia de Shelley Winters: "Se parece tanto a una mujer demacrada de Virginia como yo mismo. Lo único que hará de forma convincente es flotar degollada en el agua". Cuando estaba ebrio o drogado, y eso ocurría a menudo, algunos miembros del equipo tenían problemas para olvidar que Mitchum no tenía nada que ver con Harry Powell. A menos que ignoraran los momentos en que se divertía orinando sobre el asiento del productor. 

LOS COEN, FANS DECLARADOS
En El hombre que nunca estuvo allí (Joel Coen, 2001), el cadáver que aparece sumergido al volante de su coche es un claro homenaje a La noche del cazador. Pero los Coen también han incluido guiños al film de Charles Laughton en Arizona baby (1987), El gran Lebowski (1998) y Oh Brother! (2000).

lunes, 4 de noviembre de 2013

PERSONAJES: Gollum

Peter Jackson sabía que, entre todos los desafíos que conllevaba adaptar la descomunal obra de J.R.R. Tolkien (en El señor de los anillos, 2001), acertar con la imagen del Gollum era capital. El maquillaje quedó descartado. "No puedes poner a alguien disfrazado y que no parezca eso, un tío disfrazado. Además, el Gollum es alguien que ha visto su humanidad consumida, literalmente, por la avaricia, que ha vivido bajo tierra muchos años y es casi un animal", justificó el director neozelandés. No muy convencido con las primeras animaciones tridimensionales que le mostraron los chicos de WETA F/X, sugirió hacer lo contrario: en vez de crear el Gollum y que un actor lo doblara, ¿por qué no materializar a la criatura a partir de un ser humano? 

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La técnica del "motion-capture" obró el milagro: Andy Serkis se colocó unas mallas azules llenas de sensores que transmitían sus movimientos, gestos y voz a una computadora. En ella, el Gollum diseñado cobraba una nueva vida que sería integrada luego a los planos rodados. Serkis, pues, interpretó realmente a su personaje, que lo tuvo exiliado en Nueva Zelanda durante cuatro años: cada suspiro, mirada, balbuceo y matiz de servilismo, odio o manipulación le pertenecen. Esta nueva metodología interpretativa le permitió interactuar con el resto del reparto en muchas de las escenas comunes, lo que ayudó a dotar de verosimilitud al efecto digital. Tanto, que se luchó mucho para que el bueno de Andy Serkis fuera nominado a los Oscar. No pudo ser.


VISTO Y NO VISTO
Camaleónico y perfeccionista, el británico Andy Serkis no se ha conformado con mostrar su talento a través de creaciones informáticas: en la última entrega de la trilogía tolkieniana, le vemos en la faceta humana-hobbit del Gollum, y en King Kong (Peter Jackson, 2005) fue, además del gorila, un peculiar cocinero.

PERSONAJES: La novia

Con Kill Bill: Volumen 1 (2003) y Kill Bill: Volumen 2 (2004), Quentin Tarantino se libró de los restos de la etiqueta de machista que muchos le habían colgado por Reservoir Dogs (1992) y Pulp Fiction (1994). Si en Jackie Brown (1997) ya había contado la historia de una mujer en pie de guerra, en esta popular fantasía de artes marciales sublimaba lo que él mismo llama "girl power" al convertir a una rubia espigada en la heroína más fuerte e inmisericorde del cine moderno. Los deseos de venganza de la Novia entroncan con los de Jackie (Pam Grier), huelen a "blaxploitation", pero sus maneras son bastante más radicales. Antiguo miembro del Escuadrón de las Víboras Mortales, grupo de criminales a sueldo en el que actuaba como Black Mamba, esta guerrera oxigenada desea acabar con los que se colaron en su boda, le arrebataron lo que más quería y la dejaron en coma durante cuatro años. Como las heroínas trágicas de las películas japonesas de los setenta -entre ellas, una de las preferidas de Tarantino, Lady Snowblood (Toshiya Fujita, 1973)-, la Novia debe su odio al amor. Pero su redención no será bondadosa. 


