miércoles, 14 de agosto de 2013

PERSONAJES: Bonnie Parker

Faye Dunaway era toda una desconocida cuando Arthur Penn le propuso protagonizar la que iba a ser su quinta película, Bonnie y Clyde (1967), relato hagiográfico sobre la famosa pareja de atracadores que operaron durante los años de la Gran Depresión. Descubierta por un cazatalento de la MGM mientras actuaba en Broadway a las órdenes de Elia Kazan, Dunaway había cumplido 26 años y tan solo tenía dos filmes en su haber, pero su novio del momento, el fotógrafo Jerry Schatzberg, creía fervientemente en ella y la estaba moldeando para convertirla en una estrella de Hollywood enseñándole a vestirse, caminar y sonreír enigmáticamente.


Warren Beatty, que además de prepararse para empuñar la ametralladora Thompson de Clyde Barrow y ser el alma máter del proyecto desde que se apropió del guión urdido por dos periodistas de la revista Esquire, David Newman y Robert Benton, no derrochaba tanta fe en la recién llegada. Con Penn habían barajado, entre otros, los nombres de Jane Fonda (demasiado sofisticada), Natalie Wood (demasiado popular) o Sue Lyon (demasiado lolitesca). Incluso llegaron a pensar en Shirley MacLaine. Claro que para Beatty habría sido bastante molesto besar a su propia hermana en la pantalla. Así las cosas, dio su brazo a torcer, aunque no acabó de convencerse de que había dado con una perfecta Bonnie Parker hasta la mitad del rodaje. "Warren tenía una idea muy concreta de cómo debía ser su protagonista, y yo no cuadraba en su esquema", confesaba la actriz en una entrevista antes de añadir: "Beatty no me eligió por mis cualidades de actriz, sino porque fui la más barata que encontró. Me pagó mil dólares, y él está ganando millones con la película". Sin embargo, pese a su exiguo sueldo, Faye Dunaway se convirtió en una estrella de la noche a la mañana. O casi. Bonny y Clyde tardó en despegar. A pesar de haber sido aclamada en el festival de Montreal, donde fue presentada en sociedad, la Warner la estrenó casi de tapadillo. No comprendían la película que antes había tentado a Truffaut (se retiró para filmar Farenheit 451, 1966) y más tarde a Godard (no se entendió con los ejecutivos del estudio). Era demasiado violenta y sensual. Se atrevía a insinuar a un Clyde impotente que solo eyaculaba escupiendo plomo. 

Bonnie y Clyde también tuvo problemas con la censura. El padre Sullivan de la Legión de la Decencia Católica juraba y perjuraba que Bonnie no llevaba bragas en la escena inicial. Según Beatty, hizo que le pasaran la escena una y otra vez mientras gritaba que había visto un pecho o un pezón. Nunca se había contemplado una violencia tan gráfica. Como recuerda Beatty, "en aquellos tiempos, a la gente no le volaban la cabeza en pedazos ni explotaban cientos de miles de petardos en cada escena". Bonnie y Clyde estaba condenada a morir en el último autocine de Texas cuando la bomba estalló en Londres. Después del estreno, las calles del Swinging London se llenaron de clones con boina ladeada o sombrero de gangster. Y la película acabó por reestrenarse convirtiéndose en un éxito enorme en Estados Unidos. En la Norteamérica de Vietnam, de la revolución sexual y la contracultura, la pareja de atracadores que plantaba cara tan románticamente al orden establecido se convirtió en un fenómeno de masas, hasta tal punto que acabó por llegar a la noche de los Oscar con muchas posibilidades (diez nominaciones) de arrasar con todo, aunque sólo se llevó dos. Ya lo adivinó Bonnie: "Como atracadores de bancos que somos, podemos decir que nos robaron". 


ESTÁN TOCANDO NUESTRA CANCIÓN
Pocos meses después de estrenarse Bonnie y Clyde, Brigitte Bardot apareció vestida de Bonnie (aunque con una falda muchísimo más corta y luciendo liguero) en la televisión francesa. La acompañaba el genial cantante, compositor y seductor Serge Gainsbourg. Juntos cantaban Bonnie and Clyde, una canción que, como el film, devino un clásico instantáneo.

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