lunes, 12 de agosto de 2013

PERSONAJES: Rick Blaine

Los factores que fecundan un mito son cambiantes, enigmáticos y resbaladizos. ¿Qué motivos hicieron del Rick Blaine interpretado por Humphrey Bogart en Casablanca (Michael Curtiz, 1942) uno de los iconos fundamentales del Hollywood clásico y, por extensión, de toda la historia del cine? A priori, el contexto no parecía el más idóneo para el surgimiento de una leyenda: una película de presupuesto medio (las restricciones de la Segunda Guerra Mundial estaban a la orden del día), ambientada en un paraje exótico y rodada en estudio (una tendencia muy de moda en el cine de los años cuarenta) y basada en una obra de teatro no producida y titulada Everybody Comes to Rick's (todo el mundo viene a Rick's). Sin embargo, se podía imaginar que algo grande se estaba cociendo desde el momento en que el avispado Jack L. Warner, mandamás de la Warner Brothers, decidió comprar la historia por 20.000 dólares, la mayor cantidad pagada hasta el momento por una obra. El resto es historia. Desde elementos casi esotéricos, como la incendiaria química entre Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, hasta elementos de delicada orfebrería, como los diálogos chispeantes o la ajustada hibridación de cine negro y melodrama, pasando por el arsenal de secundarios de lujo que transitan incesantemente por la pantalla, todo en Casablanca funciona a las mil maravillas. Qué sería del relucir cegador de la pareja protagonista sin el fulgor en sordina de personajes como el cínico, irónico y a la postre romántico capitán Renault (Claude Rains), el estafador Ugarte (Peter Lorre) o el patriota checo Victor Laszlo (Paul Henreid), el tercer vértice del triángulo amoroso central.


Enfundado en un esmoquin blanco o una gabardina con cinturón abrochado, Bogart esculpió sobre el aparentemente pragmático y apocalítico Rick Blaine un perfil cuyas facciones habían empezado a ser visibles en grandes clásicos como El halcón maltés (The Maltese Falcon, John Huston, 1941), y que pasaría a formar parte de la mitología hollywoodiense gracias a películas como Tener y no tener (To Have and Have Not, 1944) y El sueño eterno (The Big Sleep, 1946), ambas de Howard Hawks, así como en la lúgubre y magistral En un lugar solitario (In a Lonely Place, Nicholas Ray, 1950). Bogart era capaz como pocos de imprimir a un personaje la dureza de un rostro impenetrable y la vulnerabilidad de un alma atormentada, abrigando sus creaciones bajo el manto inquietante y liberador de una moral ambigua y flexible.

Bogart recibió una nominación al Oscar por Casablanca, que ganó la preciada estatuatilla en las categorías de mejor película, director y guión. El film se benefició en su momento de la llegada de un enorme grupo de profesionales del cine que escapaban de la persecución nazi. De hecho, solo tres de los actores acreditados en Casablanca eran de origen norteamericano, y en la famosa escena en la que se entona La Marsellesa por encima de la canción alemana El guardián del Rin, muchos de los extras lloraron de auténtica emoción. Una vibración sentimental que reverbera hasta alcanzar a la pareja formada por Bogart y Bergman. La tensión entre los amantes con destinos contrapuestos se intensificó por el hecho de que, hasta el rodaje de la secuencia final, los actores no sabían si Ilsa escogería a Rick o a Laszlo. Finalmente, es bien sabido que el amor de Rick e Ilsa permanecería recluido en el apartado de imposibles, una categoría que intensificaría su naturaleza dramática y que lo convertiría en eterno.


CUESTIÓN DE TALLAS
La diferencia de altura entre Bogart y  Bergman va cambiando a lo largo de la película. Ella era un poco más alta que él y, para crear la ilusión inversa, Michael Curtiz hizo que el actor se pusiera de pie sobre cajas o se sentara sobre cojines. Incluso le obligó a utilizar zapatos con plataforma en algunas escenas.

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