Después de Pulp Fiction, Quentin Tarantino y Uma Thurman querían repetir. Con su acostumbrado y gesticulante entusiasmo, el cineasta le explicó la génesis del personaje de la Novia, que se fue construyendo a partir de las conversaciones entre director y actriz hasta el punto de que en los créditos aparece "una creación de Q y U", en referencia a su estrecha y productiva colaboración. No es extraño que Tarantino pusiera el grito en el cielo cuando Warren Beatty, que en un principio iba a encarnar a Bill, sugirió cambiar a una Thurman embarazada por Gwyneth Paltrow o Winona Ryder. Tarantino se negó rotundamente y fue Beatty quien fue sustituido por David Carradine. Thurman, que se sometió a tres meses de duro entrenamiento (artes marciales, manejo de la catana) tras un periodo de posoperatorio después del parto de su segundo hijo, asesina a 88 "yakuzas" en los veintidós minutos que dura el último episodio del Volumen 1, titulado poéticamente El duelo en la Casa de las Hojas Azules. Vestida con un chándal amarillo a lo Bruce Lee, idéntico al que llevaba en Jugando con la muerte (Game of Death, Robert Clouse, 1978), la Novia -de nombre real Beatrix Kiddo- se convertía en esa secuencia en todo un icono pop. Con el duelo a muerte que mantenía con O-Ren Ishii (Lucy Liu) culminaba su agotadora venganza. A esas alturas ya había liquidado a Vernita Green (Vivica A. Fax) en su propia cocina y se había arrastrado hasta un aparcamiento después de librarse de un violador y de sortear la aguja hipodérmica de la temible Elle Driver (Daryl Hannah). Pero no crean que en el Volumen 2 la vida le resultaba un camino de rosas. ¡Si incluso la enterraban viva! Sin embargo, el verdadero efecto especial de esa enorme película era el largo enfrentamiento verbal con su ex jefe y gran amor Bill. Era entonces cuando Tarantino demostraba que no solo había contratado a Thurman para aprovecharse de su contorsionista físico, flexible como un junco, sino para explotar los mil matices de su rostro alienígena y enamorarse de su gesto de "madre no hay más que una". Pocas mujeres han estado tan bellas reivindicando su maternidad que Thurman, aguerrida y tierna, implacable y sentimental.

Tarantino y las artes marciales
Dos hermanos gemelos: Uma Thurman en Kill Bill y Bruce Lee en Juego con la muerte.
El matrimonio de lo retro y lo nuevo.

TE ESPERARÉ
Tarantino dijo en público que había escrito el personaje de la Novia pensando en Thurman y se lo había regalado por su 30 cumpleaños. Demostró que sus declaraciones eran ciertas al posponer unos meses el rodaje de Kill Bill hasta que la actriz diera a luz a su segundo hijo y se preparara para el papel.

PERSONAJES: Terminator

En el año 2029, la guerra entre máquinas y seres humanos se halla en su apogeo, y Bill Gates parece que no tiene nada que ver con ello. ¿O sí? El T-800, cyborg de apariencia humana, alma y chasis de metal y fines destructivos, no nació en un futuro lejano sino en 1992, tal como explica la secuela del propio Cameron, Terminator 2: El día del juicio (1991). A partir de la chatarra del Terminator vencido por Linda Hamilton en 1984, la empresa Cyberdine Systems crearía el programa de inteligencia artificial Skynet, génesis de los Terminators. Y a partir de los mejores desechos de la serie B de ciencia ficción, Gale Anne Hurd y, su por aquel entonces marido, James Cameron, imaginaron un ser indestructible que viene del futuro a matar a la madre de un salvador neonato. El director quería como protagonista a su actor fetiche, Michael Biehn, así que le pareció una locura que alguien le recomendara a Arnold Schwarzenegger. Pensando que este se pediría el papel de héroe, Cameron repasó algunas de sus películas y salió horrorizado. Una semana después, recibió una carta muy simpática del Conan austríaco, "He leído su guión y me ha parecido magnífico. Me haría muy feliz que me dejaran optar al personaje del Terminator. Creo que podría dar el tipo: feo, forzudo y de pocas palabras". Arnie se ganó prueba y papel, a pesar de que la idea inicial de Cameron consistía en contratar a un especialista caracterizado para encarnar al maléfico robot. Schwarzenegger no puso ningún problema en el transcurso del rodaje. El resto es historia.


FRASES METÁLICAS
Ya sabemos que Terminator se pasó al lado luminoso de la Fuerza en las dos secuelas. Fuera villano o héroe positivo, la verdad es que el cyborg más famoso de la historia del cine nos ha legado frases míticas como "Volveré" o "Sayonara, baby" ("Hasta la vista, baby" en perfecto castellano en la versión original).

