Actor duro y con presencia, Kirk Douglas estaba predestinado a encarnar en la gran pantalla a un personaje como Espartaco, esclavo tracio que se enfrenta al poder establecido y acaba crucificado. Douglas no solo se sentía identificado con su álter ego cinematográfico sino que además tuvo una participación muy activa en la orquestación y realización del film, tanto como actor protagonista como coproductor. Por todos era conocido el espíritu crítico de Douglas respecto al Hollywood de la época, como ya había quedado demostrado en sus interpretaciones en Senderos de gloria (Paths of Glory, Stanley Kubrick, 1957) o Los vikingos (The Vikings, Richard Fleischer, 1958), por citar solo dos ejemplos. De ahí que rápidamente se establecieran paralelismos entre el esclavo inteligente, belicoso e inconformista y el actor rebelde, progresista y con pronunciada personalidad que se aglutinaban en el mismo genio y figura. Capaz de provocar el despido de Anthony Mann, originalmente contratado para la dirección de la película, de imponer sus preferencias en el reparto o el equipo técnico y de encararse con todo un Stanley Kubrick, Douglas, como el guerrero irredento que se prepara para el destino fatal, tuvo que resignarse al maltrato de la Academia, que le castigó con solo tres candidaturas a lo largo de su carrera y que en 1996 quiso resarcirse concediéndole un Oscar honorífico. De hecho, Espartaco (Spartacus, 1960) se llevó cuatro estatuillas, pero él ni siquiera estuvo nominado.
DUELO DE TITANES
Las peleas entre Kirk Douglas y Stanley Kubrick durante el rodaje de Espartaco forman parte de la historia del cine. Una vez estrenada la película, Douglas se despacharía a gusto con el director: "Hay personas que tienen talento y otras que son una mierda. Kubrick es una mierda con talento".
No hay comentarios:
Publicar un comentario