sábado, 20 de julio de 2013

PERSONAJE: Pamplinas / Buster Keaton

El otro icono, con Chaplin/Charlot, del cine cómico mudo. Mudo: ahí está su desgracia, su talón de Aquiles. Chaplin abominó del cine parlante, pero siguió haciendo obras maestras hasta los años sesenta. Buster Keaton no sobrevivió al advenimiento del cine sonoro, aunque participó en multitud de comedias como "guest star", como sombra egregia de un pasado irrepetible. Su genio fue verdaderamente precoz: antes de cumplir los cuatro añitos, Buster ya era un "madelman" multiusos, un muñeco articulado que sus padres usaban, como si fuera un juguete de goma, en su número de revista "Three Keaton". Ahí aprendió el noble arte del tropezón y la caída, y se convirtió en un auténtico acróbata, requisito fundamental para su futura carrera. En 1917, cuando contaba 21 años, Buster Keaton conoció a Roscoe Arbuckle, popularmente "Fatty", que lo fichó como actor de varios de sus cortos. Tres años más tarde comenzó su carrera en solitario y no tardó en dar muestras de su maestría, que alcanzaría todo su esplendor en La mudanza (Cops, Keaton y Edward Cline, 1922), donde el actor monta una empresa de mudanzas y, durante su primer servicio, transportando en carro los muebles de un policía, organiza un caos monumental de tráfico, es tomado por el autor de un atentado terrorista y perseguido por una multitud de agentes en un incesante encadenado de gags que desafían las leyes de la gravedad y están entre lo mejor en la historia del género cómico.



Por esas fechas, Buster Keaton ya ha configurado su personaje, aquí bautizado como Pamplinas y del que es característico su sombrero plano: una esponja que absorbe las catástrofes, sereno e impasible (su marca de fábrica: jamás reir, ni siquiera una leve sonrisa, aunque había echado unas carcajadas en su etapa con Fatty), tenaz y obstinado, capaz de ejecutar las mayores hazañas para conseguir sus propósitos, generalmente conquistar a la chica a la que ama. Una comicidad grave y poética que sedujo a la intelectualidad avanzada de la época (Alberti, Buñuel y el corpus surrealista en pleno) y estaba forjada en la estoicidad perpetua de su rostro y, especialmente, de su mirada: "No escapa ni a las mujeres ni a los poetas que los ojos de Keaton tienen el extraño destello de los crepúsculos de verano y que por ellos pasa una indefinible emoción, entre la pureza del cristal y la melancolía de los patios sombríos: Keaton la asienta en su belleza, su seguridad y sus certidumbres" (Marcel Oms).



Las tres edades (Three Ages, Keaton y Clyde Bruckman, 1923), una parodia de Intolerancia (Intolerance, David Griffith, 1916), fue su primer largometraje y el inicio de la edad de oro keatoniana. No es moco de pavo lo que cuece su filmografía en tan solo un lustro: La ley de la hospitalidad (Our Hospitality, Keaton y John Blystone, 1923), El moderno Sherlock Holmes (Sherlock Junior, Keaton, 1924), El navegante (The Navigator, Keaton y Donald Crisp, 1924), Las siete ocasiones (Seven Chances, Keaton, 1925), El rey de los cowboys (Go West, Keaton, 1925), El boxeador (Battling Butler, Keaton, 1926), El maquinista de la General (The General, Buster Keaton y Clyde Bruckman, 1927), El colegial (College, James W. Horne, 1927), El héroe del río (Steamboat Bill Jr., Charles Reisner, 1928) y El cameraman (The Cameraman, Edward Sedwick, 1928). Muchos años más tarde, Richard Lester, gran amante del "slapstick", dio un breve pero emotivo papel al viejo Buster Keaton en Golfus de Roma (A Funny Thing Happened on the Way to the Forum, 1966), su despedida del cine.

CHAPLIN Y KEATON, CARA A CARA
En Candilejas (Limelight, 1952), Charles Chaplin hizo comparecer en un papel secundario a Keaton. Malas lenguas dicen que Chaplin abrevió el personaje de su único rival para que no le hiciera sombra. Poco importa: el cara a cara en un escenario entre los dos gigantes, así como el intercambio de frases en el camerino, son momentos de oro de la comedia.

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