PERSONAJES: Barbarella

Barbarella (Roger Vadim, 1967) fue más importante para Jane Fonda que Jane Fonda para Barbarella. La sensualidad, voluptuosidad y voracidad sexual de la que ya era una de las mayores heroínas del cómic semierótico francés, obra de Jean-Claude Forest, consiguió darle el empujón definitivo a la actriz norteamericana para convertirse en símbolo absoluto de la liberación sexual de ese desbocado 1968 en que fue estrenada. La película, en cambio, no trascendió su categoría de producto menor e inocentón, encumbrado, temporalmente, por el sensual striptease de los créditos y por el uso desenfrenado que Roger Vadim, por aquel entonces marido de la actriz, hizo de las curvas y la carne fresca de su mujer. Una vez superado su impacto coyuntural ante la llegada de propuestas más atrevidas, su recuerdo pasó de ser memorable a entrañable. Pasó a los anales del cine como un simpático entretenimiento "camp". 


¿Y QUIÉN SERÁ?
Tras algunos intentos fallidos, parece que por fin se llevará a cabo una nueva versión de Barbarella: una serie de televisión que, según ha declarado su director Nicolas Winding Refn, se basará más en la creación literaria de Jean Claude-Forest que en la película de Vadim. Y aquí lo importante se centra en saber quién será la encargada de tomar el relevo de Jane Fonda. De momento, todavía no tienen a nadie en mente. No es la primera vez que Hollywood trata de resucitar Barbarella. En 2009 se barajaron los nombres de Angelina Jolie, Megan Fox y Jessica Alba para protagonizar un remake, que finalmente no salió adelante.

PERSONAJES: James Bond

Irónico, sensual e irresistible, James Bond es el primer personaje que instaló en el subconsciente colectivo la imagen del espía o agente secreto: la de un aventurero solitario siempre rodeado de glamour, lujo y chicas. Buena parte del mérito es de Sean Connery. El actor escocés no solo pasará a la historia por haber inaugurado la serie con Agente 007 contra el doctor No (Dr. No, Terence Young, 1962), sino también por haber sido el 007 más carismático. Aun así, después de seis filmes en que el intérprete le regaló al personaje un rostro, una voz y una personalidad propias, Connery decidió romper con 007 para evitar el encasillamiento y acabó confesando que "siempre había odiado al maldito Bond. Me hubiera gustado matarlo". Menos mal que George Lazenby, Roger Moore, Timothy Dalton, Pierce Brosnan y Daniel Craig ya estaban haciendo cola.


RETORNO VIRTUAL 
Retirado del personaje que le dio fama desde 1971, Sean Connery volvió a encontrarse con James Bond en Nunca digas nunca jamás (Never Say Never Again, Irvin Kershner, 1983).Y veinticuatro años después, repitió, pero en un ámbito bastante alejado del cine: el actor escocés aceptó el encargo de ser el doblador del videojuego Desde Rusia con amor, adaptación del film de mismo título.

PERSONAJES: Neo

"Keanu es uno de los mejores actores de su generación. Resulta convincente en el cine de acción, el drama o la comedia, y desprende un magnetismo muy espiritual". Con esta declaración, los Wachowski explicaban por qué habían escogido al actor hawaiano para interpretar a Neo, el nuevo mesías que debe despertar del sueño de un mundo virtual para liderar una guerra contra los ordenadores en la catastrófica realidad de Matrix (1999). Menú de trabajo de Reeves: leer muchos tebeos y mucha literatura cyberpunk, recuperar los registros que le permitieron convertirse en Siddhartha/Buda en El pequeño Buda (Little Buddha, Bernardo Bertolucci, 1993), entrenar a tope en artes marcialesy soportar el complejo entramado técnico de los efectos especiales. Luego, en el año 2003, tuvo que bregar con un rodaje en Australia lleno de problemas que acabó haciéndole despreciar al personaje.


SOY O NO SOY
La presencia de un Keanu Reeves de carne y hueso en el metraje de las dos secuelas, Matrix Reloaded y Matrix Revolutions (hermanos Wachowski, 2003) no es muy elevada: en muchas escenas, el Neo que vemos ha sido generado por ordenador. Por aquel entonces Reeves ya afirmaba que no entendía ni jota del guión.

PERSONAJES: Jack Dawson

"Lo importante es la historia de amor, no la catástrofe". James Cameron sabía que tenía que enganchar al espectador con algo más que un barco hundiéndose, así que bautizó al Titanic (1997) con una botella romántica que enloqueciera a los adolescentes. Jack Dawson es guapo, artista pobre y desafía a los elementos para ganarse el corazón de su chica millonaria. Leonardo DiCaprio acababa de ser el Romeo de Baz Luhrmann. "Mi personaje no existió en realidad -comentó-. Es la suma de muchos viajeros anónimos, gente aventurera y bohemia de esos años". Y lo dice alguien que fue Arthur Rimbaud en Vidas al límite (Total Eclipse, Agnieszka Holland, 1995). Aparte del acoso de la prensa amarilla en México durante el rodaje (¿romance con Kate Winslet?), quede para el recuerdo el artilugio que Leo introducía en el tanque de agua para saber si alguien se había orinado!


A CONTRACORRIENTE
Titanic fue un "tsunami" mediático incontrolable cuya pareja protagonista intentó superar embarcándose en proyectos que rompieran con el cliché de ídolos románticos para jovencitas. DiCaprio fue un rey vicioso en El hombre de la máscara de hierro (Randall Wallace, 1998) y un okupa disfrazado de Robinson Crusoe en La playa (Danny Boyle, 2000).

PERSONAJES: Francesca Johnson

Para la polifacética Meryl Streep, cruzarse en el camino vecinal de Francesca Johnson fue, también, ese (pen)último tren que le aparece a uno en la vida. Ahora está en primera línea de fuego, pero hace dieciocho años su carrera necesitaba rejuvenecer con un gran amor como los que la convirtieron en estrella. Clint Eastwood quería trabajar con ella, quería que el tono crepuscularmente romántico de Los puentes de Madison (1995) tuviera la credibilidad y belleza de una actriz capaz no solo de darle un deje italiano al personaje (La especialidad de la casa: los acentos) sino de entender que, a ciertas edades, la pasión sigue viva. La Streep visitó el condado de Madison, habló con sus mujeres, leyó correspondencia íntima e imitó esa pasividad resignada, sacrificada, de toda una generación de amas de casa que vivieronsus anhelos en silencio. Logró que todas, empezando por ella, volvierana sentirse vivas.


NO TENGO EDAD PARA AMARTE
La elección de Meryl Streep no fue, al final, demasiado contestada. En cambio, que el propio Eastwood interpretara al maduro fotógrafo que despierta las mariposas en el estómago de Francesca se consideró un error de casting. Meryl lo rebatió así: "Clint representa esa masculinidad protectora, fuerte, pero cálida y honesta, que nos enloquece".

PERSONAJES: Catherine Tramell

Millonaria autora de best-sellers de intriga, posiblemente autobiográficos, llenos de sangre y sexo, Catherine Tramell es el ideal de mantis religiosa que cualquier erotómano misógino (sea Joe Eszterhas al guión o Paul Verhoeven tras la cámara) querría ver en acción. Encontrar a la mujer que se ajustara a la desvergüenza y peligrosidad venérea de la devoradora de hombres (y mujeres) con querencia por los picahielos, fue bastante complicado. Las estrellas femeninas de Hollywood (de fuera también: Catherine Deneuve recibió una copia del libreto en casa) fueron echándose atrás ante la explicitud de lo narrado. Finalmente sería Sharon Stone, superviviente de la serie Z que ya había sido toda una pécora en Desafío total (Total Recall, Paul Verhoeven,1990), la que no puso pegas (bueno, a lo del cruce de piernas sí, pero a posteriori) a meterse en harina lúbrica en Instinto Básico (Basic Instinct, 1992). 


EL TRAUMA DE MADONNA 
La ambiciosa rubia Madonna quiso ser Catherine Tramell, pero no lo logró. Tanto lo deseaba, que firmó a ciegas protagonizar una delirante copia de Instinto básico llamada El cuerpo del delito (Body of Evidence, Uli Edel, 1993). Las leyendas urbanas sobre esta deliciosa basura son infinitas. La mejor: que Madonna fue adicta a las bolas chinas durante la mayor parte del rodaje.
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